“Quería hacer algo simple, popular y entretenido”
El coreógrafo estrenó en el Teatro San Martín “La era del cuero”, una peculiar visión del malambo.
Ayer se estrenó en el Teatro San Martín una obra del coreógrafo Pablo Rotemberg con un elenco de seis malambistas y dos bailarinas de danza contemporánea. La era del cuero tiene música de Alberto Ginastera y Axel Krigier. Los malambistas, fenomenales y muy dúctiles frente a las singulares demandas de esta obra son Alejandro Desanti, Maximiliano Díaz, Nickytuns, Marcos Olivera, Ezequiel y Facundo Posse. Las bailarinas, muy entrenadas en el lenguaje de Rotemberg, Carla Rímola y Carla Di Grazia.
El malambo bajo su forma tradicional tiene su corazón más genuino en el Festival de Laborde, provincia de Córdoba, un encuentro casi ignoto para la ciudad de Buenos Aires durante largas décadas; sólo este medio, hay que decirlo, viene ocupándose de él desde hace más de quince años. Pero en los últimos tiempos, al menos dos creadores de danza contemporánea tomaron esta bella danza original del paisano argentino, encarándola desde sus propias perspectivas.
¿Cuál es justamente la perspectiva de Rotemberg, un coreógrafo que suele desplegar en escena formas crudamente sexuales, cuerpos expuestos en la más amplia desnudez y coitos apenas simulados?
Nada mejor que preguntarle al propio coreógrafo, si bien la entrevista comenzó por una pregunta planteada por él mismo: “¿qué te pareció la obra?” (nota: hubo una función de preestreno el sábado 19).
La respuesta -“desconcertante”pone en marcha la conversación.
Dice Rotemberg: “En 2018 llevé la idea de La era del cuero a Jorge Telerman, que entonces dirigía el Teatro San Martín. Pero, un poco superficialmente, ya había incluido algo de malambo en una obra mía para el Ballet Contemporáneo, con tres bailarines de la compañía que venían de una formación de folclore”.
-¿Cuál es tu cercanía con el folclore?
-Muy poca, pero para esta obra estudié bastante. Me interesaba sobre todo su kinesis, sus movimientos, pero también entendía que iba a trabajar con un lenguaje muy codificado, tan codificado como el del ballet clásico. Esto tiene algo muy bueno, pero también limitado y no es fácil quebrarlo. Sentía un poco de miedo.
-¿De qué?
-De no entenderme con los malambistas. Primero pensé en incluir ocho de ellos, pero finalmente me quedé con seis y agregué dos bailarinas contemporáneas para establecer una especie de puente. Con los muchachos fue un flash; son malambistas, pero pueden bailar cualquier cosa y tienen una captación increíble del ritmo, incluso de los más complejos como en la partitura de Ginastera.
-¿Qué cosas estudiaste?
-En principio, quería incluir algo de la historia argentina, su aspecto un poco romantizado: los Padres Fundadores, la Generación del '80. Veo estos temas en muchas obras de teatro con un punto de vista paródico, pero no era lo que me interesaba.
-Sin embargo, en tu obra los nombres de Sarmiento, Mariano Moreno, Facundo Quiroga, aparecen sólo gritados en inglés y nada más. Como una especie de ironía. ¿Por qué?
-Es cierto que es una idea apenas esbozada en la obra, pero me parecía suficiente. No quería bajar una línea. Respecto al inglés, me resultaba divertido que en esta época de identidades nacionales frágiles, los bailarines de folclore usaran el inglés. El folclore en general, como el flamenco, son lugares buenísimos, pero a veces muy conservadores.
-¿En qué sentido?
-Lo digo en relación al folclore en general y quizá la palabra “reaccionario” es excesiva. El malambo creo que está más abierto: el malambo queer, el malambo for export.
-Volviendo a la pregunta anterior, ¿cómo investigaste?
-Hice bastantes lecturas: de Carlos Vega, también de Héctor Aricó, más bien descriptivas de las danzas. Se me abrió un universo nuevo. Eugenia Cadús me ayudó en la dramaturgia y me sugirió libros y películas. Fui picoteando. Quería algo hacer algo simple, popular y entretenido y creo que está logrado.
-Un espectador joven, a la salida, decía que la obra le había gustado porque era absurda. ¿Era tu intención?
-Trabajo siempre de una manera intuitiva y confío en la intuición. La obra está hecha de viñetas. Por ejemplo, preguntar hoy por los Padres Fundadores, aunque sea sólo una enunciación, propone al espectador asociaciones posibles. De todos modos, hablar ahora de la obra, recién estrenada, me resulta difícil. Tiene que pasar un tiempo para que pueda formular conceptos.
Funciones de jueves a domingos a las 20.30 horas, hasta el domingo 18 de diciembre. Teatro San Martín, sala Casacuberta. Corrientes 1530.