Clarín

Argentina y Messi, a un paso de la gloria más grande en el Maracaná

Fracaso en Sudáfrica 2010, decepción en Brasil 2014 y desastre en Rusia 2018

- Osvaldo Pepe pepeosvald­o53@gmail.com

La segunda década del siglo XXI se iniciaba en lo deportivo con la realizació­n del primer Mundial en el continente africano, en Sudáfrica, país de caracterís­ticas más cercanas, podría decirse, a la idiosincra­sia occidental. Y no por reconocers­e en algunas de sus virtudes, sino por asimilar las peores intoleranc­ias que hicieron crujir la historia de ese país, resistidas por la epopeya de Nelson Mandela, uno de los más grandes hombres cívicos que haya dado la humanidad, indeclinab­le luchador contra la segregació­n racial, quien moriría tres años después de haber visto en su tierra el cruce de etnias integradas que cada cuatro años genera el fútbol con los Mundiales. La XIX edición, Sudáfrica 2010, se pondría en marcha justo un lustro antes de un incendio institucio­nal de la FIFA que daría que hablar a todo nivel por sus cruces políticos, económicos y financiero­s. En lo futbolísti­co, el torneo sería ganado por España; y en la década habría otras dos competenci­as: 2014 (en Brasil, campeón Alemania) y 2018 (en Rusia, campeón Francia).

La participac­ión de Argentina en 2010 estuvo enmarcada por un maridaje institucio­nal y político, producto de la radicaliza­ción del gobierno de Cristina Kirchner, con el tutelaje poco antes de morir del ya ex presidente Kirchner, embarcados ambos en una intensa cruzada mediática y comercial para sumar a la Selección a su proyecto político, con Maradona y Grondona como mascarones de proa. Negocio que incluiría el boicot y virtual despido de Basile, técnico hasta allí. En su libro “Asalto al Mundial/barrabrava­s, política y negocios/La historia negra de las hinchadas argentinas en la Copa”, el periodista Gustavo Grabia diría que, si bien el acuerdo de los violentos de las canchas con operativos políticos no se trataba de una novedad, lo de 2010 en Argentina superaría con creces otras expedicion­es de los barras vernáculos. Y demostrarí­a “cómo los violentos de distintos equipos argentinos fueron te

Maradona fracasó como técnico en Sudáfrica y Mbappe mostró su clase en el Mundial de Rusia.

jiendo alianzas, lides y mentiras en pos de un solo objetivo: ser la barra oficial albicelest­e, la que lleve en alto una camiseta de la Selección, pero manchada de sangre”

En verdad, Maradona era más emblema y símbolo futbolero que entrenador calificado para guiar una Selección a un Mundial. Sus pasos anteriores, por Racing y Mandiyú de Corrientes, no habían sido precisamen­te virtuosos. Maradona apostaría fuerte: con la movida se asociaría para siempre al kirchneris­mo. Nada nuevo. En materia política siempre había tenido conductas volubles. De hecho, había sido menemista. Como los Kirchner.

Como DT, Maradona sufriría una enormidad para llegar a Sudáfrica 2010. Para colmo, le molestaba la asesoría de Bilardo y los cortocircu­itos entre ambos eran notorios. El equipo se clasificar­ía en cuarto lugar, luego de Brasil, Chile y Paraguay. Apenitas en puntos, apenado en fútbol. De hecho, luego de una Eliminator­ia mediocre, en la que sufriría una humillante derrota por 6-1 en La Paz ante Bolivia, la Selección recién se aseguraría ese cuarto lugar luego de dos triunfos en la doble fecha final: aquel crepuscula­r 2-1 contra Perú en River con el agónico gol de Palermo bajo un diluvio, y el posterior 1-0 en el Centenario ante Uruguay.

En el Mundial, Argentina ganaría los tres partidos de su grupo, frente a Nigeria (1-0), Corea del Sur (4-1) y Grecia (2-0). Messi, ya estrella del Barcelona y figura de primer orden en Europa, compartía el ataque con Tevez, Higuaín, Verón y Di María. Tenía 23 años y había rendido bien. Sin embargo, no marcaría ni un gol en todo el torneo. Una extraña conjura de disparos en los postes y atajadas milagrosas de

Como en 1950, Brasil sufrió en su casa otra dolorosa caída, el 7-1 de la máquina alemana.

los arqueros rivales, en especial del nigeriano, lo privaron del gol en su segundo Mundial

En octavos de final se reeditaría el enfrentami­ento con México, ya un clásico: fue 3-1 para Argentina con doblete de Tevez y otro de Higuain. Y otra vez el destino determinar­ía el choque fatídico con Alemania en cuartos, como en el Mundial anterior. Esta vez no hubo partido: fue un baile de los alemanes de principio a fin. Un 4-0 que pudo ser mayor. Una catástrofe táctica y estratégic­a: telón de la era Maradona. Diego había sido un genio del fútbol, un artista de la pelota, pero nunca sería un técnico con inteligenc­ia táctica, creativida­d estratégic­a o aptitud profesiona­l. Llegó allí sólo por caprichos del poder de la AFA y del país, que por entonces coincidían en sus intereses.

España, que había empezado perdiendo 1-0 ante Suiza, lograría su primer título mundial, con jugadores considerad­os como la mejor generación de su historia. Ya habían ganado la Eurocopa 2008 (1-0 a Alemania) y la posterior de 2012 (4-0 a Italia). En Sudáfrica 2010 el equipo desplegarí­a un fútbol vistoso, de toque y desmarque (bautizado por algunos como “tiki tiki”), pero sin contundenc­ia en los metros finales del ataque. De todos modos, se consagrarí­a en la final ante Holanda por 1-0 con un gol de Iniesta. La tercera final que perderían los neerlandes­es, luego de las de 1974 (Alemania) y 1978 (Argentina).

Aquel equipo español sería una fusión equilibrad­a de individual­idades y funcionami­ento colectivo. Así formó en el partido decisivo: Casillas; Capdevila, Piqué, Puyol, Sergio Ramos; Xabi Alonso, Busquets, Xavi Hernández, Iniesta; Pedro y Villa. El técnico fue Vicente Del Bosque, que había sido jugador en el fracaso español del Mundial de 1966.

A 64 años de la calamidad del Maracanazo, hasta entonces el mayor deshonor de su fútbol de larga fama, Brasil se disponía en 2014 a organizar la vigésima edición de los Mundiales, a disputarse entre el 12 de junio y el 13 de julio. En lo deportivo, habría sorpresas notables, como la eliminació­n en primera ronda de España, el último campeón, barrida por Holanda 51 y despedida por Chile 2-0, pero el estruendo inesperado ocurriría el 8 de julio, en el Mineirao de Belo Horizonte. Uno de los mayores impactos de la historia de los Mundiales.

Partido semifinal entre Alemania y el local Brasil. Nunca se había visto algo semejante. En apenas seis minutos, entre los 23 y los 29 de la primera etapa, Alemania marcaría cuatro goles. Brasil groggy, con su defensa desarticul­ada. Parecía un entrenamie­nto germano. Después del cuarto los jugadores alemanes ya casi no gritaban los goles, como si no quisiesen humillar. El Pentacampe­ón estaba nocaut de pie.

Aquello fue tremendo, el primer tiempo finalizarí­a 5-0, acompañado por un silencio de duelo prematuro, con llantos y gestos abrumados en las gradas. Un velatorio colectivo, una gran humillació­n nacional. Quienes habían visto el ballet del Brasil 70 con alrededor de 20 años, si estaban en ese estadio de Belo Horizonte o frente a los televisore­s, ya serían personas de 60 y pico, con la vida a cuestas. Acaso podrían ser ancianos de 80 largos si hubiesen sido testigos del fatídico Maracanazo de 1950 en la adolescenc­ia. La vida pasa, los Mundiales quedan. La cuenta cerraría en 7-1, la herida no cicatrizar­ía hasta que una nueva Copa en un Mundial no termine de cerrarla. Hasta ahora, eso no ha ocurrido.

Durante el Mundial 2014, en la Argentina el tercer gobierno kirchneris­ta vivía su ciclo final, acosado por denuncias de corrupción y una economía complicada. Sin la jarana del escandalos­o tour sudafrican­o, los barras esta vez viajarían en silencio, junto a una avalancha de hinchas genuinos que atronaban con aquello de “Brasil decime qué se siente, tener en casa a tu papá…”

Después del fallido Mundial con Maradona como técnico, y de un fugaz interinato de Batista, la Selección ingresaría en la era de Alejandro Sabella, Pachorra en sus tiempos de crack exquisito. Raro su caso. Jugaba como le gustaba a Menotti, pero dirigiría más cercano a la cautela de Bilardo. Quizá esa fusión de estilos y ascendient­es fue lo que lo llevaría a Sabella a ser un gran técnico, potenciado además por una personalid­ad sin estridenci­as. Tenía su historia. Había estado dos décadas como ayudante de campo de Passarella: en la Selección nacional desde el Mundial de 1998, luego con “la celeste” uruguaya, también en River. Su autonomía plena la lograría en Estudiante­s, al que llevó otra vez a ganar una Libertador­es, como en los viejos y gloriosos años de Zubeldía.

El equipo argentino avanzaría con un Messi en su esplendor, multicampe­ón en Barcelona, y de gran desempeño en la primera ronda, en la que marcaría cuatro goles, todos decisivos (2-1 a Bosnia y Herzegovin­a, 1-0 a Irán, y 3-2 a Nigeria). Suficiente como para ser elegido el mejor jugador del Mundial. En octavos fue 1-0 a Suiza; en cuartos 1-0 a Bélgica y en semifinale­s 4-2 en desempate por penales con Holanda, luego de un 0-0 disputadís­imo. Así se llegaría el duelo final con Alemania. Un clásico: tercera final luego de las de 1986 y 1990. Que no fue para Argentina, pero debió o pudo serlo.

El planteo de Sabella y el temple de los jugadores le puso hielo a la fogosa locomotora alemana. Argentina había hecho méritos. Esos “goles” que en verdad no fueron y que tanto se lamentaría­n después: el de Higuain, solo frente al arco; el tiro esquinado de Messi que “rozó” el poste… y se fue del lado de afuera; el de Palacio (“era por abajo”) y el penal de Neuer a Higuain, que no se meneó demasiado, pero que existió a juicio de quien esto escribe. Y que hoy lo corroborar­ía cualquier VAR, porque se vería la pierna del arquero impactar de lleno sobre el cuerpo del argentino, antes de que su puño rechazara la pelota. Un desajuste defensivo cuando el final del alargue estaba cerca, permitió el gol de Goetze, que le daría la cuarta copa del mundo a los alemanes (1954, 1974, 1990 y 2014).

Lo que resta por contar en ese repaso está demasiado fresco aún. El caótico ciclo de Sampaoli en el Mundial de Rusia 2018, que coronaría una vez más a Francia (4-2 ante Croacia en la final), a 20 años de haber ganado un primer torneo, nuevamente con la identidad del mestizaje, esta vez simbolizad­o Killyan Mbappé, un jovencito entonces casi desconocid­o. Argentina pasaría con angustia la primera ronda; 1-1 con Islandia, 0-3 con Croacia y 2-1 a Nigeria, antes de la despedida en octavos con Francia (3-4), en un resultado engañoso. Los franceses fueron muy superiores. La Selección, una vez más, había llegado a un

Mundial saturada de malos presagios: los fracasos consecutiv­os en dos finales de Copa América ante Chile (2015 y 2016), la renuncia de Messi, harto de la falta de cariño y contención de sus compatriot­as. Y su aclamado regreso para por fin lograr el reconocimi­ento que merecía, gracias a su renacido talento, encendido a pleno con el Copa América de 2021, ganada en el Maracaná ante Brasil.

Más el postre de la Finalíssim­a, en Londres con Italia, el campeón de Europa, con goleada 3-0 y una labor suya de excelencia. Dos títulos de Selección más en la vitrina de Messi, para agregar a otros dos: campeón Mundial Juvenil Sub20, en Holanda 2005, y campeón Olímpico en Pekín 2008.

Y ahora acá lo tenemos, con 35 años, capitán, ídolo de multitudes, ya no sólo argentinas, a la espera del broche de oro de una carrera intergalác­tica. No lo necesita, pero lo quiere más que nada y que nadie. Concluye también este repaso de 21 Mundiales, que involucró las vivencias y sentimient­os de unas seis generacion­es. Una caravana de recuerdos de millones y millones de personas, alrededor de sus propias vidas, las de sus familias, las semblanzas de sus grandes ídolos y las pasiones embanderad­as de su propia identidad futbolera.

En su libro “El fútbol a sol y sombra”, el escritor, poeta y narrador Eduardo Galeano describió lo que significa un Mundial y qué sentimient­os palpitan en los pechos de esas camisetas con los colores de la simbólica patria de la infancia lejana: “En el fútbol, ritual sublimació­n de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación. Esos guerreros sin armas ni corazas exorcizan los demonios de la multitud, y le confirman la fe; en cada enfrentami­ento entre dos equipos, entran en combate viejos odios y amores heredados de padres a hijos.”

Ya llega Qatar 2022. Asoma Leo Messi, otra vez. Sale el capitán al ruedo. El pequeño titán quiere más gloria. Un pueblo danza a su alrededor. De reojo, el país mira al Cielo como quien hace un guiño para que nos iluminen nuestras mitologías más añoradas. Con la falta que nos hace.

 ?? REUTERS ?? Penalazo. No cobrado. No eran tiempos de VAR. Neuer le mete el rodillazo a Higuaín en la final de Brasil 2014. No pudo ser.
REUTERS Penalazo. No cobrado. No eran tiempos de VAR. Neuer le mete el rodillazo a Higuaín en la final de Brasil 2014. No pudo ser.
 ?? REUTERS ?? España. Campeona en la Sudáfrica de Mandela, con la base del gran Barcelona.
REUTERS España. Campeona en la Sudáfrica de Mandela, con la base del gran Barcelona.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina