La economía rusa resiste a las sanciones occidentales
Pese a un golpe inicial, Moscú esquivó las trabas con ayuda de India y China. Según el FMI, crecerá un 2,5%.
La Unión Europea respondió a la guerra de agresión rusa contra Ucrania enviando armas y municiones a Kiev y, sobre todo, con paquetes de sanciones que debían poner de rodillas a la economía rusa. Los análisis hablaban de que Moscú no resistiría, que la inflación que provocaría la falta de insumos por el trabe comercial generaría una depresión económica profunda.
Las sanciones económicas tienen algunos efectos evidentes, como la falta de repuestos para el mantenimiento de las aerolíneas rusas, pero la economía resiste. Las previsiones del Fondo Monetario Internacional dicen que el PBI ruso crecerá este año por encima del 2,5%, más que el de la Unión Europea y más del doble que el 1,1% que creció en 2023. Los europeos aprobaron esta semana, en el inicio del tercer año de guerra, su tercer paquete de sanciones. Empiezan a incluirse medidas para evitar que Rusia use a terceros países para escapar a las sanciones, porque creen que es eso lo que le permite escapar al hundimiento económico previsto.
Las razones para el crecimiento ruso son varias. Para empezar, Rusia ha podido seguir exportando su gas y petróleo a través de China y sobre todo de India, que multiplicó por 13 sus compras de hidrocarburos rusos. Ante esa situación de desvío del petróleo y el gas que Europa había dejado de comprar, el G7 aprobó un tope al precio del barril de crudo ruso. No pagarían más de 60 dólares independientemente del precio en los mercados mundiales. Se trataba de hacer que Moscú ingresara menos divisas por esas exportaciones. Tampoco funcionó porque Rusia empezó a usar flotas fantasmas de petroleros y a hacer trasbordos de petróleo en alta mar, borrando así las huellas de su origen.
Los europeos prohibieron también la exportación a Rusia de semiconductores y otros materiales necesarios para su industria militar y que Moscú apenas produce. Se trataba de impedir que disparara su producción militar. Pero Moscú produce a toda marcha comprando en terceros países. Empresas europeas exportan esos insumos industriales por ejemplo a empresas turcas, armenias o kazajas, que los reexportan a Rusia. En frenar ese flujo se centran las últimas sanciones.
Si en Estados Unidos hay hasta consecuencias penales para los directivos de empresas que violen el régimen de sanciones y las inspecciones son más corrientes, en Europa apenas se fuerza su cumplimiento. Para una empresa europea, incumplir las sanciones a Rusia, salvo en los casos más graves, no conlleva castigo penal sino una pequeña multa.
Las sanciones tienen algún efecto, aunque no es el prometido. La Comisión Europea estima que las exportaciones de mercancías rusas cayeron un 30% desde 2022 y que el rublo perdió el 43% de su valor con respecto al euro en el último año y medio. Los informes del Ejecutivo comunitario aseguran que el 58% de las exportaciones europeas a Rusia y el 61% de las importaciones están prohibidas y que Moscú ingresa por exportaciones de gas un 24% menos.
El gasto militar ruso, paradójicamente, sirve como medida fiscal expansiva, pero podría ser el inicio de una caída económica más profunda. Moscú gastó en 2023 más de 30.000 millones de dólares como parte del esfuerzo económico de guerra. Y lo hizo sin disparar el rojo fiscal porque los ingresos por petróleo, pese a las sanciones, aumentaron. Si los europeos logran bloquear esa exportación de crudo o al menos reducirla considerablemente, el daño económico será mucho mayor. ■