La revolución del velo

Si algo logró la globalización es la pauperización del ecuánime relativismo cultural. En este mundo febrilmente interconectado, se diluye esa corriente de pensamiento que plantea que cada cultura debe entenderse dentro de sus propios términos.

La revolución del velo en Irán es un ejemplo. Casi una ruptura de los esquemas culturales. Pero hay un verbo que lo define mejor: “desafío”. El osado desafío de las mujeres iraníes es doble. No sólo esgrimen su libre albedrío para elegir si usan o no el hiyab, sino que, además, desafían la “moral” y el absolutismo de un régimen fundamentalista.

Si bien es cierto que para la cultura occidental es difícil percibir y comprender esta característica identitaria de la religión musulmana que es el uso del velo, también es cierto que desde su propio seno surgió esta discusión entre libertad e imposición de autoridades “moralistas”. Su cara visible es Mahsa Amini, la joven kurda que murió a manos de la policía de la moral en Irán.

Muchas jóvenes que profesan el islamismo llevan el velo con orgullo y decisión propia. Para muchas otras, es algo arcaico que se opone a los valores de igualdad de género. El problema es la imposición de su uso por supuestos protectores de la moral.

Claro que la imposición moral no es atribución exclusiva de países musulmanes. En occidente perduran “mandatos” religiosos familiares sobre lo permitido y lo prohibido. El problema es que en Irán, como otros países musulmanes, es el Estado a través de su “policía de la moral” la que controla que las mujeres y niñas cubran su pelo y cuerpo.

Así desvirtúan el sentido de la moral, que se supone que define cómo ser una mejor persona. Si el otro determina cuánto pelo o piel puedo mostrar en público y con eso califica mi reputación, es autoritarismo y dominio. Contra eso se rebelan muchas iraníes en escuelas secundarias y universidades. Es un fenómeno social y político, representa mucho más que el velo. Es una desobediencia en busca de un cambio de época, de normas y de gobernantes.

Conlleva consecuencias cruelmente graves. Los distintos estamentos de seguridad de la República Islámica marcan su “dominio” sobre las rebeldes con detenciones humillantes. En la Argentina, donde la perspectiva de género ganó terreno gracias a la lucha cotidiana de miles de jóvenes, debería haber un apoyo mucho más importante a las valientes mujeres iraníes. ■