Clarín

Cómo lidiar con la incertidum­bre

- Sonia Abadi

Yun día todo cambió. Como un tsunami. Tuvimos miedo, desconcier­to y desamparo. Sobrevivir en un mundo que nunca imaginamos. Cosas que parecían imposibles de cambiar ya no existen. Tratando de darnos ánimo nos llenamos de palabras vitales. Oportunida­d, nuevo paradigma, reinventar­se. Hay que adaptarse a este nuevo escenario. Pero no hay forma de hacerlo de una vez. Necesitamo­s ir ajustando sutiles matices. Y hasta las resolucion­es más dramáticas e inapelable­s pueden revertirse en cualquier momento.

El mayor esfuerzo es revisar cada día nuestras formas de adaptarnos. Paradójica­mente, el esfuerzo no sirve. Lo que nos hace más aptos para este mundo resbaladiz­o, es la relajación. Con el cuerpo, las emociones y la red mental laxos para que aparezcan nuevas combinacio­nes y dinámicas.

Acciones y actitudes que sirvieron en un primer momento ya cumplieron su función y no tiene sentido sostenerla­s. Habrá que volver a adecuarse una y otra vez.

Pero no se trata de una experienci­a individual. Es necesario estar en comunión con el contexto social, mundial, los riesgos, los aciertos, las tendencias. Percibir en cada momento dónde están los otros y cómo se mueven.

Ágiles, flexibles, retomando cada vez ese equilibrio inestable que representa el movimiento continuo. A veces la mente lógica nos traiciona e insistimos en seguir el camino que nos habíamos trazado. Apuntando a los objetivos predetermi­nados, perdemos el registro de las interaccio­nes múltiples que están sucediendo y la capacidad de procesar la abundancia que nos desafía.

En este escenario incierto, ambiguo, complejo, el sistema operatorio es insuficien­te e inadecuado. Hoy precisamos ser más conectivos y asociativo­s con inteligenc­ia emocional y social. Pero más aún, necesitamo­s hacernos expertos en incertidum­bre y capaces de procesar el desconcier­to. Ya no alcanza con la experienci­a porque lo nuevo no se parece a nada conocido.

Como dice Margaret Heffernan, empresaria y escritora, en su nuevo libro Uncharted, Cómo navegar el futuro: “En un entorno que desafía tantos pronóstico­s, la eficiencia no sólo no nos ayudará, sino que específica­mente socava y erosiona nuestra capacidad de adaptación y respuesta”.

¿Y qué es la eficiencia? La linealidad y la necedad de insistir en el camino trazado. Por eso, necesitamo­s sacarnos esa pesada armadura, y acostumbra­rnos a entender y procesar la ambigüedad. Así, libres de ataduras convencion­ales, estaremos disponible­s para la sorpresa, lo disruptivo e inestable. Tolerar el desorden, con menos planificac­ión y más ingenio, que hoy vale más que la eficacia.

En el mundo del trabajo todos estamos cambiando y vamos seguir haciéndolo. Algunos cambios serán transitori­os y otros definitivo­s.

Habrá quienes sólo necesiten rediseñars­e, transforma­r los modos de interactua­r, de comunicar, de posicionar sus productos o servicios. Esos apenas tendrán que ajustar la coreografí­a. Otros tendrán que reinventar­se. Y esto hasta puede significar cambiar totalmente de actividad. Ellos deberán aprender otros pasos.

En esta danza se entrelazan las líneas rectas de la técnica con las sinuosas y ondulantes de la intuición, la empatía y la creativida­d. Es una fusión, en la que la experienci­a y los saberes importan, pero también hace falta una gran versatilid­ad. Y el talento y la audacia para improvisar. El mundo ha dejado de ser lineal y cada uno de nuestros movimiento­s contendrá la semilla de lo exponencia­l. ■

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