“Mi mayor fuente de inspiración es lo que me hace sufrir”
Dalia Gutmann lleva su espectáculo de stand up a España por primera vez. Y en poco más de un mes aterrizará en el Maipo. Su humor, bajo la lupa.
El 18 de julio de 1994, en el atentado terrorista a la AMIA, Ramón Gutmann, el padre de Dalia, quedó sepultado entre los escombros del edificio: trabajaba en la Asociación Mutual Israelita Argentina.
Lo encontraron con vida casi dos horas después, lo internaron y volvió a casa.
Tiempo después, él escribió un documento de cómo se sintió disparado “desde la silla hacia la pared” y cómo aterrizó en caída libre desde el cuarto hasta el segundo piso, cuando dos vigas frenaron su cuerpo. En medio del desastre, le hizo dos bromas a su compañero de oficina. “No te vayas de joda por ahí con los dólares que te di”.
De esa gracia aún en la adversidad viene Dalia, 46 años, standapera de pura cepa, reina del enojo consigo misma, la argentina que en un mes plantará la bandera de su alegría en España. “Sé que el delirio y la forma medio loca que tengo vienen de haber vivido con ese hombre particular”, deduce.
Ramón murió en 2016. Reviviéndolo, Dalia se explica mucho de su forma de pensar, sentir, actuar. “De él heredé el hacer reír, pero siento que como mi papá no disponía del teatro y tenía muchas ideas en la cabeza, no podía sacarlas en el lugar adecuado. No terminaba de canalizar”.
Un día papá Ramón le preguntó sin vueltas: “¿No tenés miedo de volverte loca?”. Dalia usó toda esa seguridad y esa certeza de la que muchas veces carecía para tranquilizarlo: “No tengo miedo porque tengo el teatro”.
Anda “nerviosa, con ganas de llorar, mal dormida”. A la emoción de lo que será su primera vez en teatro en España, en mayo, se suma el rally local con su espectáculo Tengo cosas para hacer y la presentación de su documental en el BAFICI, el domingo y el jueves, Stand up a lo argentino.
Caótica es la etiqueta que más repite sobre sí. “Si no llego tarde, llego sufriendo. Todo mal organizado. Es como un homenaje en vida a mi viejo, que toda la vida fue así. Toda la vida escuché: ‘¡Es una carrera contra el reloj!’. ‘Hoy es el día D y no llego’. Me crié así y así soy todo el tiempo”, se ríe.
Y lanza una confesión: “Me di cuenta hace un par de años de que tengo que actuar todas las semanas para mantener la salud mental. Nunca le entré al mundo de la medicación”.
-¿La actuación como forma de equilibrio, casi un antidepresivo, una forma de salud mental?
-Lo de la medicación lo digo un poco en chiste, pero es cierto que encontrar un buen chiste sobre algo que duele es tremendamente catártico y sanador. Entendí que haciendo ciertas cosas voy zafando de caer en ciertos estados. Actuar es algo que se volvió adictivo, porque hacer humor es escuchar risas, y eso me hace bien.
-¿Cuál es tu mayor fuente de inspiración cuando te sentás a escribir un monólogo?
-Creo que mi mayor fuente es lo que me hace sufrir y lo que no puedo resolver. Por ejemplo, con esto del caos que es mi vida, hablo todo el show de vivir en el caos. Si bien todos sufrimos, hay gente que es mucho más prolija para vivir: ordenada, metódica, hace deporte. Me fascina la gente que puede vivir
así y lo sostiene, y en general me río mucho de ellos, pero porque los envidio.
-Ahora escribís en Clarín tu columna Sobremesa de mujeres.
¿Lo que hablamos las mujeres es tan distinto de lo que hablan los hombres?
-Sí. Empecé a hacer comedia más o menos a principios de 2000, y cuando arranqué a hablar sobre todo de temas de mujeres me di cuenta de que sí tenemos un montón de características. Si bien ahora de los roles han cambiado un montón en los últimos años y ya no son tan estancos como cuando yo era chica, tenemos una dinámica distinta entre mujeres.
-¿Por ejemplo?
-Cómo circula la conversación, la cantidad de ventanas que se abren, la dificultad para cerrar los temas. Me parece apasionante cómo somos las mujeres y, aparte, esa especie de terapeuta que tenemos adentro, que quiere analizar la vida de todo el mundo.
Tengo que actuar todas las semanas para mantener la salud mental. Nunca le entré a la medicación”.
-¿Existe un humor femenino y uno masculino?
-Muchas mujeres me van a detestar, pero creo que que sí. Me parece que hay un humor del mundo de las mujeres. Después, ser gracioso es otra cosa. ¿Viste eso que nos querían hacer creer en otro siglo, de que los hombres son graciosos y las mujeres no son graciosas? En ese sentido ahí sí creo que hay personas graciosas. Hay mujeres muy graciosas y hombres muy graciosos. Hay algo que tiene que ver con la experiencia de pasar por este mundo siendo y percibiéndote mujer y la experiencia de pasar por este mundo siendo hombre.
¿Cómo funciona en vos la autocensura? Era de la cancelación: ¿preferís pedir perdón que permiso?
-Me pasa todo, porque por un lado soy muy mandada y después me agarra mi superyo, que es enorme, y me pregunto: ‘¿Qué hiciste? ¿Qué dijiste? ¿Por qué dijiste eso?’ Esa es un poco la historia de mi vida también. Ya me acostumbré a vivir con esa historia interna mía de ‘hacelo’’ y después ‘¿Cómo hiciste eso?’... Creo que como estoy bastante acostumbrada a hablar de mí, y no estoy hablando desde todas las mujeres, dejo en claro que a mí me pasa esto y sufro con esto. Entonces nadie me puede venir a censurar lo que yo siento.
-Algunos humoristas presos de la época se van al extremo del corset, de tener total reparo en la ofensa...
-Y sí, hay un montón de gente susceptible y somos cambiantes y yo hago humor también sobre ser cambiante. Hay cosas que tal vez un día me parecen un horror y al otro me causan gracia.
-Vos misma remarcás siempre como característica propia la contradicción. ¿Qué grandes dualidades tenés?
-Querer estar tranquila y a la vez querer producir todo el tiempo. Que no me importe el aspecto físico y a la vez verme y me quiero morir. O la maternidad, que es la gran contradicción de la vida. Un vínculo de por vida, la persona a la que más amás y la más importante, y sin embargo decís a veces: ‘¡Váyanse todos y déjenme
sola un rato!’ Me parece sano que uno no banque lo que ama. Creo que todo el tiempo estamos en contradicción. Filosofando un poco, tenemos mente, pero también tenemos cuerpo y emoción. Entonces, hay como una pelea que a veces se genera entre lo que piensa tu cabeza y lo que sentís.
-“No se opina del cuerpo del otro” es una máxima de estos días. ¿Cómo manejás eso teniendo en cuenta que tu humor hacer referencia a tu cuerpo?
-¿Cómo alguien va a venir a decirme qué puedo hablar y que no puedo hablar sobre mí? Todos tenemos un cuerpo, todos tenemos un vínculo con nuestro cuerpo, ni hablar las mujeres que tenemos una convivencia con nuestros cuerpos tan cambiante: un día estás contenta, otro día te sentís la peor. Hacerrme la superada sería mentir.
La agenda frenética de Dalia tiene la llevará por barrios, ciudades, continentes. Hoy actuará en Morón, mañana en Canning, el viernes 26 en San Justo, el 27 en Banfield... Desde el 3 de mayo abrirá el telón en España (Barcelona, Madrid, Mallorca, Valencia, La Coruña y Málaga) y el 29 de mayo aterrizará en el Maipo. ¿Y si España adopta su humor, sería capaz de irse? “Hasta hace tres meses te hubiera dicho ‘ni en pedo, de Argentina no me mueve nadie’. Ahora algo raro me está pasando. Amo mi país, pero irme no me parece descabellado”.
La mujer de la broma como espada y mecanismo para “no caer en el agujero existencial” se reconoce “una neurótica que quiere ser un canto a la vida, aunque a veces se olvide de ese proyecto y una nube negra tome todo”. Y cierra: “Si no sacás mucho de lo que tenés, estás siempre rozando la locura. Y tener esta herramienta que no todos tienen te hace la vida más ligera, más llevadera”.