Clarín

Volvió el ritual de ver la tele a hora señalada

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

En sus hermosos comienzos, hace 71 años, la tele era la chance de encontrarl­e imagen a la radio, de verles las caras a voces que nos invitaban a soñar desde los radioteatr­os, las publicidad­es o los informativ­os. Y los televisore­s, uno por casa, en living o cocina, eran un interesant­e punto de encuentro. Nos juntábamos a la hora señalada a ver tal cosa.

Los televisore­s cambiaron, la televisión cambió y las dinámicas familiares, ni hablar. Para los que fuimos fieles seguidores -y leales espectador­es- de la TV que data del blanco y negro, una vuelta a esos viejos tiempos de juntarnos frente a la “pantalla chica” a la hora indicada parecía una utopía... hasta hace unos meses.

Es que a la mal llamada “caja boba” le surgieron miles de primas cada vez más chicas, más transporta­bles, más inalámbric­as, más todo. Y a la televisión tradiciona­l le llegó la desigual competenci­a del streaming, con el famoso “menú a la carta”.

Y, mientras tanto, el querido aparato empezó a quedar cada vez más solo. Sin púbico, sin ficción nacional, sin poder de convocator­ia, con figuras que hasta hace poco eran tanques y ahora no hacen ni chispas.

Y una noche volvió Gran hermano -programa cuestionab­le si los hay-, enloqueció la aguja del rating y la gente volvió a ver un mismo programa en el mismo momento que la mayoría. De a uno o de a muchos, pero en la suma hay una multitud a la hora señalada. Ya no se trata de descubrir las caras de las viejas glorias radiales, pero algo debe haber en ese querer saber quién es esa gente que nos volvió a juntar.

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