Los turistas sufren una ola de robos a la salida del Teatro Colón
Arrebatadores y punguistas que merodean la zona de noche se aprovechan del público, sobre todo de los extranjeros. Apuntan a billeteras y celulares.
"Mirá, acá el tema es sencillo y está bien claro. Los pibes piden comida en avenida Corrientes, después vienen acá, al teatro, que cuando hay función está más heavy, se aprovechan de la situación, se afanan los celulares, los venden, compran falopa, están para atrás y después los ves durmiendo en hall del Banco Ciudad, en la calle Uruguay", dice un runner que vive en Tucumán y Talcahuano. "Yo me voy a correr alrededor de la plaza de Cerrito y Paraguay, que está enrejada, porque en Plaza Lavalle el tema está picante. Ahora sigo para no perder ritmo, disculpá".
No quiso dar su nombre el vecino que vive a cien metros del Colón, aunque es una voz más que pide por más seguridad en los alrededores del coliseo porteño. "Andá a la calle Corrientes y vas a ver que son los mismos que vienen acá. No es ninguna ciencia, están visibles, pero no hacen nada", se queja a la distancia, retomando su trote.
"Yo salgo sin celular, ya me robaron dos veces y aprendí la lección. Al perro lo tengo que sacar sí o sí, aunque trato de evitar ir por Viamonte o Tucumán, que son calles más desoladas". Claudia María es brasileña y vive en Buenos Aires hace dos años y con una sonrisa cómplice dice que fue víctima dos veces de los arrebatos. "La última fue el mes pasado, estaba hablando con mi madre que está en San Pablo y me arrebataron el teléfono. Me fui de mi ciudad por la ola de inseguridad y bueno, sé de qué se trata", expresa con respeto, evitando ofender.
Clarín recorrió el miércoles a la noche las adyacencias del Colón, antes, durante y después de la función de la ópera "Ariadna en Naxos". En esas tres horas el paisaje y los testimonios resultan variopintos.
En la calle Libertad al 600, donde está la entrada a la platea y los palcos, hay buena iluminación. Muchos paseadores de perros van y vienen por esa cuadra porque "es más seguro y estamos a la vista de la seguridad del teatro". Les "llama la atención" la presencia de un patrullero en la esquina de Tucumán, vacío.
"Está desde las siete de la tarde – son pasadas las 21– pero sin policías adentro", dice uno de los recepcionistas de la puerta sobre Libertad. "Es la primera vez que yo veo un patrullero estacionado acá. Suelen pasar y siguen, pero no estacionan", desliza el hombre que lleva ocho años trabajando en la vigilancia del teatro.
Cuentan los dos hombres que custodian la entrada principal que el paisaje cambió rotundamente después de la pandemia. "Acá hay choreos en las tres entradas, cuando sale la gente. Están los arrebatadores, que vienen corriendo desde allá –señala hacia la Plaza Lavalle– o desde Corrientes y luego rajan para el lado de avenida Córdoba, donde está el Teatro Cervantes, que es bastante oscuro. Y chau, andá a agarrarlos", dice.
También indica que están "los profesionales del choreo", y los describe como punguistas que "vienen bien empilchados, se mimetizan con los espectadores que salen y en un segundo te roban".
"La semana pasada se dio que en dos días distintos volvieron dos personas que pensaron que se les había caído la billetera y el celular dentro del teatro, pero adentro no había nada", recuerda.
Caminamos por Plaza Lavalle, donde la iluminación ha mejorado y se percibe un clima apacible. La noche acompaña. "Yo vivo en Viamonte y Libertad y me gusta venir para acá, está tranqui, siempre trato de estar en lugares donde hay luz y gente. Por la paralela, Talcahuano, ya es otra cosa, hay gente tirada, medio pasada de merca o de chupi, pero aquí está más despejada. Cambió mucho cuando el Gobierno de la Ciudad levantó la ranchada que se había instalado en el medio de la plaza y generaba un ambiente preocupante", cuenta Eduardo, cincuentón, que lleva una década en el barrio.
"Cuando estaban ellos, no venía a la nochecita. En ese aspecto cambió para bien, además se ve más policías haciendo rondas, pero ahora veo que hay un patrullero en la esquina del Colón".
Eduardo, el vecino, se refiere a lo que sucedió en diciembre, una semana después de la asunción de Jorge Macri, cuando la Policía de la Ciudad desalojó pacíficamente a decenas de personas que habían tomado el centro de la plaza. "En la ciudad asumimos un compromiso con los vecinos: ordenar el espacio público para que puedan volver a disfrutarlo", había dicho Macri una vez consumado el desalojo. "Estuvieron como cuatro meses y el lugar se había transformado en un asentamiento muy precario, donde te incomodaba caminar cerca en horas de la noche. Yo fui uno de los cientos de vecinos que denunciamos la situación", agregó.
Volvemos para el Colón, donde está por terminar la función de "Ariadna en Naxos", para ser testigos de cómo se lleva a cabo la salida del público. Al arribar a la esquina de Tucumán y Libertad nos encontramos con tres patrulleros. Llama la atención tanta presencia policial, cuando los hombres de la puerta habían dicho que un patrullero ya era raro. "Ojo con la cámara pibe. Acá la mano está mal", advierte al fotógrafo un hombre de seguridad vestido de traje, sobre la vereda de Plaza Lavalle, frente a la entrada del teatro. ■