Cambio climático en Argentina: se derritió un glaciar y se formó un lago
Es el Ventisquero Negro, en la base del Tronador. En el Conicet aseguran que es por el calentamiento global.
En esta historia todo es evidencia y nada es hipótesis. Es pura consecuencia. Donde ahora se ve la superficie espejada de un lago, había un glaciar.
Un glaciar cubierto por sedimento, que tenía la forma de una escarpada cordillera terrosa. Se llamaba Ventisquero Negro justamente por esa tonalidad. Los turistas que viajaban al Parque Nacional Nahuel Huapi se desplazaban 90 km para visitarlo. Les parecía asombroso que un glaciar fuera negro. No está más. Desapareció. El cambio climático lo devoró.
Es un hallazgo notable de científicos del Conicet, pero sobre todo un elemento que muestra la velocidad
con que los ecosistemas están viéndose afectados por el calentamiento global. En un escenario dramático de olas de calor y sequías, en el mes de los récords de temperatura planetarios, la historia del Ventisquero habla acerca de cómo ningún país puede mantenerse a salvo en la llamada “era de la ebullición”, según definió el secretario general de la ONU, Antoni Gutiérrez.
La primera fotografía que ilustra este artículo es del verano de 1942. En un playón de estacionamiento se ven colectivos que han trasladado viajeros hasta la base de la lengua de hielo del Ventisquero Negro. Son los pies del Tronador, en Pampa Linda, corazón del Parque Nacional. Las llamadas “morenas glaciarias” (lomadas) llegan hasta los choferes.
Para 2009, las formaciones ya no estaban. En junio de ese año, las lluvias incesantes y la dinámica del glaciar provocaron un aluvión descomunal. El casquete de hielo se fracturó, hubo una avalancha que alcanzó zonas pobladas, el lago experimentó primero un vaciamiento y el frente del glaciar se “reacomodó en retroceso”: comenzó una suerte de repliegue. Lo que se ve, entonces, es una fragmentación de pequeños témpanos esparcidos. Pero ya no las inolvidables morenas glaciarias que hasta la década del ’90 los viajeros podían apreciar.
“El retroceso es muy claro”, dice Beatriz Modenuti, investigadora superior del Conicet. Lidera uno de los equipos de biólogos que lleva adelante investigaciones en la zona. “Las condiciones climáticas fueron cambiando a través de los años. Menos cantidad de precipitaciones y mayor temperatura, en primer lugar. La isoterma del Monte Tronador dejó de estar en 0°, que es el indicador de nieve, y al estar más elevada el ventisquero fue perdiendo capacidad de acumulación de nieve”.
Modenutti es miembro del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) de la Universidad Nacional del Comahue: “En las regiones montañosas, el signo más evidente del acelere que tiene el cambio climático es la pérdida alarmante de glaciares, que lleva a la pérdida de un ecosistema particular, con un trastorno enorme para la biodiversidad. Los cambios en el glaciar impactan directamente en las condiciones de luz y nutrientes para los organismos biológicos que investigamos”, dice.
“Lo que sucede es que, por efecto del hombre y de países, como Estados Unidos y China, se emiten gases de tipo invernadero que provocan este calentamiento que sufre el planeta. El cambio se ha acelerado y es muy alarmante”, avisa Modenutti. “Sin duda son los gobiernos los que tienen que tomar las medidas más importantes a nivel global”, cierra la experta.
El Instituto Argentino de Nivología y Glaciares estudia lo que ocurre en Ventisquero Negro desde 2013. “Hoy es un glaciar muy grande. Tiene todavía mucha reserva de hielo. Pero también es uno de los que más masa está perdiendo”, dice Lucas Ruiz, glaciólogo del Conicet y miembro del IANIGLA,
“Cuánto se derrite un glaciar tiene que ver con la temperatura. Cuánta nieve acumula tiene que ver con las lluvias. Uno puede explicar lo que está pasando con los glaciares del Tronador a partir de lo que pasa con el clima en la zona. En los últimos diez años, la pérdida de masa aumentó por veranos muy calurosos. El último verano fue de los más calurosos de la historia en la Patagonia”, revela.
Los científicos explican que para que haya un cambio en los glaciares, tiene que haber siempre un disparador climático. Ruiz estudió el caso del
Perito Moreno, en Santa Cruz. En
2015, el glaciar más famoso de la Argentina, empezó un período de pérdida de masa. “Producto de eso, varios años después el glaciar respondió generando un retroceso de casi 700 metros”, explica. Pero en el caso del Tronador, por las elevadas temperaturas, todo puede tornarse más dramático. Además de ser un sitio bellísimo, es una de las montañas más altas de la región. Sus picos son una tentación para los andinistas. Es el lugar de la Patagonia Norte donde pueden encontrarse más cantidad de glaciares. La montaña condensa una superficie de 60 km de hielo, con glaciares de todo tipo en diferentes orientaciones. Sus nombres son célebres: Manso, Castaño Overo, Frías, Alerce, Ventisquero Negro.
“Ha estado sin cambios mucho tiempo -explica Ruiz-. Entre 1600 y 1850 tuvo lugar el último gran avance de los glaciares en el planeta. Es una era conocida como la pequeña edad de hielo. Desde entonces, el Ventisquero Negro prácticamente no acusó cambios. Donde está el mirador y paran los turistas, hasta el 2000, se mantuvo igual”.
Ruiz enumera hitos. En 2005 se empieza a formar el lago. Primero fueron dos laguitos. Luego uno más grande. Cada vez más profundo. En junio de 2009 ocurre el gran alud, que modifica las condiciones de la zona. “Subió el nivel del lago y los témpanos fueron desplazados en avalancha hacia la embocadura del río. Diez millones de metros cúbicos. A los pocos días, el lago parecía como vacío. Pero el glaciar volvió a generar témpanos y en simultáneo aceleró el retroceso, creció la superficie del lago. Hoy el glaciar es mucho más chico”, dice Ruiz y advierte: “El peligro de que haya un nuevo aluvión es algo que hay que tener en cuenta”.
El turismo sigue. Los viajeros se contentan con el espejo de agua de 70 m de profundidad atravesado por vientos todavía fríos. Toman fotografías ajenos al drama ambiental y regresan, muchos, sin advertir que la naturaleza se está modificando, peligrosamente, a pasos agigantados. ■