Clarín

Milei, sus detractore­s y el beneficio del espanto

- Eduardo Paladini epaladini@clarin.com

Cada vez que Javier Milei aplica un nuevo torniquete a su ajuste o se desboca en redes sociales, analistas y encuestado­res salen corriendo a medir la repercusió­n. Y lo que les vuelve los sigue sorprendie­ndo. Pese a los aumentos de precios, la pérdida de poder adquisitiv­o, más los insultos a políticos, economista­s, periodista­s o artistas que osen cuestionar­lo, el Presidente mantiene un núcleo de apoyo bastante estable desde que asumió, un poco por arriba del 50%. Como si no le entraran las balas, salvo el error no forzado con las universida­des públicas.

En términos estadístic­os y políticos, algo parecido a lo que ocurre con Cristina Kirchner desde 2015, cuando dejó el sillón principal de la Rosada. En el caso de ella, números redondos, un 30% la quiere y un 70% no. En ambos casos con intensidad. Pero el fenómeno del libertario tendría otra explicació­n. No sería el amor su principal combustibl­e, sino el espanto a los demás.

Bastante de esto se comprobó en el balotaje presidenci­al, aunque a muchos aún hoy les cueste comprender cómo un economista/panelista inexperto en política, con expresione­s y acciones bordeando lo delirante, se impuso con comodidad al experiment­ado representa­nte de la fuerza más poderosa del país.

La obra tiene nombre y apellido principal, Sergio Massa. Actores secundario­s: Cristina y Alberto Fernández. Y extras: Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta. El crédito al disruptivo Milei se explica por la resistenci­a a volver a cualquiera de las dos expresione­s que monopoliza­ron la política y la vida de los argentinos durante más de una década.

El salto al vacío fue un basta gigante al peronismo/kirchneris­mo/massismo y también al macrismo.

Un escenario con pocos cambios Transcurri­dos cinco meses de gestión, el contexto sigue con la misma lógica. Cristina, que decidió reaparecer para no desaparece­r (ni ella ni el grupo que comanda su hijo Máximo), está embarcada en una feroz interna partidaria.

Más allá de que sus palabras apunten formalment­e a Milei, lo que busca es subordinar a potenciale­s rivales como Axel Kicillof y mantenerse como el principal fronting del libertario. Sin autocrític­a, este sábado blanqueó que ella tampoco entiende cómo la gente apoya a Milei. Un espejo a la derecha...

A Massa le va peor. Se llamó a un prudente silencio público, mientras sigue operando en privado. Sus números de imagen están más rojos que los de Cristina y cuesta imaginar desde qué lugar podría reposicion­arse: chocó por la avenida del medio y también por los extremos, cuando fue kirchneris­ta, anti-kirchneris­ta y otra vez kirchneris­ta.

n cuanto a Macri, está sufriendo como nunca la crueldad del llano. Socavó a quien parecía su sucesor natural (Larreta), se abrazó a una candidata que no llegó ni al balotaje (Bullrich) y cuando pegó el salto y quiso mostrarse como el garante del vencedor (Milei), su nuevo protegido y la opinión pública le dijeron "gracias, pero córrase".

Tarea titánica la que tiene por delante el flamante presidente del PRO: cómo lograr que la gente vote a su partido, que juega a ser una copia libertaria. ¿Por qué optar por la imitación y no por el original?

Párrafo final para dos dirigentes que también aspiran a reconstrui­r un nuevo espacio por fuera de la polarizaci­ón. El mencionado Larreta y el radical Martín Lousteau. Desde que perdieron la elección y buscaron sostenerse como una variante intermedia, la opinión pública los castigó. Síntoma de que la nueva grieta, Milei si vs. Milei no, goza de excelente salud.

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