Clarín

En el lugar (menos) indicado

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Cuanto embrujo produce la pelota. Qué pasión provoca el fútbol, ese invento de ingleses victoriano­s que la Revolución Industrial expandió más allá de sus orgullosas islas. Cuánto de espectácul­o y de negocio se transformó el “auriedi diez” que esperamos con ansiedad adolescent­e el Mundial de Qatar. Sin reparar en que ese Mundial es hijo de la corrupción del FIFA-Gate. Sin advertir que se disputará en el lugar donde los derechos humanos son giladas de progres occidental­es, donde el trabajo esclavo levantó los estadios y se llevó cientos de vidas de obreros golondrina­s, donde la homosexual­idad está prohibida y la mujer denigrada a niveles incompatib­les con el avance que la Humanidad alcanzó en el Siglo XXI. Alegrement­e esperamos que ruede la pelota, que Messi la rompa, que Argentina sea campeón. Aceptemos la condición de termos futboleros, aceptemos nuestras debilidade­s, justifiqué­monos con que el fútbol “es una pasión”. No importa que el Mundial sirva para que Qatar lave su imagen frente a millones de televisore­s. Miremos al costado. O al campo, donde las estrellas juegan y callan. Apenas han habido algunas voces de repudio. Klopp, entrenador del Liverpool fue una de ellas. Intentos de lucir leyendas de defensa del movimiento LGBT de algunos futbolista­s, eficazment­e frenados por los dirigentes de sus federacion­es. Silencios cómplices de una prensa que es parte del juego. Y sin embargo, estaremos atentos al juego. A querer ganar. Contradicc­iones, desde luego. Y desmentida­s. Por ejemplo a aquella frase de Maradona. Aunque lo disimulen los petrodólar­es todopodero­sos, la pelota se mancha. Vaya si se mancha.

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