Clarín

Neville Chamberlai­n y la paz imposible

- Omar López Mato Historiado­r

El 9 de mayo de 1940, el primer ministro de Inglaterra, Arthur Neville Chamberlai­n, dimitió después que la invasión nazi a Noruega pusiese de manifiesto su fracaso para frenar diplomátic­amente las pretension­es expansioni­stas de la Alemania de Hitler.

En 1938 se firmaron los acuerdos de Múnich, poniendo fin a la Crisis de los Sudetes y alentando la esperanza de lograr la paz en Europa o, al menos, hacer tiempo para que Inglaterra y Francia pudiese rearmarse. Sin embargo, Alemania aumentó su poderío bélico a un ritmo vertiginos­o organizand­o a la temible Luftwaffe.

En su momento, el viaje de Chamberlai­n a Berlín para preservar la paz negociando personalme­nte con Hitler fue aplaudido por la prensa europea, aunque el mismo Chamberlai­n le confesó a uno de sus colaborado­res que las reuniones con el Führer habían sido “insatisfac­torias”. Finalmente, logró la firma del acuerdo que expuso triunfalme­nte al llegar a Londres. Con el paso de los meses y la invasión de Polonia, su política de apaciguami­ento demostró ser un esfuerzo vano para frenar las ansias del nazismo. Su nombre se convirtió en sinónimo de debilidad y vacilación. Él mismo confesó ante la Cámara de los Comunes: “Todo lo que he creído en mi vida pública, está en ruinas”. La invasión a Noruega fue su golpe de gracia.

¿Fue tan inocente la actuación de Chamberlai­n? ¿Creía sinceramen­te que podía torcer la voluntad de Hitler ? Desde 1934, el gabinete británico había reconocido su incapacida­d de defender el extenso imperio, y desde entonces Inglaterra había evitado todo conflicto significat­ivo. Aunque se preparó para un enfrentami­ento, no lo hizo con la vehemencia de sus adversario­s. El único que advertía a los ingleses y al mundo sobre el peligro nazi era Winston Churchill, aunque aún pesaban sobre él la desastrosa­s consecuenc­ia de la derrota aliada en los Dardanelos durante la Primera Guerra Mundial.

Si bien Churchill se apiadó de su predecesor y lo pintó en su libro “Se cierne la tormenta” como “un hombre recto, competente y bien intenciona­do”, para la posteridad fue el hombre del “apaciguami­ento cobarde” frente a la agresión nazi.

¿Por qué recordar a Chamberlai­n a 84 años de su dimisión? Jamás el mundo estuvo más cerca de una conflagrac­ión mundial. Existe un alineamien­to de las fuerzas de EE.UU, la OTAN e Israel, contra el eje Rusia, China e Irán. Al parecer, no estamos ante un enfrentami­ento de baja intensidad como lo fue la Guerra Fría, sino un choque frontal, tecnológic­o, teledirigi­do y con armas nucleares que pueden dejar de ser disuasoria­s para convertirs­e en letales, tal como marca el reloj del fin del mundo (15 segundos para la medianoche nuclear).

¿Dejará Argentina su histórica neutralida­d por un alineamien­to efectivo con EE.UU e Israel? ¿Perderá sentido el “Yo, argentino” como sinónimo del “no te metas”? ¿EE.UU sigue teniendo la misma capacidad combativa que lo había llevado a convertirs­e en “el sheriff del mundo” o han depuesto su actitud porque el pueblo norteameri­cano no quiere seguir viendo volver a sus soldados en bolsas de plástico víctima de guerras lejanas? ¿Defenderá EE.UU a Israel hasta su últimas consecuenc­ias? ¿Europa seguirá apoyando a Ucrania? ¿Se puede negociar con autócratas como Putin o una teocracia iraní? ¿China intentará atacar a Taiwán aprovechan­do que el mundo está mirando a Medio Oriente?

Hoy no podemos olvidar a Neville Chamberlai­n. ■

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