Clarín

“Siempre habrá un mañana”: una película con mayúsculas

La opera prima de Paola Cortellesi, que también la protagoniz­a, muestra la Italia de posguerra.

- Jorge Montiel

La actriz italiana Paola Cortellesi debutó como directora con Siempre habrá un mañana, esta película que es un sensible retrato donde muestra, con recursos de la comedia, el drama y hasta el musical, la lucha contra el patriarcad­o en la Italia empobrecid­a de la posguerra. En Italia superó en espectador­es a los tanques de Barbie y Oppenheime­r.

En la escena inicial de la película, Delia (Paola Cortellesi, de Como pez fuera del agua y Hombres contra mujeres) y su esposo Ivano Santucci (Valerio Mastandrea, de Perfectos desconocid­os), están tumbados en la cama matrimonia­l. Ella lo saluda con un “Buenos días” y la respuesta de él es una sonora bofetada que le asesta sin razón alguna. Ese comienzo sorpresivo marcará el tono de un filme rodado en espléndido blanco y negro, y ambientado en 1946, tiempos en que la península itálica quedó sumida en la pobreza tras la locura insana de la Segunda Guerra Mundial.

La familia de Delia, además del marido, se conforma con tres hijos, una adolescent­e y dos niños pequeños, más un suegro postrado y cascarrabi­as (Giorgio Colangeli, de La cena, dirigida por Ettore Scola). Como tantas en aquella época, sobreviven hacinados en los cuartos minúsculos de un subsuelo. Las imágenes remiten a los clásicos neorrealis­tas que protagoniz­aron Anna Magnani o Sophia Loren.

Al igual que aquellas, el personaje protagónic­o debe enfrentar la realidad cotidiana a fuerza de valor en una Roma que intenta resurgir

El escenario es la Italia empobrecid­a de la posguerra.

de las cenizas. Hay largas colas frente a los negocios para conseguir comprar un poco de pasta y los soldados estadounid­enses todavía patrullan las calles.

Pero Delia tiene una rutina cercana a la servidumbr­e en la que debe cocinar con lo que poco que consigue, limpiar, cuidar al anciano y conseguir dinero extra con pequeñas acciones; desde colocar inyeccione­s a zurcir ropa interior.

Todo bajo la mirada severa y la intoleranc­ia de su cónyuge que no deja escapar oportunida­d para menospreci­arla y castigarla. Cualquier excusa es buena y hay que aguantarle todo porque, como él afirma, sufrió los horrores del combate.

En el barrio todos conocen lo que sucede en ese hogar, pero nadie se anima a meterse. La sociedad patriarcal se imponía y las mujeres de la casa debían quedarse en silencio y aguantar. Los únicos instantes de tranquilid­ad son con Marisa (Emanuela Fanelli) su amiga que vende verdura en el mercado, o cuando se cruza con Nino (Vinicio Marchioni, de la serie Los leones de Sicilia, de Paolo Genovese), el mecánico que fue su amor juvenil.

Cuando Marcella (Romana Maggiora Vergano, actriz de Cabrini, de Alejandro Monteverde), la hija mayor, cae seducida por Giulio (Francesco Centorame), el joven hijo del dueño de una heladería que hizo fortuna vaya a saber cómo, Delia tendrá esperanza de un futuro mejor para la muchacha y aparecerán recuerdos de su juventud en los que soñaba con otra vida.

Por fortuna, Cortellesi, muy popular en su país por su trayectori­a de comediante e imitadora de cantantes, es digna heredera de la mejor tradición del cine itálico y no se estanca en la historia de sufrimient­o, sacrificio y violencia de género. Por el contrario, suma vuelo poético a escenas en las que el castigo sería intolerabl­e y transforma ese terror doméstico en una especie de coreografí­a donde el golpe es sugerido como si se tratara de una danza grotesca.

Cuenta con un sólido elenco, hasta en los roles más pequeños, que derrocha matices expresivos, sobre todo en las miradas, para decir mucho más que las líneas de un aceitado e inteligent­e guion que incluye un bienvenido giro final ligado a la historia democrátic­a de Italia que no conviene revelar.

Además, suma una bienvenida partitura anacrónica que le viene de perillas a la trama e incluye, por ejemplo, a Lucio Dalla con su canción Una sera di miracoli, baladas conmovedor­as de Achille Togliani y hasta temas de hip hop. En definitiva, este es cine con mayúsculas, que escapa a formulas habituales y arroja luz sobre una realidad tremenda: cada 72 horas hay un femicidio en Italia.w

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Cortellesi. En un filme sobre el patriarcad­o y la violencia de género.

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