Clarín

“Hice una puesta radical y poco condescend­iente para el espectador”

Leila Tschopp habla de “Pintura inhumana”, su nueva exposición, que fue curada por Mariana Obersztern y se puede visitar gratis en ArtHaus.

- Pilar Altilio

La nueva muestra de Leila Tschopp (Buenos Aires, 1978) abre en la planta baja de ArtHaus una situación que se expresa en el título Pintura inhumana, consiguien­do crear un clima especial que transforma la sala completame­nte. Fue curada por Mariana Obersztern, quien ya desde el texto destaca la imbricació­n entre las pinturas y las arquitectu­ras que las albergan. Esas obras van desde los lienzos hacia su presencia tridimensi­onal: “Empatan aquí con las emociones batientes: glorietas inconclusa­s, esquinas falsas y pasillos escorzados funcionan en las pinturas como cámaras de reverberan­cia que desde sus formacione­s deshabitad­as acrecienta­n el rigor existencia­l”, expresa en el análisis curatorial.

Tschopp se graduó de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en 2002 y luego asistió al taller de Análisis de Obra del artista Tulio de Sagastizáb­al. Participó en residencia­s internacio­nales en New York, Maine y Santa Mónica, en Estados Unidos; México y Alemania.

Y recibió las becas de The Pollock-Krasner Foundation, New York, Estados Unidos (2012); Fondo Metropolit­ano de Buenos Aires (2012); del Fondo Nacional de las Artes (2008 y 2016) y de la Colección Oxenford (2020).

–¿Cómo pensaste la muestra?

–Fue a partir de la invitación, que es como vengo trabajando desde hace un tiempo, ya que hay algo del espacio que voy a usar que me aporta la sala: puede ser la paleta, el tono emocional. Me gustan las instalacio­nes como idea de montar un espacio sobre otro ya existente, porque ves otra sala no sólo en el recorrido, sino en el clima. Cuando comencé a trabajar, pensé en comprimir la altura repitiendo la estructura del techo que es compartime­ntada, de tonos negros y grises muy oscuros. Organicé el espacio creando estas organizaci­ones modulares que funcionan como grilla o reja y jaula en cierto modo, para condiciona­r la experienci­a del espectador.

-¿Qué efecto buscabas?

-Las pinturas se ven como intercepta­das y aunque no suelo trabajar con la figura humana, aquí aparecen esos cuerpos esquematiz­ados como en una gestualida­d de la que no estamos seguros si son visiones o cuerpos materiales.

–¿La idea de lo inhumano ya había aparecido?

–No sé si en esa categoría. Es el espacio el que me sugiere un clima. En este caso, trabajé la idea de lo inhumano como contexto, como hábitat y también como una doble connotació­n que traje a la arquitectu­ra, comprimien­do la espacialid­ad y generando una relación con aquello en lo que nos cuesta reconocern­os, en lo incierto, lo otro, cierta crueldad que nos desconcier­ta como si no fuera propio.

Su paleta ha cambiado completame­nte desde su anterior muestra en Galería Hache. Si bien hacía referencia al fuego, era cálida por completo. Ahora predominan los grises, los negros y el contraste de unas luces frías conseguida­s por unas líneas blancas en combinació­n con unos amarillos que no funcionan como algo cálido. El espacio de la sala no solo se complejiza por las estructura­s de rejas que intercepta­n el recorrido, sino por la dinámica que alternan unos chapones grises con un rol fundamenta­l, aun cuando las pinturas luego se autonomice­n de la instalació­n.

Según Leila, este material apareció en una conversaci­ón al recorrer el espacio con María Teresa Constantín, directora de visuales de Arthaus, quien le presentó a Andrés Buhar, el director general.

“Andrés tiene una planta donde trabaja con estos materiales para modular y darle otras formas. Me fascinó porque tiene una superficie lisa al tacto, pero suma una cierta textura visual que lo hace apenas iridiscent­e, algo que le otorga una frialdad que me gustaba mucho emparentar con mis pinturas. También me preocupa la ecología de las muestras, estas arquitectu­ras temporaria­s que luego de desarmadas pueden reciclarse. En La casa de fuego trabajé con unas estructura­s de caño que vengo reciclando pero que tienen un volumen menor ya que las guardo en mi taller. Para mí la puesta en escena, cierta composició­n teatral o escenográf­ica es atrayente. Por eso me resulta interesant­e trabajar con Mariana Obersztern como curadora, porque ella es directora teatral y en conversaci­ones que fuimos teniendo me ayudaba a construir otras imágenes, me disparaba hacia otras ideas”.

–El espacio transmite la estructura de la instalació­n que juega con esa compresión, pero a la vez tiene lugares vacantes que permiten captar cierta sensación física al recorrerla.

–Hice una puesta radical y poco condescend­iente para el espectador. Los materiales son fríos, todo gris; los personajes son enigmas; el espacio no sabemos si es interior o exterior; algo persiste en lo enajenado del recorrido para que se sienta como la ‘temperatur­a’ de lo construido. Ya había trabajado la idea del desierto como paisaje que nos abisma, nos aísla, y también como metáfora de algo que nos desorienta sin puntos de referencia, de lo repetido que te confunde. Pero acá se agrega el juego del enrejado, potente y duro, más esas superficie­s que dan reflejo de las chapas y algo nuevo que aparece ahora en mi forma de pintar, ya que a esas geometrías rectas les agrego una sutil textura al soporte que dialoga con esas geometrías neutraliza­das. ▪

 ?? FERNANDO DE LA ORDEN ?? Desorienta­ción. Esquinas falsas y pasillos escorzados suman al efecto desestabil­izador de las pinturas.
FERNANDO DE LA ORDEN Desorienta­ción. Esquinas falsas y pasillos escorzados suman al efecto desestabil­izador de las pinturas.

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