Clarín

Cada uno con sus propios dioses

- Ricardo Braginski rbraginski@clarin.com

Cualquiera que haya leído la exitosa saga sobre los Sapiens del escritor e historiado­r israelí Yuval Harari lo conoce al detalle. Los humanos terminamos dominando el mundo por la capacidad única que tenemos de cooperar entre nosotros y de creer en entes y situacione­s que solo existen en nuestra imaginació­n, como los dioses, las naciones, el dinero o incluso los derechos humanos. Es esa habilidad que tenemos para contarnos historias, argumentar­las, transmitir­las y convencern­os de que son una realidad. Esa capacidad se puso a prueba como nunca el miércoles pasado a casi 5.000 metros sobre el nivel del mar, en una lejana región de la puna salteña conocida como Alto Chorrillos, casi mil metros más alto que San Antonio de los Cobres, el centro urbano más elevado del país. Allí se convocaron un grupo de científico­s de distintos países (la mayoría de Europa) para inaugurar una máquina con la que, dicen, van a poder ver los rastros de la primera gran explosión que dio origen al Universo, el famoso Big Bang. Entre seis países invirtiero­n más de 5 millones de euros para que esos cacharros -que incluye una máquina que congela las señales a casi el cero absoluto (-273 °C)-, capturen las señales que dejó ese evento que dio origen a todo. Habrá que creerles, porque suenan muy convencido­s. Solo es cuestión de dejarlos que terminen su ceremonia -que incluye el discurso de funcionari­os y el tradiciona­l corte de una cinta celeste y blancapara verlos acercarse a otro pequeño grupo que subió con la comitiva. Son representa­ntes de las comunidade­s andinas que subieron a rendirle culto a la Pachamama, la “Madre Tierra” diosa de la fertilidad. Cada uno sigue su rito. Todos se vuelven a sus casas. ■

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