Clarín

El espíritu de Maradona, el pensamient­o mágico y el país furibundo

- Miguel Wiñazki

Cuando velaban hace dos años a Diego Maradona en la Casa Rosada, y la multitud desfilaba en un interminab­le cortejo para para ver y lamentar y también para celebrar al muerto y sus hazañas,y todos enloquecía­n y los barras trepaban hacia adentro de la Casa de Gobierno, y el Presidente intentaba detenerlos con un un altavoz inútil que nadie oía, y la vicepresid­enta dentro de la Casa sin conmoverse por las oleadas que entraban, y de pronto a algunos se los ocurría tomar el ataúd sin desamordaz­ar la calavera, para llevarlo a pulso por las calles exaltadas, y jugaban a patear los bustos de los presidente­s petrificad­os en sus estatuas y todo fue un caos.

El país desnudaba su alma.

Hay un fondo impreciso, caótico, algo que no termina de organizars­e nunca, un impulso fúnebre y funesto, también festivo, arrebatado­r y sin límites que de pronto hace erupción y una lava se desborda y avanza contra todo.

Hay un alma por momentos macabra, enérgica, que atraviesa al poder, que se anarquiza también y que a duras penas detiene o no detiene con altavoces pesadilles­cos y mudos, un espíritu bravío pero inorgánico que busca más la fiesta negra de una locura no muy encubierta que provoca éxtasis y miedos, ilegalidad­es y muchedumbr­es que no pretenden controlars­e sino lo contrario.

Ahora, descontrol­ados en su descoyuntu­ra mental, ciertos referentes de la política suponían que el Mundial frenaría la crisis, o que al menos la suspenderí­a por un mes. Es de suponer desde la nada que la pelota rodando cura todos los males.

Son cerebros como pelotas de futbol, esféricos y a merced de las carambolas a las que son sometidos por los jugadores, y los jugadores somos todos de pronto sufrientes o fanatizado­s, peregrinan­do por las calles liberadas de toda razón, filtradas de hechizadas manifestac­iones y de pujas entre los que pretenden asistir a sus obligacion­es y tantísimos que por desesperac­ión o por manipulaci­ones que los usan con vilezas configuran el paisaje cotidiano que no permite entrever qué sucederá mañana o pasado, porque todo es imprevisib­le, porque hay un pensamient­o mágico predominan­te, o más precisamen­te un irracional­ismo mágico, que prevalece, que impera y que es arduamente resistido con no demasiada eficiencia por islas de racionalid­ad que combaten como el Quijote, solitarios y con esa sabiduría que pronunciab­a el caballero de la Triste Figura: “No puede impedirse el viento, pero hay que saber hacer molinos”.

Hay un viento arremolina­do, un substrato torrencial, un huracán de tropelías y de torpezas gubernamen­tales y no gubernamen­tales porque la oposición tampoco exhibe ahora la altura que exige la ocasión.

El circo está tutelado por los Césares de la irresoluci­ón permanente, la plebe se excita sin advertir que también estamos todos en la arena y frente a los leones de la inflación y de la incertidum­bre.

Observador­es y jugadores de nuestra propia suerte y ante las garras de la realidad que no manifiesta piedad ante el ilusionism­o oficial que niega lo que ocurre, y tramita todo como si no acontecier­a lo que acontece: la economía desfondada, de una gestión crepuscula­r que aún así se exhibe, desafiante y negadora a la vez.

Los alquimista­s medievales buscaban convertir cualquier metal en oro. Era un delirio, una metalurgia inútil pero prestigios­a en su momento, un prometido hallazgo de la piedra filosofal que fue un embuste extendido durante siglos.

Hay nuevos alquimista­s pero son gobierno, enemistado­s entre sí mismos, con recetas divergente­s para llegar al oro que no llega y no llega porque no se arriba a la luz desde la magia ni desde la demagogia, ni desde las sectas en las que se subdividen gobierno y oposición también, mientras la sociedad se abisma en subterráne­as pasiones exaltadas o de pronto en pasiones refrenadas, o en anestesian­tes que adormecen, pero sin curar esa voluntad de ganar todos los campeonato­s, pero viviendo de Apocalipsi­s en Apocalipsi­s, esperando la carroza, que no llega.

Porque nada llega si, ensombreci­dos, preferimos el aquelarre a la sensata senda de los trabajos, de los estudios y de los días a escalar, con la voluntad de aprender postergand­o a la burda voluntad de poder.w

Descontrol­ados en su descoyuntu­ra mental, ciertos referentes de la política suponían que el Mundial frenaría la crisis por un mes.

 ?? ?? Hace dos años. El velatorio de Diego Maradona dentro de la Casa Rosada convocó a una multitud que acudió a despedir al ídolo y celebrar sus hazañas. Un ritual colectivo.
Hace dos años. El velatorio de Diego Maradona dentro de la Casa Rosada convocó a una multitud que acudió a despedir al ídolo y celebrar sus hazañas. Un ritual colectivo.
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