Clarín

Oda al 12, el bondi de mi vida

- Graciela Baduel Gbaduel@clarin.com

Ya va por los 93 y me sigue llevando a casi todas partes. Elegante, siempre de negro, gris y rojo. Nunca me deja de a pie, literalmen­te. Sé que cuento con él los 365 días del año. A veces tarda un poquito en llegar, sobre todo si es de madrugada. Sin dudas, “el 12” es parte de mi rutina cotidiana. Al menos desde que me mudé a la Ciudad.

“Contame tu vida en tres colectivos”, disparó una usuaria de X. Ninguna duda, el 12 es el bondi de mi vida. Muy lejos quedan el 6, con el que previo cruce a la Capital (con el que pasara primero) dejaba atrás Valentín Alsina para depositarm­e en el Centro. Y el verde 85, testigo de mis mañanas somnolient­as de guardapolv­os blanco hacia el Normal 4, más el regreso a casa en grupo adolescent­e, bullicioso e impune .

Pero es el 12 el que me alcanza desde hace años al trabajo, a los bosques de Palermo, a la zona de Plaza Houssay donde atienden mis médicos. Y en sus asientos iba y venía con mis hijas del jardín y de la primaria.

Por esas cosas del destino, la parada del que va hacia el sur queda a 20 metros de mi casa. “Es como tomar un taxi”, suelo decirle a familiares y amigos cuando preguntan, ¿a esta hora te vas a tomar el colectivo?

La terminal de Plaza Falucho está abierta e iluminada sea la hora que sea y esperar allí es muy seguro. Tanto que una gran estrategia es tomar alguno que te acerque a Luis María Campos y Dorrego (o a Avenida Santa Fe) que permita, cual subte, combinar con el 12.

Cuenta la historia que la línea nació en 1931, cuando la fundó un grupo de inmigrante­s españoles que quiso explotar una nueva faceta del transporte público de pasajeros: “el colectivo”. Por esa época se llamaba “61” debido a la similitud entre su recorrido y el del tranvía de la Compañía Anglo Argentina del mismo número.

Desde entonces va desde Puente Pueyrredón (Barracas) hasta Puente Pacífico (Palermo), por Montes de Oca, Entre Ríos, Callao y Santa Fe. Te lleva al Alto Palermo (cada vez menos, crisis mediante) al Zoológico (perdón, soy de otra época) y a la Rural (en mi caso a la Feria del Libro).

El 12 fue el primero que yo recuerde en tener aire acondicion­ado en casi todas las unidades: como viene de a varios, en aquellos años los que estábamos en la cola hacíamos todo tipo de maniobras para subir al que exhibía ese cartelito que prometía un viaje fresquito y sin humedad.

Ya nos olvidamos, pero pre SUBE había que andar juntando monedas para poder viajar. Pero en paradas estratégic­as un empleado de la línea cortaba boletos en una maquinita de pie ¡y aceptaba billetes! Dos pájaros de un tiro: se resolvía el problema del cambio y el acceso al coche era mucho más rápido.

En Plaza Constituci­ón, otra genialidad. Dos colas, una para los que no quieren esperar y otra para los que quieren viajar sentados.

Por mi parte, últimament­e lo vengo traicionan­do seguido con la bici. Pero él sabe que a un amor así nunca se lo deja del todo. ■

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