En las escuelas técnicas de la Ciudad las mujeres ya son el 35%
Suman más de 13 mil las estudiantes de las 26 escuelas públicas y 13 privadas de esta orientación.
Para llegar al taller de la Escuela Técnica N° 11 Manuel Belgrano hay que doblar desde la entrada hacia la derecha por un pasillo ancho y largo hasta pasar por una puerta de vidrio. Es viernes, y en las primeras horas de la tarde, no hay muchos adolescentes para esquivar en ese trayecto que parece más grande y silencioso que de costumbre. Como es el único día de la semana en el que las clases son solamente teóricas, ese espacio puede usarse para actividades extraprogramáticas. Entonces, las máquinas torneadoras, las soldadoras y el resto de las herramientas pasan a formar parte de un ritual de empoderamiento femenino.
Los viernes son de las chicas en el taller. Samira Reale y Celeste Chavarría trabajan muy concentradas en el boceto, con los cálculos del asiento del auto eléctrico que están diseñando y construyendo. Apenas unos minutos antes, Mirela Larramendi, una de las piloto del equipo estaba adentro del chasis probando las medidas con sus compañeras. Zahira Saeg, la jefa de mecánica habla y explica con una seguridad arrolladora, igual que Zoe Nieva, dos de las más antiguas del grupo. Del torno a la mesa de trabajo, van y vienen también Valentina Flores, Milagros Chavarría y Marilyn Pavón, porque si bien cada una tiene su rol, todas hacen todo y saben todo, son mecánicas y pilotos. Ellas son Las Recargadas, la primera escudería cien por ciento femenina del automovilismo.
Así se preparan para la edición 2022 del Desafío ECO YPF que convoca a estudiantes de todas las escuelas técnicas del país a que diseñen, armen y corran vehículos eléctricos de emisión cero. La primera carrera fue hace diez años. Las Recargadas participan desde 2018 y en este ámbito, tradicionalmente tan masculinizado, son todo un símbolo: Además de haber ganado varios premios como el octavo de milla y al auto mejor pintado, entre otros reconocimientos, al ser “las” pioneras motivaron a que los organizadores reformulen el reglamento y repiensen el cupo femenino. Así es como desde 2019, todas las escuderías estudiantiles deben incluir, al menos, una mujer.
No es casual que las Recargadas hagan “ruido” en el taller o en el Desafío Eco. No es azar que se las mire. Ellas están haciendo visibles los tiempos de cambio, momentos de apertura e inclusión en las escuelas de modalidad técnico profesional, lugares que estuvieron ocupados por varones desde su origen.
El pulso de lo que viene ocurriendo en las aulas y en los pasillos de las escuelas técnicas se puede vislumbrar en los datos. Solamente este 2022 las chicas que se anotaron para estudiar en las 39 escuelas técnicas públicas porteñas sumaron 12.039, cifra que representa el 35 por ciento de los estudiantes de esta modalidad distribuidos en las 26 especialidades que se ofrecen. Si se suman las 13 escuelas técnicas de gestión privada, ese número inicial se posiciona en 13 mil, según el Ministerio de Educación de la Ciudad. Pero si se toman como referencia solamente los últimos cinco años, el incremento fue de 5 puntos porcentuales.
No es menor si se tiene en cuenta que a nivel nacional la matrícula femenina se mantuvo relativamente estable entre 2011 y 2020, según el Observatorio Argentinos por la Educación. Pasó de 33,1 a 34,2%.
“El cambio que empieza a verse en la matrícula no es azaroso. Las mujeres estamos ocupando cada vez más espacios y las chicas empiezan a animarse más. Eso se ve, por ejemplo, en las actividades de promoción de las técnicas en las escuelas primarias. Hay visitas guiadas, y cuando las nenas de sexto o séptimo grado ven docentes y estudiantes mujeres, manifiestan su interés”, dice María de la Paz Colla, docente del Otto Krause y facilitadora pedagógica en la incorporación de tecnologías en el aula dentro del Ministerio de Educación de la Ciudad (INTEC).
Su colega, la asesora pedagógica digital Maura Rivero, coincide: “En los últimos años observo más mujeres en el cuerpo docente y esto es clave también en términos de promoción en cuanto a la toma de cargos de mayor jerarquía. De las 25 escuelas que asesoro desde 2019, 11 son técnicas y de esas, cuatro pasaron a tener rectoras mujeres en los últimos años”.
Puede que parezca un cambio pequeño, pero resulta significativo porque revela un movimiento creciente y firme que se potencia de manera circular. Mientras más mujeres egresan de las secundarias técnicas, más son las que vuelven -luego de terminar de formarse en los profesorados- para estar al frente de los cursos. Y no solamente en las materias más “feminizadas” como lengua y literatura, historia, geografía o inglés, sino que vuelven para enseñar física, tecnología de la representación, circuitos electrónicos, programación, hidráulica industrial
o toman los roles de MEP (maestras de enseñanzas prácticas) y se imponen en los talleres, a pesar de los obstáculos del camino.
En 2002, Yolanda Argañaraz fue la primera Técnica Metalúrgica egresada de la Técnica 33 Fundición Maestranza del Plumerillo, de Nueva Pompeya. Hoy tiene 39 años y da clases de física, fisicoquímica, dibujo técnico de automotores y biología (porque después hizo esta otra carrera) en cinco colegios y
es la “capa” de fundición en el taller de “las Recargadas”. Pero no fueron fáciles sus primeros pasos laborales.
“En una de las escuelas que empecé a trabajar no me saludaban, me escondían las herramientas, hasta tuve que llevar las que tenía en mi casa para poder trabajar con los chicos”, recuerda. “Mirá que acá no estamos para enseñarle nada a nadie”, le dijo el jefe de talleres, el primer día que fue a hacer una suplencia y antes de “chequear” su título. “Tuve que estudiar mucho y trabajar muy duro, para poder demostrar que podía y ganar mi lugar. Como estudiante llegué a tener el mejor promedio, estaba en un curso con 44 varones”.
A Giselle Bosio, también docente y parte del equipo Recargadas, nunca la dejaron soldar en su trayectoria como estudiante de técnica, lo aprendió en su vida profesional. “En esa época ninguna chica soldaba porque ‘a ver si te pasa algo’. Pero no nos accidentamos, ni las mujeres ni los varones porque seguimos los protocolos y las normas de seguridad e higiene en todos los casos.
Que las mujeres nos fuéramos a lastimar era parte del prejuicio”, sostiene. “Hoy todavía pasa, pero menos”. ■