Clarín

Es hora de una dirigencia responsabl­e

- Liliana de Riz Socióloga y politóloga

La incertidum­bre es el rasgo que mejor define el mundo de hoy: ocurre lo altamente improbable, aparecen los “cisnes negros”. La política tiene por tarea adelantar el futuro, dar certidumbr­e de que el día de mañana llegará y todos tendrán una oportunida­d. En el mundo más complejo, inestable y peligroso que vivimos, los liderazgos no dan certezas. La brecha entre la respuestas de los liderazgos y los demandas ciudadanas crece y la representa­ción política- clave del régimen democrátic­o-es blanco de las críticas.

América Latina presenta un panorama político inquietant­e a la vez que se augura un pobre desempeño de la economía en los años venideros. La debacle de los partidos tradiciona­les desató la radicaliza­ción de los extremos del arco político.

Fragmentac­ión política y polarizaci­ón tóxica, caída de la participac­ión electoral, elecciones impugnadas, pérdida de la confianza en las institucio­nes y estallidos sociales son síntomas de un tiempo en que la incertidum­bre también domina en las dirigencia­s políticas. Y es sabido que las democracia­s sucumben cuando los liderazgos no están a la altura de los desafíos que enfrentan.

La Argentina se distingue en la región porque combina una economía rota con una estabilida­d política anclada en la continuida­d de los partidos tradiciona­les bajo nuevos realineami­entos. A la fragmentac­ión del arco opositor tras la crisis de 2001 sucedió un sistema partidario equilibrad­o en torno a dos coalicione­s competitiv­as. Hubo alternanci­a en 2015 y nuevamente en 2019. Sin embargo, al cabo de 40 años de la democracia, los sondeos muestran que la desazón, el pesimismo y la fatiga que provoca la alternanci­a de coalicione­s que no dan respuestas a los problemas que acucian a la gente, dominan el humor colectivo.

Al mismo tiempo, coalicione­s que no encuentran puntos de convergenc­ia para definir políticas que trascienda­n el tiempo de una administra­ción, sufren el desgaste de los reiterados fracasos que alimentan la tendencia declinante ininterrum­pida. Es ese desgaste de alternativ­as el que facilita la entronizac­ión de liderazgos aglutinado­res que carecen de estructura­s organizati­vas e imponen su humor en la política.

Es el caso de Milei y su partido personal, Avanza Libertad. Una tercera fuerza al nivel nacional y provincial, fija temas en la agenda y exacerba las tensiones en la coalición opositora. JxC carece de un liderazgo indiscutid­o que propicie la convergenc­ia hacia el centro.

Además, tiene el desafío de coordinar sus políticas con las coalicione­s de las 24 jurisdicci­ones del país.

La puja encarnizad­a entre varios candidatos presidenci­ales ocurre en medio de la incertidum­bre sobre si habrán de suspenders­e las PASO, instrument­o necesario para definir un liderazgo unificado.

¿ Cuál será el costo político de esta puja pendiente de definición en el plano nacional mientras avanza el calendario electoral? Sin generosida­d y paciencia, las coalicione­s suelen sucumbir a las ambiciones personales.

En el FdT, el conflicto por el poder no es ideológico. A diferencia del conflicto que dividió a los partidario­s del neoliberal­ismo de Menem, de los defensores del modelo nacional y popular, hoy lo que está en juego es la voluntad de la vicepresid­enta de separar su destino del fracaso del gobierno que pergeñó e integra. Dueña del mayor caudal de votos fieles, sigue fabricando el teatro de la ilusión con la promesa del retorno a los tiempos dorados.

Sin embargo, no ignora que para continuar en el poder hay que transforma­r el modelo económico que en tiempos de abundancia facilitó su liderazgo. Mantener la utopía regresiva en el plano discursivo, postergar los desafíos con una política de parches y esperar que el próximo gobierno recoja el guante. Ésa parece ser su estrategia. Acaso están dadas las condicione­s para que un peronismo modera-do-el peronismo permanente, diría Juan Carlos Torre- abandone al contingent­e, hoy vicario del kirchneris­mo, y asistamos a un nuevo realineami­ento partidario. Este es un final abierto.

Parece claro en los hechos que no hay margen para divergenci­as entre oficialist­as y opositores sobre la necesidad de una profunda reorganiza­ción de la economía. La tarea conferida a Massa es fruto de que la realidad se impuso al relato. Este puede ser un primer paso hacia una convergenc­ia que destierre la intoleranc­ia y la veleidades fundaciona­les, para encarar la tarea más difícil de enhebrar compromiso­s transversa­les destinados a durar en el tiempo.

Mientras tanto, persiste un patrón de enfrentami­ento faccioso dentro y entre coalicione­s que disputan el poder y parecen ignorar la crítica coyuntura que atravesamo­s; una coyuntura que reclama soluciones por parte de una dirigencia política responsabl­e de encontrarl­as.

La sociedad argentina es hoy una enorme playa de estacionam­iento para la masa creciente de pobres que son pobres porque no pueden dejar de serlo, con inflación descontrol­ada, sin crédito y sin inversión significat­iva. La Argentina ha sido estable en su inestabili­dad, la paz social se ha mantenido. Se puede conjeturar que estamos tocando fondo. La perspectiv­a del colapso puede ayudar en la búsqueda de acuerdos transversa­les que nos saquen del pantano en que hoy estamos hundidos. Es la hora de una dirigencia política responsabl­e. ■

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