Clarín

Cupido juega en Boca: elogio de Edinson Cavani

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Es un ilusionist­a. El tipo lanza la flecha, el hincha la ve, la atrapa y se la devuelve. Un juego casi teatral. Un pacto escénico. La flecha de Edinson Cavani es como el perro de Carlitos Balá, Angueto. Lo dice la canción del can invisible: “La vida tiene mil cosas que son hermosas y no se ven”.

Llegó como un concepto romántico, como algo más elevado que un goleador letal de estadístic­a. Podría estar haciendo la plancha en Dubai, entretenie­ndo con sus puñales a un jeque. Prefirió gambetear en la morfología de La Boca, con el Riachuelo empujando la lanza.

La historia de amor empezó fallida, con el novio plantando a la novia en el mismísimo altar. En agosto de 2022 un grupo de hinchas lo esperó en el aeropuerto de Ezeiza, pero Cavani nunca llegó. El pacto con Riquelme para emular al ídolo uruguayo de infancia Manteca Martínez a pura trepada de alambrado todavía estaba verde.

Hiperrelig­ioso, seguidor de Cristo, “El Killer” no se apuró. Una de sus máximas es pensar que “los tiempos de Dios son perfectos”, que nada ocurre antes ni después de lo que debe ser. Incluso los goles. El destino está hecho de otros relojes, maneja otros cronómetro­s.

En su sequía goleadora inicial en Boca, el hombre nacido en Salto tuvo que tolerar el humor argento más oscuro, la broma más brutal sobre su puntería. Un insolente le escribió en sus redes sociales: “Edi, si hubieras sido el piloto del 11S, las Torres gemelas aún existirían”.

No confronta, no se enfurece, sigue rezando Edi en voz bajita. Si se enoja, no agarra pescuezos a lo Marcos Rojo. Prefiere la diplomacia, la corrección del discurso o el silencio. Su mayor revancha, el plato que come frío, es perforar redes y enseguida arrojar la flecha imaginaria. Daño a terceros a punta de lanza.

Este Tarzán que reemplaza las lianas por los alambrados festeja así con arco y flecha porque reivindica a su pueblo originario, hace justicia con los invisibles y olvidados, pone en el mapa a los nativos Charrúas, los que ocuparon en un comienzo la costa norte del Río de la Plata, entre Maldonado y el Río Uruguay.

En un fútbol doméstico desdibujad­o por el VAR, ese asistente extranjero que atenta contra el ritmo, la picardía y la esencia del juego, “El Matador” viene a proponerno­s una tregua, un recreo visual, un espíritu lúdico, una oda a la simbología, un movimiento alegórico. El movimiento Cavani, la rebelión de las flechas.

En el Nápoles en el que vivió entre 2010 y 2013 se le llama al sentimient­o “Colpo di fulmine”. Un golpe como de relámpago. Ese destello eléctrico que atraviesa el pecho en cuestiones del amor. El rayo al que Julio Cortázar se refería como rompe huesos, ese “que deja estaqueado en la mitad del patio”. Edinson Roberto direccionó su mejor tiro y acertó: flechazo mortífero al corazón del hincha de Boca Juniors. ■

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