Clarín

Foenkinos: “Me interesa la posibilida­d de superar el fracaso y volver a la vida”

El autor francés vino a la Feria del Libro a hablar de su obra. Duelo, belleza, violencia y la “necesidad de delicadeza” son algunos de sus temas claves.

- Débora Campos dcampos@clarin.com

Poco antes de llegar a la Argentina el jueves por la noche, en uno de los pocos vuelos que deben haber aterrizado por causa del paro general, una de las editoras latinoamer­icanas de David Foenkinos protestó por una declaració­n espontánea que hizo y que quedó en un título poco feliz. La anécdota la cuenta el propio escritor francés ahora, en un espacio de colores neutros en el hotel céntrico en el que se aloja. Se divierte con su despiste como un chico con una travesura. Y hay algo libre y desprejuic­iado en el autor de novelas inolvidabl­es como La delicadeza (2011) y Charlotte (2015), que vino para conversar sobre su obra ayer en la Feria del Libro.

Su libro más reciente traducida al castellano es Número dos (Alfaguara), sobre el que anticipa que se rodará una película y se hará una obra de teatro en Londres. El segundo al que refiere el título es un niño de 11 años que superó todas las etapas del casting para la saga de películas sobre Harry Potter y es rechazado en el final, a manos de David Radcliffe. El niño en cuestión existió pero lo que cuenta la novela es ficción. Lo aclara la advertenci­a que escribiero­n los asesores legales de la editorial. Y lo aclara el propio Foenkinos, que sabe que varios de sus lectores han estado tras la pista de ese muchacho sin éxito.

Su presentaci­ón en la Feria del Libro -que cierra mañana- recorrió su carrera en la que el éxito parece una constante. La delicadeza, su quinto libro, superó el millón de ejemplares vendidos, recibió críticas hermosas y fue adaptada al cine con Audrey Tautou y François Damiens. –Es difícil leer Número dos sin pensar en La delicadeza, porque en ambas hay un duelo y una tristeza. Cuando se publicó

La delicadeza no usábamos la expresión salud mental con tanta frecuencia como hoy. ¿Es Número dos también una novela

sobre la salud mental?

–Escribo libros que son muy diferentes entre sí. Charlotte, La delicadeza, La biblioteca de los libros rechazados, Hacia la belleza... son libros muy diferentes y, sin embargo, todos están atravesado­s por temas que se repiten de una manera bastante obsesiva. Es cierto que hay un vínculo entre La delicadeza y Número dos, que es el regreso a la vida y la reconstruc­ción, ya sea a través de un duelo o de un fracaso que es muy violento. Porque es cierto que el fracaso de Martín Hill, al ser rechazado para protagoniz­ar a Harry Potter, puede leerse como un duelo. De hecho este chico dice en un momento dado: ‘Tuve la impresión de que mi vida había terminado’. Así que es un libro que aborda la posibilida­d de superar el fracaso y volver a la vida, y en ese sentido es cierto que hay conexión con La delicadeza, que es para mí un libro importante: cambió mi vida porque de repente vendió millones de ejemplares en todo el mundo y luego hice película con Audrey Tautou, lo que no estaba en absoluto previsto. Yo era un autor bastante periférico, publicaba por Gallimard, había tenido varios premios literarios, y de repente me convertí en un escritor superventa­s. En ese momento, me dije: "Realmente no quiero ser uno de ellos". Con respecto a la salud mental, una gran parte del libro refiere a eso y, curiosamen­te, escribí este libro en un momento en que muchos jóvenes se enfrentaba­n a la fragilidad, especialme­nte vinculada el Covid y a un período de incertidum­bre.

–La delicadeza se publicó hace 15 años y fue un suceso. La idea de la delicadeza parece hoy pasada de moda, en un mundo tan violento. ¿Cómo pueden haber cambiado tanto las cosas en 15 años?

–Es curioso que lo diga porque cuando escribí La delicadeza era muy reacio a utilizar ese título. No es un libro al uso y me parecía, no sé, un poco florido o etéreo y la novela tiene mucho de locura, mucho de humor, de absurdo. Pero al fin, sentí que era realmente la noción que estaba en el corazón del libro. Sobre todo definía la relación entre un hombre y una mujer: una relación delicada, es decir, que no embrutece al otro, que no se impone al otro. Tenemos a esa mujer que está de luto y la única manera de acercarse era la delicadeza. Delicadeza era una palabra que estaba en el aire en aquel momento y no estoy de acuerdo contigo en que ahora esté pasada de moda. Creo que cuanto más brutales son los tiempos, más necesitamo­s la delicadeza. De hecho, me atrevería a decir que la palabra que necesitamo­s ahora es lentitud. Para mí, por eso es tan importante la literatura, porque es el reino de la lentitud, de la intimidad y de la introspecc­ión, y creo que son nociones que nos hacen bien en una época brutal, agresiva y violenta. Seguimos necesitand­o la delicadeza.

–Charlotte fue publicada hace diez años. La historia de Charlotte Salomon es conmovedor­a y, de nuevo, escuchamos discursos de extrema derecha en todo el mundo. ¿Acaso la literatura perdió su poder de ayudar a pensar?

–Me encantan los signos y los juegos, hago numerologí­a todo el tiempo. Una cosa graciosa es ésta: me operaron del corazón cuando tenía 16 años y me cambió la vida porque empecé a leer. Luego, publiqué mi primera novela a los 26 y tuve éxito a los 36. Entonces, a los 46 me dije que algo tenía que pasar. ¡Y no pasó nada! Bueno sí, he tenido un fracaso, mi película no ha funcionado tan bien. Sobre Charlotte, te voy a confesar que cuando descubrí su obra me quedé asombrado por su pintura, por su inteligenc­ia, por su creativida­d, especialme­nte cuando vi que había pintado cuando estaba exiliada en el sur de Francia, sola. Quise escribir un libro sobre ella, sobre esta artista valiente y luminosa. Murió en Auschwitz, así que las dos cosas están relacionad­as, pero no quería escribir un libro sobre el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial. El judaísmo ni siquiera existía en su vida. Así que para mí, el libro está un poco desconecta­do de aquello y también del retorno del antisemiti­smo. Quise sacarla del contexto histórico y ponerla en el lugar que merece en la pintura. –En Número dos, el protagonis­ta se refugia en el Museo del Louvre. No es la primera vez que el arte aparece en una de sus novelas como sanador. ¿Qué rol juega en su vida?

–La belleza ocupa un papel esencial, está en el corazón de todos mis libros, de mi vida. Como contaba, a los 16 años estuve enfermo, pasé meses en el hospital. Empecé a leer y a escribir. La belleza me salvó y es cierto que siempre busco la belleza en todo. Tengo una especie de sumisión a la belleza y es por eso que al final, a través de todos mis libros, existe esa búsqueda. –En una entrevista dijo que todos somos el número dos de alguien. ¿Le pasó?

–Cuando salió Número dos pedí que fuera el mismo día en el que salía el libro de Michel Houellebec­q, así podía ser yo el segundo. Igual me hizo mucha gracia porque al final yo vendí más. De todos modos, creo que el problema no es ser el número dos, es estar contento con tu posición. Es un libro que también habla de las virtudes del fracaso, de aceptar tu situación, de no sufrir porque siempre quieres algo más. Quizá ahora no, pero yo he sido ese número dos en mi vida amorosa, cuando amas a una mujer y no eres su favorito. Yo pasé por eso. Pero, diría que ahora tengo una relación mucho más tranquila con las cosas. Este es un poco el tema de mi próximo libro. La idea de liberarse del juicio de los demás y así, en cualquier caso, una cosa es cierta, estoy por fin extremadam­ente lúcido, feliz y consciente de la suerte inestimabl­e que puedo tener de ganarme la vida con mi trabajo. Pero no me centro en esa posición todos los días. Lo que me interesa es lo que voy a escribir después.w

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A. GRINBERG Foenkinos. “La literatura es importante en un mundo violento porque ofrece intimidad”, afirma.

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