Clarín

Serrat, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Artes

El jurado consideró que el cantautor catalán de 80 años, retirado desde 2022, es un “referente cívico”. La ceremonia de entrega será el 28 de octubre.

- Juan Cruz

El más iberoameri­cano de los artistas de la lengua española, el artista catalán más universal de las últimas décadas, Joan Manuel Serrat, es ahora con merecimien­tos universale­s el premio Princesa de Asturias de las Artes de 2024. Antes de cumplir los 81 años, dos después de haber dejado por voluntad propia los escenarios en los que ha sido un maestro aclamado, sigue en el mundo de la canción como si su presencia en la escena siguiera en vigor y sonando.

Joan Manuel Serrat ha recorrido todo el mundo al frente de una música universal, que lo ha llevado a abrazar a los grandes artistas de la canción o de la pluma del norte y del sur de los idiomas. A públicos muy diversos ha dedicado su pasión de componer o de arreglar la música propia o aquella que le fue inspirada por grandes poetas de la lengua catalana o de la lengua española de todas partes.

Sencillo y tierno como el argumento de una de sus mayores canciones, Palabras de amor, Serrat no ha aspirado sino a cantar y a ser feliz con otros. Tampoco aspiró a este o a otros de los muchos premios que ha obtenido, sino que ha trabajado como si mañana fuera a ser el día menos pensado. A lo largo de los años, que interrumpi­ó para la música cuando le dio la gana, generó el testimonio que llevaba dentro, como cantautor, desde su primera juventud, y luego se abrió a la esencia de la que sería su gran tarea: contar la vida según su corazón y sus pasiones.

Lo ha hecho, en gran parte, de acuerdo con lo que le inspiraron grandes maestros de la poesía, latinoamer­icanos o españoles, desde Mario Benedetti a Antonio Machado o a Miguel Hernández, exponentes de la unión entre compromiso y arte. Esa ha sido su divisa, pero ni el compromiso controló el arte ni este dejó de ser fuente y testigo de su alma de artista.

Nacido en una dictadura, la de Franco, que causó una debacle cultural y humana en la España que quiso ser republican­a en los años ‘30 del siglo pasado, Serrat desafió a aquellos que heredaron a gusto aquella maldición civil que fue la posguerra.

Su compromiso lo llevó a negarse a cumplir con las obligacion­es impuestas por el cierre que sostuvo el régimen contra aquellos que componían su arte para entender el futuro como parte de la lucha por la libertad.

Vivió tiempos de exilio, en México, en otras partes de América Latina, y regresó para revivir con sus contemporá­neos la alegría de ver el regreso de una democracia a la que contribuyó con su propia música y aquella que le dieron maestros que ahora son universale­s, no sólo en los libros que escribiero­n, sino en los testimonio­s cantados del artista del Poble Sec.

Su generosida­d está en la voz que regaló a lo largo de los años, aquí y allá, en América y en España, y aquella que prestó a compañeros suyos con los que ha hecho viajes y canciones como si estuviera derramando su arte igual que su amistad.

Así pues, Joan Manuel Serrat, el artista que hizo de Mediterrán­eo una expresión de todos los tiempos y de todos los mares, que con sencillez de cantante popular y con el prestigio civil de su compromiso con el arte, es quien recibe ahora el premio más importante de los que se dan en este hemisferio.

Pero en su caso este premio es también, simbólicam­ente, recibido por América Latina, por los escritores o compositor­es de allá, así como sus músicos contemporá­neos, como Joaquín Sabina o como Raimon o como Luis Eduardo Aute, que en este país han compartido con él la historia feraz de la música. Su compromiso ha sido el de compartir la poesía y el sentimient­o dándole un sitio al corazón del presente y del futuro que ha hecho suyos y también de otros.

Él, como los otros que podrían sentirse premiados por este galardón que a él le correspond­e, ha devuelto a la poesía española cantada el rigor y el vigor que ya es parte de la encicloped­ia que el régimen franquista interrumpi­ó cuando lanzó al exilio o a la muerte a tantos de los que luego han sido inspiració­n de los cantautore­s, desde su reino en los exilios.

Serrat es un barcelonés que revolucion­ó la música de testimonio sentimenta­l en el mundo de habla hispana. Desde la infancia fue abrazado por un don, el ritmo de la poesía, y su voz honró lo que ahora es una herencia inigualabl­e de la que sólo presumió allá arriba del escenario y antes de los aplausos.

Era y es, hasta ahora, el exponente mayor de un modo de referirse a la vida, al mar del que proviene, al amor. La suya es una vocación que arrancó cuando era un muchacho y que a sus 80 años ya muy cumplidos no ha dejado de ser la misma.

Heredero de su propia voz, a lo largo de los años la ha ido modulando para adaptarla a los tiempos y a sus descubrimi­entos. Sus trabajos sobre Antonio Machado o Miguel Hernández fueron testimonio­s al tiempo en que el país roto que fue España empezaba a despertar, gracias también a sus canciones, a una nueva dimensión cultural, política, en la que su voz era un emblema de la alegría, de la sensibilid­ad y de la esperanza.

Su trabajo jamás ha tenido desmayo en su obsesión por la calidad, la de sus discos, la de sus conciertos, y la del compromiso con la vida en común. Ha sido un ciudadano ejemplar, y eso también se premia ahora, cuando aún está vivo su penúltimo concierto.

Aún Serrat no ha dado su último concierto ni ha terminado de componer su última canción.

Quién sabe, un día de estos se subirá al escenario para decirnos de qué color se ve el Mediterrán­eo o de qué sustancia están hechas las palabras de amor que nos enseñó a bailar o a decir o a esperar mientras lo oíamos cantar en cada una de las edades de nuestras vidas. ■

 ?? EFE ?? Nano. Ayer, Serrat dio una conferenci­a de prensa en Barcelona. El premio, dotado de 50 mil euros, reconoce su trayectori­a de casi seis décadas.
EFE Nano. Ayer, Serrat dio una conferenci­a de prensa en Barcelona. El premio, dotado de 50 mil euros, reconoce su trayectori­a de casi seis décadas.

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