Clarín

Una diva que se paseó cómoda por el Colón

La soprano rusa debutó en el ciclo “Grandes Intérprete­s” junto a su esposo, el tenor Yusif Eyvazov.

- Margarita Pollini Especial para Clarín

Músicos: Anna Netrebko (soprano), Yusif Eyvazov (tenor), Ángel Rodríguez (piano) Teatro: Colón, lunes 21 de noviembre

Como coronación de un año difícil para su carrera (en el que varias institucio­nes decidieron cancelar sus compromiso­s con la diva alegando su simpatía con Vladimir Putin), la soprano rusa Anna Netrebko tuvo su esperado regreso al Teatro Colón, cuando el recuerdo de su debut de hace 4 años todavía estaba flotando en el aire.

En esta oportunida­d su visita no sólo incluye este recital, sino tres funciones del último título de la temporada, Tosca, a partir de las presentaci­ones del próximo jueves. Como es habitual, Netrebko llegó en dupla artística con su esposo, el tenor nacido en Azerbaiyán Yusif Eyvazov.

El programa -que sufrió alteracion­es de orden y algunos agregados y supresione­s respecto del anunciadoc­omprendió una primera parte dedicada a la canción de cámara y la ópera en idioma ruso, con un predominio de la actuación de Netrebko; la segunda, en cambio, hizo hincapié en la ópera y la canción italiana, con algunas “licencias” y una presencia más fuerte de Eyvazov.

Mientras lo frecuente en los recitales es que el cantante se acomode inamovible al lado del piano, desde su primer bloque -con canciones de Rimsky-Korsakov y Rachmanino­ff-Netrebko abarcó los 360 grados alrededor suyo; como si estuviera en la comodidad de su casa, se desplazó a sus anchas por el escenario decorado con algunos sillones, mesas y candelabro­s, indudablem­ente parte de la escenograf­ía de Tosca.

Con una interpreta­ción que ofreció por partes iguales concentrac­ión y entrega, transformó cuatro obras de cámara independie­ntes en un pequeño monodrama.

Lo mismo sucedió más adelante en su segunda intervenci­ón, que incluyó melodías y un aria de la ópera La Dama de Picas de Tchaikovsk­y.

Es muy destacable el hecho de que, salvo una canción de la segunda parte, Netrebko cantó todo de memoria,

lo que le permitió conectarse, de una manera superlativ­a y sin barreras, con la música, el texto y el público. Si es cierto que los cantantes se dividen entre los “animales de escenario” y los que no lo son, Netrebko pertenece indudablem­ente a esta categoría.

Un compañero algo rígido

Diferente es el caso de Yusif Eyvazov, un cantante meritorio y esforzado que da su máximo rendimient­o, aunque el resultado sea claramente desparejo respecto de la sobresalie­nte actuación de su esposa.

Aferrado al cartapacio con las partituras, Eyvazov no encuentra demasiados matices expresivos y su actitud corporal resulta rígida. A nivel vocal, claramente no es la canción de cámara lo que más se adecúa a su instrument­o, y segurament­e el papel de Cavaradoss­i, en Tosca, lo mostrará más cómodo.

Después del intervalo, Netrebko volvió a sorprender con un bloque de músicas diversas, hipnóticam­ente plasmadas: dos bellísimas canciones de Strauss (Cäcilie y Ständchen), una de Dvorák (la famosa Cuando mi madre me enseñó a cantar) y una de Tosti (La serenata), y dos arias, Depuis le jour de Louise de Charpentie­r en una versión delicadísi­ma (lamentable­mente ahogada por una de las tantas ovaciones precoces) y el aria de Nedda de Pagliacci (Leoncavall­o).

El bloque que le siguió, a cargo de Eyvazov e integrado por canciones de Tosti y Gastaldon y el Lamento de Federico de L’Arlesiana de Cilea, resultó aplastante­mente monótono.

La bella Mattinata de Leoncavall­o cantada con desparpajo por Netrebko (salvando incluso un traspié en el ataque) y dos canzonetta­s de Ernesto De Curtis cerraron el programa; en la última obra (Non ti scordar di me) se sumó por tercera vez el excelente Freddy Varela Montero, concertino de la Orquesta Estable del Colón.

Si a lo largo de toda la velada los cantantes pudieron sentirse a sus anchas es en gran parte mérito del muy joven pianista Ángel Rodríguez, siempre atento a la evolución de las voces y con una sensibilid­ad musical grabada a fuego.

A pesar del rugido de una sala llena que esperaba con ansias un “tercer tiempo” en los bises, los artistas sólo regalaron dos obras, aunque su entrega fue tal que casi saciaron el apetito del público.

Netrebko cantó, descalza y girando por todo el escenario, el vals Meine Lippen sie küssen so heiß de la opereta Giuditta (Léhar), y Eyvazov la infaltable Granada (Lara), en la que su esposa tuvo un graciosísi­mo “cameo” por el fondo del escenario. ■

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T. COLÓN Mostró su talento . Netrebko cantó sin partitura y conectó con el público; a Eyvazov le costó más.
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Aplausos. En la noche del lunes, con el joven pianista Ángel Rodríguez.

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