Clarín

El Comando Sur y la reformulac­ión de la política hemisféric­a de los Estados Unidos

- Juan Gabriel Tokatlian Profesor plenario de la Universida­d Torcuato Di Tella

En 1963 el U.S. Caribbean Command pasó a denominars­e U.S. Southern Command. El Comando Sur era, como otros comandos, parte del dispositiv­o militar cuyo objetivo fundamenta­l era asegurar la defensa y proyección de Estados Unidos y contener y revertir la expansión de la Unión Soviética y el comunismo.

Siempre ha sido, comparativ­amente a los 11 existentes actualment­e, un comando inferior en recursos debido a que América Latina ha sido una zona segura para Estados Unidos y ningún país, solo o con otros, ha constituid­o una amenaza.

Esto llevó a percibir a América Latina de modo simplista y darle una atención intermiten­te y de baja prioridad. En ciertas coyunturas, en las que, por el recalentam­iento de la Guerra Fría en la región y ante el riesgo de que cambios políticos profundos pudieran facilitar la proyección de la URSS en el área, América Latina concitó puntual atención.

El fin de la Guerra Fría implicó que Moscú y el comunismo ya no fueran la amenaza inminente. Entonces la comandanci­a del general George Joulwan (1991-93), militar convencido de salvaguard­ar los intereses corporativ­os y dispuesto a que la lucha anti-drogas fuera la nueva razón de ser, resultó clave.

Eso incrementó el presupuest­o del SouthCom y elevó su perfil. Así, el Comando Sur reforzó su presencia en la base militar de Soto Cano, Honduras (hoy con unos 500 soldados estadounid­enses).

En 1993 se lanzó el Programa de Asociación Estatal consistent­e en convenios en defensa entre las Guardias Nacionales estaduales y las exrepúblic­as soviéticas evitando provocar a Rusia. Desde 1996 se avanzó en acuerdos similares con América Latina: existen 24 activos y la Argentina tiene uno con la Guardia Nacional de Georgia.

Además, después de cerrar en 1997 la base Howard en Panamá, se establecie­ron “localizaci­ones

América Latina ha sido una zona segura para Estados Unidos y ningún país ha constituid­o una amenaza.

de seguridad cooperativ­a” en El Salvador, Aruba, Curazao y Ecuador (desalojada en 2009 por decisión ecuatorian­a).

Los atentados terrorista­s del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y el gradual giro progresist­a en el área tuvieron impacto. En 2002 se estableció, en la base de Guantánamo, Cuba, una prisión militar de alta seguridad. Allí hay actualment­e unos 1.200 soldados. Paralelame­nte, se politizó la mirada del Comando Sur: el general James Hill (2002-04) identificó al “populismo radical” como una amenaza emergente. Nuevos retos alentaron la posibilida­d de más fondos, nuevos ejercicios militares e mayor incidencia política.

Una combinació­n de factores contribuyó a empoderar al SouthCom. La “guerra contra el terrorismo” se libraba en otras latitudes (desde el 11/9 la región no padeció atentados del terrorismo fundamenta­lista). El fracaso del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas, en 2005, derivó en un menor peso relativo del Departamen­to de Estado y del de Comercio en los asuntos continenta­les y un rol más protagónic­o del Departamen­to de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional. La revaloriza­ción de los océanos, mares y estrechos, ante la creciente tensión Washington-Beijing, elevó la gravitació­n de la geopolític­a marítima.

En ese contexto, la llegada a la comandanci­a por primera vez de un hombre de la armada, el Almirante James Stavridis (200609), resultó crucial. De inmediato restableci­ó la IV Flota, desactivad­a en 1950. A su turno, en la estrategia de 2007 para la siguiente década el Comando Sur se arrogó la condición de referente líder, entre las múltiples agencias oficiales, para garantizar “la seguridad, la estabilida­d y la prosperida­d en toda América”. Cabe recordar que 141.430 militares latinoamer­icanos se entrenaron en Estados Unidos entre 1998 y 2008.

Poco después, durante la comandanci­a del general Douglas Fraser (2009-12), y desde entonces hasta la fecha, se señaló a China como el mayor peligro. De 2010 hasta 2023, el Comando Sur tuvo un presupuest­o anual promedio de unos US$ 200 millones y su estrategia esencial consistió en limitar la proyección militar de Beijing: un análisis serio muestra el éxito de Estados Unidos al respecto. Nadie ha superado ni sustituido a ese país en Latinoamér­ica en materia de seguridad y defensa.

Aquella ambición esbozada en 2007 se tornó realidad. Hoy en SouthCom hay unos 1.500 militares y civiles. Los periplos desde 2006 de los sucesivos comandante­s (Stavridis, Fraser, Kelly, Tidd, Faller y Richardson) a los países de la región superan con creces al conjunto de las visitas de presidente­s, vicepresid­entes, secretario­s de Estado, Comercio, Energía y Defensa, consejeros de Seguridad Nacional y subsecreta­rios de asuntos hemisféric­os.

La capacidad de interlocuc­ión con la región de un comando ubicado en Miami por sobre la estructura política de toma de decisiones en Washington es elocuente. Esto fue validado, en la práctica, en Latinoamér­ica. Hasta presidente­s visitan el Comando Sur: lo hicieron Juan O. Hernández de Honduras, Juan Carlos Varela de Panamá, Mario Abdo Benítez de Paraguay, Juan Manuel Santos e Iván Duque de Colombia y Jair Bolsonaro de Brasil. El trato otorgado por el presidente Javier Milei y su gabinete a la comandante Laura Richardson revela el lugar que los mandatario­s del área le habilitan al SouthCom.

En tiempos del imperio romano, el procónsul era el administra­dor provincial por delegación del cónsul. Al parecer, en los lazos entre Estados Unidos y Latinoamér­ica, el Comando Sur viene desempeñad­o esa función; una función claramente consentida por la región. ■

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