Desde las épocas de la URSS, el terror ultraislámico le apunta a Rusia en tono de venganza
Le facturan la invasión el siglo pasado de Afganistán, luego la ofensiva total en Chechenia y más recientemente su participación en la guerra de Siria.
En los últimos meses, en lo profundo de los desiertos del centro de Siria, las fuerzas rusas que cuentan con importantes bases militares en el país, se han unido silenciosamente al ejército sirio para intensificar los ataques contra los bastiones de grupos terroristas ultraislámicos, entre ellos divisiones del antiguo ISIS, incluido el bombardeo conjunto de lo que los informes de noticias locales llamaron las guaridas y cuevas donde se esconden los combatientes extremistas. Mientras el mundo estaba centrado en los conflictos en Ucrania y Gaza, este tipo de escaramuzas han estado latentes durante años en Siria, y el ISIS-K ha amenazado durante mucho tiempo con atacar a Rusia directamente para apuntalar el régimen de su enemigo jurado, el presidente Bashar al- Assad de Siria. Rusia, en 2015, dio vuelta la guerra en ese país a favor del régimen de Damasco y auxiliando de ese modo al aliado iraní.
El momento de la venganza pareció haber llegado el viernes por la noche con el sangriento ataque a la sala de conciertos. “El más feroz en años”, decía una declaración emitida el día siguiente por el sucesor más poderoso de la organización basada en Afganistán y que ha tomado las banderas e iniciales de la organización expandiéndose por la región.
“Han enmarcado este ataque en el contexto de la guerra normal y en curso entre el tradicional ISIS y los países antiislámicos”, dijo Hanna Notte, experta en política exterior y de seguridad rusa con sede en Berlín en el Centro James Martin de Estudios de No Proliferación. “Esto parece estar dentro del tema general de Rusia en Afganistán, Rusia en Chechenia, Rusia en Siria”.
En sus breves declaraciones del sábado, el líder ruso Vladimir Putin de Rusia prefirió no mencionar la reivindicación repetida dos días seguida del ISIS-K en el ataque, prefirió sugerir culpas de Ucrania poco convincentes y amenazó con castigar a los responsables. “Todos los perpetradores, organizadores y comisionados de este crimen recibirán un castigo justo e inevitable”, dijo en tono amenazante.
El zar ruso habló con Al-Assad sobre cooperación antiterrorista, entre otras cuestiones, en una llamada telefónica el mismo sábado, según reveló el Kremlin. Entre tanto la televisión estatal rusa busco sostener el relato que sugirió Putin, desestimando la responsabilidad del grupo terrorista de Afganistan. La narrativa no solo apuntó a Ucrania sino también a una supuesta ayuda Occidental en el masacre. La Casa Blanca emitió un comunicado el sábado repitiendo la afirmación de Estados Unidos de que ISIS-K era el responsable y recordando que tan temprano como el 7 de marzo se compartió información de inteligencia con Moscú advirtiendo que había señales consistentes de un posible atentados contra blancos rusos, incluido conciertos de música, pero el Kremlin reaccionó con desdén, sosteniendo que era un esfuerzo para asustar y desestabilizar al país.
Sin duda, Rusia lleva un tiempo en el punto de mira de las organizaciones ultraislámicas, lo que en general es conocido erróneamente como yihadistas. La animosidad surgió por primera vez durante la guerra de la entonces Unión Soviética en Afganistán, que duró poco más de una década desde 1978. El conflicto con estos grupos fanatizados continuó luego durante las dos brutales guerras de Rusia en Chechenia con un arrasamiento y matanza generalizada de la población por parte del Estado y se intensificó cuando la Fuerza Aérea Rusa, como se señala más arriba, entró en Siria en septiembre de 2015. Es conocido que un grupo de 55 clérigos ultraislámicos sauditas emitieron una declaración pidiendo lo que describieron como una guerra santa contra Rusia como castigo por su intervención militar en Siria y predijeron que Rusia sufriría una derrota similar a la de Afganistán. Esa reacción era porque en aquel momento en particular el choque entre la corona saudita e Irán era total. Se sostiene que el ISIS inicial, si bien nace en Irak en 2003, se fortalece en 2011 en Siria con apoyo de fortunas árabes.
A finales de octubre de 2015, el año que nació el ISIS-K, una celula del grupo en Egipto se atribuyó la responsabilidad de colocar una bomba en un vuelo charter que llevaba a turistas de regreso a San Petersburgo, Rusia. La explosión sobre la península del Sinaí mató a las 224 personas a bordo. Poco después del ataque, Dmitri Peskov, portavoz de Putin, rechazó cualquier vínculo entre ese episodio y el despliegue de fuerzas de Rusia en Siria.
El ala de propaganda de la banda terrorista publicó un video de un cántico en ruso que incluía el estribillo: “Pronto, muy pronto, la sangre se derramará como el mar”. La letra de la canción también sugería que el dominio musulmán regresaría a las regiones rusas donde alrededor de 20 millones de musulmanes forman una parte sustancial de la población, incluido el Cáucaso, Tartaristán y la anexada Crimea. Rusia era muy consciente de la amenaza. Una serie de sangrientos ataques terroristas llevados a cabo en su mayoría por extremistas locales contra una escuela en Beslan, un teatro de Moscú, todos a comienzos de la primera década del siglo, centros de transporte y otros objetivos dejaron cientos de rusos muertos y una sensación de temor frente a un increíble desafío. El Kremlin, con la esperanza de que ningún incidente terrorista estropeara los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, dio lo que se consideró al menos una aprobación tácita para que extremistas del Cáucaso o de las comunidades de inmigrantes de Asia Central en Rusia partieran. Miles se fueron. El ruso se convirtió en el segundo idioma más frecuente entre los combatientes del ISIS después del árabe, dijo Colin Clarke, un experto en contraterrorismo del Centro Soufan. En febrero de 2017, Putin dijo que alrededor de 4.000 rusos y otras 5.000 personas de países de Asia Central que formaban parte de la Unión Soviética habían ido a luchar a Siria. “Entendemos el enorme peligro que representa para nosotros, para Rusia, este foco de terrorismo en el territorio de Siria”, dijo durante una reunión con militares.
Al observar los videos del ataque a la sala de conciertos rusa, Clarke dijo que los cuatro atacantes parecían estar bien coordinados. Dijo que sospechaba que se habían entrenado en un campo del ISIS-k en Afganistán, donde tiene su base, y fueron enviados a Rusia. “Este no fue un ataque de algunos tipos radicalizados que actuaron por su cuenta”, dijo Clarke. ■