Basura y felicidad
Se convirtió en referente global de la movida Zero Waste (Basura Cero) cuando contó que había encontrado una manera de generar, con su marido y sus dos hijos, sólo un frasco de poco menos de 1 kg basura por año. Para mensurar la cosa, cada argentino produce en promedio 1,15 kg al día, según fuentes oficiales.
Recordé a Bea Johnson a raíz de una nota de Clarín que cuenta que su método llegó a la gastronomía local, uno de los sectores que más desperdicios produce. Los primeros restaurantes Zero Waste aparecieron en Helsinski, Berlín y Londres y ya hay ejemplos desde el barrio porteño de Villa Crespo hasta el Impenetrable chaqueño.
La cocina circular (aprovecha hasta semillas y tallos) y la gastronomía de Km 0 o Km 30 (con productos de la propia granja o huerta o de otras ubicadas no más allá de esa distancia) son algunas de las claves de esa tendencia, que se vincula también con la generación de empleos genuinos en comunidades vulnerables, y que impulsan gobiernos diversos.
Bueno, Bea dio el puntapié. Nació en 1974 en Besanzón, Francia, y a los 18 años se mudó a California. Allá se casó, tuvo sus hijos y en 2006, una “epifanía”: “Empezamos a descubrir la vida a través del ser y no del tener”.
La teoría, que la llevó a escribir un bestseller, recorrer parte del mundo dando conferencias y convertirse en blogera e influencer, habla de un método que se basa en 5 erres: rechazar, reducir, reutilizar, reciclar y rot (compostar). En la práctica, contó que, al principio, se trató de una especie de compulsión por hacer todo por sí misma, desde el queso hasta limpiadores (con vinagre).
Uno piensa enseguida: es mucho, yo no podría, no tengo tiempo. Lo mismo le pasó a ella. “Estaba haciendo demasiadas cosas y no quería seguir así”, contó. “Entonces, por ejemplo, en lugar de amasar el pan, llevo una bolsa de tela a la panadería. Si no, terminás sin tiempo para disfrutar la vida”.
Bea no fue la única figura del consumo responsable y otras movidas vinculadas con el “menos es más” que apuntó en ese sentido. La japonesa Marie Kondo, bautizada como “gurú” del orden, confesó hace unos días a The
Whasington Post que cuando nació su tercer hijo se “rindió”. Y explicó: “Mi casa está desordenada pero la forma en la que paso mi tiempo está bien para mí en esta etapa de mi vida”. Encontrar un balance entre lo deseado y lo posible que nos haga sentir bien parece una verdad de Perogrullo pero es un consejo inmenso. Una especie de garantía de sustentabilidad para cualquier proyecto.
No sigo las 5 erres de Bea, apenas trato de reciclar. Tampoco leí a Kondo a conciencia. Pero las dos me dieron dos lecciones inesperadas. Además de recordar que ser flexible te puede hacer fuerte, ofrecen una alternativa a algo que de cotidiano nos parece inevitable: eso de exprimir todo hasta que no quede otra que el descarte.