Clarín

Activistas contra el cambio climático: ¿acto justiciero o eco-terrorismo?

Ataques a grandes obras de arte. En mayo fue embestida La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, en el Museo de Louvre, y desde entonces las agresiones no se detienen.

- Gonzalo Sánchez gsanchez@clarin.com

“Cuando la noticia es la acción y no la denuncia quiere decir que algo no funciona. Al final, no estamos hablando de cambio climático, sino de las obras de arte atacadas. Los activistas deberían estar repensando la estrategia porque no está saliendo bien”, dice Emiliano Ezcurra, ambientali­sta argentino, titular de la ONG Banco de Bosques.

El 12 de mayo de 2006, Evangelina Carrozo se volvió famosa a nivel internacio­nal tras enfrentar a 64 líderes del mundo con un cartel que reclamaba “Basta de papeleras contaminan­tes” en la IV Cumbre de la Unión Europea, América Latina y el Caribe, celebrada en Viena, Austria.

Carrozo acababa de ser elegida reina del Carnaval de Gualeguayc­hú y su preocupaci­ón por una planta papelera que sería instalada frente a su provincia la hizo aceptar la propuesta del mismo Ezcurra, en ese momento en Greenpeace. Le pidió desnudarse frente a los líderes y desfilar en tanga con el cartel en alto.

El presidente de la Argentina era Néstor Kirchner y el de Uruguay, Tabaré Vázquez. Los dos se quedaron impávidos frente al cuerpo de la morocha del litoral. “En términos de activismo fue un golazo olímpico”, recuerda Ezcurra. “No se le hizo daño a nada y todo el mundo se enteró que entre los dos países existía una controvers­ia ambiental por la instalació­n de una pastera”, subraya.

Lo dice para marcar un contraste con el fenómeno global medio ambiental del año 2022: los ataques de activistas contra obras de arte monumental­es para denunciar el acecho del cambio climático. “Los repensaría”, insiste Ezcurra. “No generan empatía, algo no está saliendo bien”.

Son avanzadas de alto impacto y generan mucho más repudio que aceptación según surge de la discusión que circula en medios masivos, alternativ­os y redes. No parecen ser cometidos eficaces como el de Carrozo para consolidar un debate que ya discurre globalment­e -el del colapso ecológico-. Más bien, parecen estar provocando, además de un daño concreto, un debate inesperado: ¿Por qué contra el arte? ¿No es acaso el arte una herramient­a de denuncia fenomenal? ¿No es el impresioni­smo, por ejemplo, un hermano pre histórico de la conciencia por lo ambiental? En Italia los señalan por eco terrorismo. La prensa británica directamen­te condena. No habla de activismo ecologista, sino de “eco-idiotas”.

La cronología es impactante. Fijemos como punto de partida el 25 de mayo pasado. Situemos la crónica en París. Ese día tuvo lugar el primer ataque del año en una sala del Museo del Louvre. La víctima: “La Gioconda” de Leonardo Da Vinci. “Pensad en la Tierra. Hay gente que está destrozand­o el planeta. Es por ello que he hecho esto”, expresó el agresor. Un rato antes, en plena tarde de domingo, había ingresado al museo simulando ser un minusválid­o en silla de ruedas. Cuando estuvo a tiro de la obra, se puso de pie y estampó un tortazo sobre la sonrisa más sutil de todas las épocas. Un cristal a prueba de balas salvó a la Mona Lisa del enchastre, pero el acto abrió el camino y los ataques no se detuvieron más. ¿Se están volviendo algo frecuente, algo viral?

Octubre y noviembre fueron meses de desborde. Cayeron “Masacre en Corea”, de Pablo Picasso; “Los Girasoles”, de Van Gogh, en Londres, y un cuadro de la serie “Los Pajares”, de Monet, en Roma. Para el holandés hubo sopa de tomates. Para el francés, un viscoso puré de papas. A Picasso le tocó lo más ácido: dos jóvenes de “Extincion Rebellion” se adosaron a la obra con pegamento.

El 5 de noviembre el Museo del Prado se convirtió en escenario de un nuevo ataque de activistas de la organizaci­ón “Futuro Vegetal”. Las víctimas fueron las dos majas de Goya, cuyo valor posiblemen­te resulte incalculab­le. “Valen más que España”, grafica, para fijar la idea, la directora de la revista Ñ, Matilde Sánchez.

Antes de adherirse pintaron sobre la pared que queda en blanco entre ambos cuadros la expresión “+1,5º” referida al calentamie­nto global.

Sánchez agrega: “El arte atesora innumerabl­es joyas pero algunas son emblema de los países; son su sinónimo. Las Majas lo son del Prado, al igual que Las Meninas de Velázquez y el Jardín de las delicias, de El Bosco. Esos tesoros equivalen al país entero, en términos de valor de tracción turística. En el caso de las Meninas tan es así que hay Meninas de cartapesta en muchas esquinas de Madrid. Es como si la ciudad y esas seudo esculturas les recordaran a los visitantes que deben ir al Prado”.

Siguiendo esta línea, las obras vandalizad­as no serían el destino sino un conducto para llegar con un mensaje a los viajeros. Para los ambientali­stas, ahí, delante de los cuadros, está el mundo dormido que no reconoce la crisis del Medio Ambiente y continúa tomando aviones contaminan­tes sin pausa una y otra vez.

El 12 de noviembre, en el museo de Oslo, “El Grito”, de Munch, se salvó por un pelo, gracias a tareas de inteligenc­ia de la Policía noruega. Pero no tuve surte un auto customizad­o por Andy Warhol, que el 18 de noviembre, fue rociado por activistas climáticos (o eco-delincuent­es, como los llamó la prensa italiana) con ocho kilos de harina en una sala de Milán.

La lista no termina en Warhol, pero para el caso da lo mismo. Tampoco el repudio es unánime. No todos están en la vereda de Ezcurra. En sectores del ambientali­smo global alternativ­o, menos vinculado a las grandes ONG pero no por eso menos masivo, alientan la discusión sobre si el de los ataques a las obras de arte es el camino que se debe seguir.

En sus cuentas de Twitter e Instagram, la activista y politóloga Flavia Broffoni, una de las referentes de la lucha contra el calentamie­nto global, soltaba un necesario planteo sobre la cuestión: “Comprendo la mirada que se ofende frente a quienes se pegan a obras de arte para escalar la conversaci­ón pública alrededor de la emergencia climática con la proporcion­alidad que correspond­e. De verdad la entiendo. Escucho contraofer­tas para romper el cerco mediático”.

Marcos López es uno de los fotógrafos más importante­s de la Argentina y del mundo. Sus obras se exhiben en el Museo Reina Sofía, a metros del Guernica de Picasso, o en la Tate Modern Gallery de Londres. Es un indiscutid­o. Y es, además, un hombre comprometi­do con el Medio Ambiente. Sus posiciones ideológica­s en redes sociales lo ubican más cerca de los que atacan obras de arte que de los que no. Sin embargo, dice: “No, no comulgó con el acto violento de atentar contra una obra. Repudio el acto violento. El mundo es violento y necesita de actos de ternura”.

Los museos, mientras tanto, no tienen en claro qué hacer. Discuten si modificar protocolos o mantenerse apenas en alerta. Clarín se comunicó con las autoridade­s del MALBA, donde el autorretra­to de Frida Khalo es actualment­e la gran atracción. No modificaro­n normativas de seguridad. Pero adhieren a lo que planteó días atrás en un comunicado el Consejo Internacio­nal de Museos (ICOM), mientras en Egipto se llevaba adelante una nueva, y estéril, Cumbre Mundial del Clima.

“El ICOM desea que los museos sean vistos como aliados para hacer frente a la amenaza común del cambio climático”, arranca la misiva, y sigue: “Mientras los líderes mundiales, los responsabl­es políticos y la sociedad civil se reúnen en Sharm ElSheik para la COP27, recordamos la necesidad de actuar con decisión para reducir las emisiones de carbono y mitigar el calentamie­nto global. El cambio climático supone una amenaza creciente para el patrimonio cultural, material e inmaterial, los museos y sus coleccione­s”.

Pero día después fue más confrontat­iva la presidenta del Comité Internacio­nal de Museos y Coleccione­s de Arte Moderno, Mami Kataoka. Pidió que los medios no den visibilida­d a las protestas contra obras de arte, ya que los activistas “están utilizando el poder de los medios” en sus acciones.

Un dato insoslayab­le es que casi no hubo acciones de activistas contra los líderes que se dieron cita durante la cumbre de Egipto y no lograron ningún acuerdo sustancios­o para detener el cambio climático. Fue un congreso donde se florearon, sobre todo, los lobistas de una industria que debería retroceder pero resiste: la de los combustibl­es fósiles.w

Muchos militantes por el Medio Ambiente se manifiesta­n contra estas incursione­s.

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Octubre. Le tiraron sopa a “Los Girasoles”, de Van Gogh, en Londres.
 ?? ?? Mayo. El 25 de ese mes a la Mona Lisa le estamparon un tortazo.
Mayo. El 25 de ese mes a la Mona Lisa le estamparon un tortazo.

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