“Cómo mejorar el rumbo del país con políticos que no se interesan en la sociedad”
Dejando de lado el desorden económico en nuestra República, existe otro peor. El caos sociocultural imperante con fundamento en la incapacidad manifiesta, en orden al menos a dos de los tres poderes estatales. La inseguridad, carencia de salud y educación, la falta de respeto no sólo por los mayores, embarazadas y personas con capacidades diferentes, sino en todo sentido y a todo nivel.
Evidentemente, los responsables de la realidad debaten lo que quieren y se les antoja debatir y filosofar, acorde a las ganas del día a día y no a la necesidad del soberano. Lo hacen a modo de desafío al igual que los payadores y raperos, para consagrar un aplauso a los personajes creados por sus propios egos. Impostan la voz, gritan, juegan con los silencios, las miradas, manejan bien el lenguaje gestual y el verbal, como tantos próceres y procesados lo hicieran otrora. Sobre los acontecimientos no pueden opinar, tanto menos decidir o legislar, pues están ajenos a estos.
En cada reunión privada se escuchan proyectos, ideas, ideales y expectativas, tanto disparatadas como geniales. Por caso, entorno a la inseguridad en las calles y hogares hay quienes sugieren, sin necesidad de apelar a la pena de muerte, que podría implementarse, por ejemplo, la exigencia de obleas identificatorias con los datos del propietario/a de cada elemento de trabajo, garrafa, celulares y todo otro objeto susceptible de captar interés por parte de delincuentes.
A nivel tránsito, prohibir en calles angostas que dos autos se estacionen enfrentados. Que en tal supuesto respeten al menos una distancia mínima de veinte metros para el cómodo paso de los vehículos que circulan por la arteria.
También, identificar de algún modo los rodados en que se conducen personas que están en proceso de aprendizaje, en lo que al manejo de éstos respecta. Con relación a la droga, establecer el requisito de uno o dos controles anuales en individuos de ambos sexos de determinado rango etario, en oportunidades establecidas por el Gobierno. Similar a lo ocurrido en la pasada pandemia con el Covid. Esto justificado en que permitiría a la sociedad, al igual que la identificación de los aprendices en conducción, estar atentos a las posibles reacciones propias de las adicciones, como así también, ayudar a los dependientes de este tipo de sustancias tóxicas, conteniéndolos.
Inscribir o imprimir en los vehículos, principalmente en las motos, en la misma patente u otro lugar, una especie de código de barra o distintivo que pueda ser captado por las cámaras y/o radares colocados al efecto, como de hecho se hace en los peajes. Caso contrario, instalarles algo similar a las alarmas, que se disparan en los negocios cuando una persona pasa una barrera con un producto que posee la misma, no con el fin de que se dispare sonido alguno, sino para poder ubicar inmediatamente ante algún ilícito, los rodados de distinta índole que transitaron por la zona.
Ejemplos sobran de posibles alternativas a analizar si nos interesamos por mejorar el rumbo de nuestra sociedad. Desgraciadamente, se interesan quienes no tienen posibilidad alguna de aportar, y aportan a sus propios intereses quienes carecen de posibilidad, capacidad y empatía como para interesarse en la sociedad.
Por tal motivo, habiendo demostrado los “filósofos argentinos” congregados en el “Poder Legislativo” desde hace décadas, que no resuelven los temas sobre los cuales debieran legislar. Que en tal sentido abandonan a su suerte las circunstancias cotidianas, las que se agravan día a día por falta de regulación.
Y siendo que desde un laboratorio situado en otro planeta o nave espacial es imposible descubrir fórmulas pragmáticas que ayuden a la sociedad, propongo la reducción de las dietas de “algunos” diputados y senadores en un porcentaje ejemplificativo, para ayudarlos a ponerse en forma inteligente y compasiva, y que estas sean compartidas con el pueblo, en tanto y en cuanto el mismo elabore paralelamente proyectos cuya eficacia e idoneidad, se compruebe y aprueben en ambas Cámaras.
Esto, al menos, para que a quienes les quepa el poncho, sientan algo de vergüenza ante los hechos de público conocimiento, a los que no tienen acceso por hallarse inmersos en tubos de ensayo distintos y distantes al sufrimiento ciudadano.