Serena y Corcho: la nena que gracias a un caballo logró “una vida normal”
Está diagnosticada con baja visión, enfermedad poco frecuente. La terapia la ayudó a mejorar su motricidad.
Serena tiene 13 años y desde muy chiquita hace equinoterapia.
Serena cepilla el caballo con una sonrisa. Es una de las cosas que más le gusta hacer cuando está con ellos. También le gusta bañarlos. Sentir su presencia de cerca. Le hace bien. Cabalga y espera hacerlo como deporte cuando sea grande.
Serena tiene la visión disminuida. Ve 10 sobre 100, es decir que sus ojos sólo ven a muy corta distancia. Es muy tímida al principio pero cuando toma confianza habla con mucha soltura y gracia. Los caballos en su vida representan un canal especial que la ayuda a desenvolverse en el mundo.
Hoy tiene 13 años y desde muy chiquita hace equinoterapia. Su problema de visión le impedía manejarse con normalidad, ya que no podía ver bien a su alrededor. Su médica recomendó a su familia que hiciera tratamiento con caballos para mejorar su motricidad y habilidades físicas, además de emocionales. Y el resultado, después de años de tratamiento, es evidente y emocionante.
El caballo que cepilla con una técnica particular se llama Corcho.
Una raza petisa, muy útil para casos como el de Serena. Es manso y está entrenado para dejarse manipular. Constanza Núñez -licenciación da en Terapia Ocupacional y coordinadora del centro Triada de Equitación terapéutica- explica que los caballos ayudan a chicos como Serena a manejar mejor su cuerpo y estimulan su aprendizaje.
“Ellos aprenden muchas cosas. Una que parece simple como cepillar estimula la memoria. Porque le enseñamos una técnica particular para cepillar y bañarlos. Además usamos cinco tipos de cepillos. Eso se lo tienen que acordar. Entonces cuando Serena viene, le pregunto cosas para que ella recuerde lo aprendido”.
Serena está diagnosticada con Hipoplasia del Nervio Óptico, una enfermedad poco frecuente. “La estimulamos desde muy chica. Le compramos un iPad para estimular la visión y nos recomendaron que lo primero que teníamos que hacer era subirla a un caballo”, cuenta Sol Castignani, su mamá.
“Con eso logró manejar mejor el equilibrio de su cuerpo, la profundidad, el sentido de la distancia. Esta terapia la ayudó mucho a sentir seguridad en espacio. Ella en el caballo empezó a conocer la sensade lo que es moverse rápido y saltar. Todo esto le dio seguridad para el resto de la vida”, agrega.
Serena hace equinoterapia desde los cinco años. Una vez por semana, en Pilar, va hasta Triada a cuidar y cabalgar caballos. Negrita fue el primer caballo que tuvo que cuidar. “Es el que más quise. Es el primero que conocí”, comenta la nena. Dice que en su casa tiene dos muñequitos, uno de peluche y otro de plástico, que son réplica de negrita.
Además de equitación, también esquía y nada. Mirá -dice Serena-, saca su celular y muestra a este cronista un video de ella esquiando en Bariloche. “Esa soy yo y adelante está el profe. El me muestra el camino y yo lo sigo”, narra mientras van pasando las imágenes.
La mamá explica los logros conseguidos con esta terapia. “Ella en un lugar nuevo, como cuando pasó del jardín al colegio, conoce el terreno como hace el caballo y una vez que ya lo conoce, se maneja con facilidad”. Cuenta que una vez se cayó de un caballo. “Ella vivenció que cayó pero inmediatamente se volvió a subir. Porque no le tiene temor a esos errores, entendió que son parte de la vida”.w