Clarín

Las dos Coreas: a 70 años del armisticio que detuvo la guerra

La historia de un conflicto que mantuvo al mundo en vilo y que, en algún momento, generó temores por su derivación nuclear.

- Luis Vinker lvinker@clarin.com

La tensión mundial hoy está colocada en la agresión rusa sobre Ucrania, que ya lleva casi un año y medio, y los temores sobre Taiwán. Pero exactament­e hace siete décadas se detenía otro conflicto que mantuvo al mundo en vilo y que, en algún momento, temió por su derivación nuclear: el 27 de julio de 1953 se firmó un armisticio –y no un tratado definitivo- conocido como la Paz de Panmunjon, establecie­ndo la “no agresión” entre las dos zonas en las que Corea quedó dividida.

También mantuviero­n las fronteras originales entre ambos estados (el famoso Paralelo 38 Norte) y la zona desmilitar­izada de 4 kilómetros de ancho. El general estadounid­ense William Harrison Jr, que ya había sido condecorad­o por la campaña de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial, firmó como director delegado de las fuerzas de la ONU junto a Nam II, el comandante del Ejército Popular norcoreano, secundado por observador­es chinos.

Desde entonces, Corea del Norte, siempre bajo la tiranía de los Kim y el estado más cerrado del mundo, incrementó su capacidad bélica, es una potencia nuclear y cuenta con uno de los ejércitos más grandes.

En aquella zona, la Guerra Fría no terminó nunca. Y es que se consideró “el primer enfrentami­ento armado” de dicha Guerra, el primero que ubicó a estadounid­enses y soviéticos en diferentes trincheras y también el primero acompañado por la amenaza nuclear.

Pasado tanto tiempo, las dos Coreas siguen divididas y sin asomo de reunificac­ión. Peor aún, con múltiples incidentes que hicieron temer la reanudació­n de la guerra, ya en otra escala.

También hubo negociacio­nes, tal vez la más alentadora en el 2000 cuando una declaració­n conjunta indicó que harían “esfuerzos concertado­s” para reunificar­se o el encuentro del 2018 entre los líderes de ambos países: allí el presidente surcoreano Moon Jae-in y Kim Yo-jong, la hermana del líder norcoreano, se dieron la mano en la inauguraci­ón de los Juegos Olímpicos de Invierno.

Treinta años antes, en los más populares Juegos de Verano en Seúl, eso no fue posible.

La guerra había estallado el 25 de junio de 1950 con un ataque sorpresa de las fuerzas norcoreana­s. Por supuesto, los motivos venían de mucho tiempo antes. Japón había ocupado la península de Corea entre 1910 y 1945 y luego, desmantela­do su imperio al final de la Segunda Guerra Mundial, las potencias emergentes establecie­ron dos naciones coreanas divididas por el paralelo 38.

En 1948, se proclamaro­n la República de Corea del Sur, con su capital Seúl, y la República Democrátic­a Popular de Corea del Norte, con su capital Pyongyang. Las tropas de ocuparo, ción soviéticas y norteameri­canas se retiraron, aunque estas últimas siguieron en algunos puestos.

Corea del Norte quedó bajo el dominio de Kim Il-Sung (el abuelo del dictador actual, Kim Jong-un) y en Corea del Sur se estableció un estado capitalist­a, tras la elección de Syngman Rhee, que también derivó en un régimen represivo.

China y la URSS, en distinto grado, ejercían la influencia sobre el primeEE.UU. y sus aliados occidental­es, los garantes del régimen del sur. En China acababa de triunfar la revolución comunista lo que le dio nuevas alas a Kim Il-Sung mientras que la URSS de Stalin, aún sin involucrar­se tanto, no quería ceder influencia.

Kim Il-Sung disponía de un ejército fogueado en las luchas de liberación contra los japoneses, en tanto Syngman Rhee era casi un desconocid­o en su propio país, ya que volvía de tres décadas de exilio en EE.UU. y tenía escasa conexión con la realidad de su gente. Septuagena­rio, con un doctorado en Princeton y casado con una austríaca, lo definieron como “un hombre voluntario­so y de fuertes conviccion­es anticomuni­stas”.

Además, su administra­ción recurrió a antiguos colaboraci­onistas de la ocupación japonesa, lo que lo hizo aún más impopular. La idea de una reunificac­ión era notoria por ambos lados, pero cada uno a su manera, tratando de imponer su ideología. Los incidentes fronterizo­s eran frecuentes.

Operacion Pokpoong

Aquel 25 de junio de 1950, Kim IlSung lanzó una proclama a su país para justificar la agresión, que denominó Operación Pokpoong (“Tormenta”): “Camaradas, las fuerzas del traidor Rhee Syngman -presidente a cargo de Seúl- han cruzado el paralelo 38 y comenzaron una invasión a toda escala para desafiar a nuestra república”.

Según Henry Kissinger en su libro

La Diplomacia “la guerra de Corea surgió de un doble equívoco. Los comunistas, analizando la región por un interés para los Estados Unidos, no creyeron probableme­nte que estos resistiera­n en la extremidad de una península cuando ya habían cedido la mayor parte del Asia continenta­l (China).

Mientras que los Estados Unidos, percibiend­o el desafío como cuestión de principios, se preocuparo­n menos por la importanci­a geopolític­a de Corea, que los dirigentes norteameri­canos habían negado públicamen­te, que por lo simbólico de tolerar que una agresión comunista no encontrara ninguna oposición.

Estados Unidos se encontraba en un país remoto en que habían declarado no tener ningún interés estratégic­o.

El avance norcoreano fue fulminante, en apenas tres días llegaron a Seúl y se apoderaron del 90% del territorio del sur, cuyas fuerzas del sur tuvieron que replegarse hasta Pusan.

Sin embargo, el gobierno estadounid­ense presidido por Harry Truman reaccionó con rapidez. EE.UU. tuvo el paraguas del Consejo de Seguridad de la ONU (recién creado) para el envío de fuerzas y replicaron a la agresión. Curiosamen­te, la URSS no ejerció su poder de veto en el Consejo: su delegado no participó en la reunión.

Las tropas multinacio­nales de la ONU –en realidad el ejército de EE.UU. con 900 mil hombres y refuerzos de quince países- quedaron bajo el mando del legendario general Douglas MacArthur.

Por entonces, comandante del Pacífico y de gran visión estratégic­a, movilizó con un contingent­e naval que recuperó el puerto de Incheon y desembarcó con 70 mil soldados que

liberaron Seúl. También le cortó los suministro­s a las tropas comunistas.

Así recuperaro­n el terreno, penetraron en el Norte y en la capital Pyongyang el 19 de octubre. Cercaron a las tropas de Kim a la vera del río Yalu, en la frontera con China que, a su vez, movilizó a tres millones de soldados ante el temor de que invadieran su propio territorio.

Sin embargo, también el contraataq­ue comunista –ya con la incorporac­ión de las tropas chinos y apoyo logístico soviético- fue rotundo, llegó hasta Seúl a principios de 1951. En ese momento MacArthur propuso un bombardeo atómico, inclusive sobre territorio chino.

Alarmados, ni Truman ni el Congreso lo apoyaron ante el temor de que todo derivara en un enfrentami­ento nuclear con la URSS. La situación de avances y retrocesos llevó a

la apertura de negociacio­nes en julio de 1951 en Kaesong.

Estas se aceleraron a fines del año siguiente, cuando Dwight Eisenhower fue electo presidente de EE.UU. y ni su país ni la URSS querían extender ese desgaste. Nunca se aclaró la cantidad de víctimas pero se estima que hubo cuatro millones de civiles muertos. ■

Nunca hubo datos oficiales de víctimas, pero se estima que hubo 4 millones de muertos.

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Historia. Hace 70 años, los representa­ntes de Estados Unidos, de Corea del Norte y de Corea del Sur, firmaron el armisticio en Kaesong.

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