Una sentida charla sobre la patria, el exilio y la literatura en el Festival Eñe en Madrid
Auspiciada por Clarín y con la presencia de los escritores Juan Cruz, Patricio Pron y Matilde Sánchez.
Oscurecía en Madrid este viernes cuando Olavide, bar de libros, una librería de cuerpo madrileño y alma argentina, hacía espacio entre sus mesas de novedades y recomendaciones para dar pista a una charla sobre las capas de la emigración latinoamericana en la literatura.
Auspiciado por Clarín, el encuentro se sumó a los eventos del Festival Eñe de Madrid que agasajan a Argentina y a sus escritores, huéspedes de honor en esta edición del banquete literario que cada otoño ofrece la capital española.
Allí, el escritor y periodista canario Juan Cruz Ruiz, el ensayista y poeta cubano Antonio Ponte y el narrador argentino Patricio Pron reflexionaron sobre la huella literaria de las oleadas de autores de América latina que emigran. Matilde Sánchez, editora de Ñ, la revista cultural de Clarín, moderó el encuentro.
Y que fuera en Olavide, de Daniel Ulanovsky Sack y Raquel Garzón–
periodistas argentinos–, no es casual. Raquel fue editora adjunta de Ñ, la revista cultural de Clarín, que el martes presentó su edición número mil en el Instituto Cervantes de Madrid.
Esta edición especial estará disponible el sábado 26 de noviembre.
“Es una revista cultural, no una revista literaria”, aclaró Ricardo Kirschbaum, editor general de Clarín y editor responsable de Ñ, sentado entre los que asistieron a la charla.
“Intercepta todas las expresiones de la cultura y tiene una versión digital, pero su principal empeño está puesto en su edición impresa –agregó–. Algo contradictorio en el tiempo que vivimos. Pero lo sostenemos con toda valentía y entusiasmo”.
“La revista cumple 1000 números
pero para nosotros, argentinos, son como mil años. Nos cuesta mucho sostenerla”, dijo Kirschbaum y agradeció la presencia de su colega, el director del periódico El Nacional de Venezuela, Miguel Henrique Otero.
“La idea de nuestra conversación es ver qué y cómo impactan las distintas capas de la migración latinoamericana en la literatura”, invitó Matilde Sánchez a los autores. Sánchez
propuso pensar en las capas de emigración. “¿Son un hojaldre?”, quiso saber. “¿Sigue existiendo el clásico dolor del exilio? ¿Acaso no se mira la penuria de permanecer?”.
Juan Cruz, un autor canario que vive en Madrid, evocó el doloroso exilio del cubano Guillermo Cabrera Infante cuando a mediados de los ’60 dejó la isla que dominaba Fidel Castro y se refugió en Londres.
“Cuba es un corazón herido en muchos de nosotros. Yo entendí el exilio detrás de la mudez de Cabrera Infante. Lo fui a ver en 1972 y él no podía hablar. Miriam Gómez, su mujer, hizo de traductora de su silencio. Fue un impacto enorme”, recordó Juan Cruz.
A su lado, otro cubano, Antonio Ponte, distinguió entre exilio y emigración. “Tuvieron que pasar 60 años para que se hiciera justicia con el exilio cubano. Costaba aceptar que pudiera haber un exilio de dictaduras de izquierda”, subrayó. Y se sinceró: “Cuando me tratan de exiliado, la palabra es demasiado honorífica, por el dolor. No tengo un gran dolor. No puedo regresar a Cuba pero, para mí, eso no es algo que me haya dedicado a rumiar como muchos otros cubanos”.
“Traté de no sentir ese dolor para no sentir esa nostalgia. Cabrera Infante es el gran hacedor de la nostalgia cubana”, opinó Ponte.
“Los regímenes de los que huyen esos migrantes, como el cubano y venezolano, tratan de normalizar la situación y hacer creer que el exilio es emigración: se van de Venezuela, Nicaragua o Cuba para tener una vida mejor. Y no siempre es así”, dijo. ■