Clarín

La mujer que plantó a Picasso

- Judith Savloff jsavloff@clarin.com

París, 1943, ocupación nazi. Pablo Picasso (61) comía con la gran fotógrafa surrealist­a Dora Maar en el bistró Le Catalan. Ahí la vio. Françoise Guilot (21) estaba en otra mesa con una amiga y un actor a quien el pintor conocía. Se les acercó e invitó a las jóvenes, estudiante­s de arte, a conocer su estudio.

“Las chicas como vos no pueden ser pintoras”, le dijo Picasso. Un provocació­n y un error. Guilot era hija de una acuarelist­a y pintaba desde los 5 años. Había dejado de estudiar Derecho, como quería el papá, para ser artista. Fue detenida por protestar contra los nazis. No era una típica señorita sumisa.

Dos años después, vivían juntos en la París liberada. Tuvieron dos hijos, Claude y Paloma. Mientras, él pasó de ser conocido a celebridad y ella siguió pintando.

Guilot supo desde el principio cómo podía tratarla Picasso y que era un mujeriego crónico. Ella había “desplazado” a Maar y él tenía una hija con Marie T. Walter (Maya) aunque no se había divorciado de Olga Jojlova (madre de su hijo Pablo, básicament­e, por plata).

De todas formas, durante una década, fue más fuerte la conexión física entre ambos y la admiración de la pintora por el trabajo de Picasso, según ella contó.

Una vez Guilot le preguntó a Picasso por qué era tan agresivo con la gente que quería. No se animaba a hablarle directamen­te de ella. Dijo que le respondió: “Soy muy agradable con los que no me gustan porque, como no me gustan, no me interesan. Pero con los que aprecio soy desagradab­le porque quiero saber qué hay en el fondo, disecciona­rlos”. Como si, en vez de personas, fueran figuras de sus cuadros cubistas.

Al final, las cosas entre ellos se pusieron insoportab­les. “Nadie deja a un hombre como yo”, la amenazó él. “Te doy un año o me voy”, se plantó ella y en 1953 partió con los chicos a Nueva York.

Guilot siguió pintando, yendo y viniendo entre EE.UU. y Francia. A mitad de los ‘60 publicó Vida con Picasso, que se vendió como pan caliente a pesar de los intentos del pintor (y del Partido Comunista francés) de que no circulara. Guardó la plata de los derechos para que los hijos (a quienes Picasso no quiso ver más)- pagaran la demanda por su herencia. Luego, según denunció, él trató de cerrarle las puertas del mundo del arte.

Ella siguió. Volvió a casarse dos veces y tuvo otra hija, Aurelia. Murió en junio en Manhattan a los 101 años. “A mi edad, a veces, me canso de la vida pero de la pintura, nunca”, decía. Recibió la Medalla de la Legión de Honor en Francia y su obra integra las coleccione­s del MoMA y el Pompidou, entre otros museos. El Picasso de París abrió en marzo una sala dedicada a obras de ella.

Cada vez que pienso en Guilot y Picasso, me acuerdo de la mamá de la artista, Madeleine. Ella le había enseñado a pintar desde muy chiquita solamente con acuarelas, para que no pudiera borrar y tuviera que crear a partir de sus errores.

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