La Ley Seca en Riad
Si de viajes se trata, en los más de 50 años de enviado especial de Clarín por el mundo, el abanico es tan amplio como variado. Podemos ubicarnos en los años 90’, por ejemplo. En 1992, la Selección que dirigía Alfio Coco Basile -ganadora de la Copa América en Chile un año antes- viajó a Riad, Arabia Saudita, para jugar la Copa Rey Fahd, antecesora de la Copa de las Confederaciones -con los campeones de cada continente- que pasó luego a disputarse en los años anteriores a los Mundiales en el mismo país de la máxima competencia futbolera. Hasta allá fuimos, entonces, con la ansiedad de descubrir una cultura diferente. Sabiendo las restricciones que deberíamos enfrentar y las dificultades consecuentes.
Allí -especialmente en aquella época, aunque también ahora- las normas musulmanas eran las más estrictas. Todos los hombres con sus vestimentas blancas y cuadros rojas en sus turbantes, sus sandalias, y el cigarrillo entre los dedos. Muchos de ellos caminaban tomados de las manos. Y a las mujeres -casi ausentes- totalmente cubiertas, sólo dejaban ver sus ojos. Y sufrían todas las prohibiciones que les marcaba el Corán. El torneo lo ganó Argentina con una victoria 3 a 1 la final ante los locales.
Ante el entendimiento casi imposible nos desplazábamos visitando el desierto o los pozos petroleros. Con abstinencia absoluta de alcohol. Absoluta. En algunos otros países árabes (Qatar, por ejemplo) se permitía el consumo en los hoteles internacionales. En Riad, no. Eramos siete los enviados especiales. Y las comunicaciones para el envío de los materiales no era fácil. Sin embargo pude recibir un mensaje telefónico avisando que a mi hija Gabriela la habían operado de urgencia de apendicitis. Mi desesperación se aplacó cuando pude comunicarme con ella en el postoperatorio. Y la alegría se completó cuando el embajador argentino de entonces Julio Uriburu French, junto con su esposa, nos invitó (a los enviados) a cenar en su residencia. Era el quinto día de abstinencia. Pero había asado y había vino. Al fin, estábamos en territorio argentino. Lo dejamos casi sin reservas... ja. Y de paso, discutimos -como siempreentre nosotros sobre gustos futboleros, ante el asombro de la mujer del embajador.
El viaje de vuelta fue vía Madrid. Yo compartí asientos con el Cholo Simeone, a mi izquierda, y Fernando Redondo, a mi derecha. El agua y el aceite en cuando a las interpretaciones del juego. Eran los dos volantes del equipo. Redondo, defensor de la estética y el buen gusto y el Cholo (como demuestra todavía como entrenador de Atlético de Madrid), cultor de la practicidad y el rigor táctico. Este jugaba en el Sevilla junto con Diego Maradona y dirigido por Carlos Bilardo. Diego -a quien yo le había hecho la primera nota a los 16 años recién cumplidosestaba enojado con Clarín. Le pedí al Cholo su intermediación para decidir si viajaba o no a Sevilla. Pero esa es otra historia. Y puede ser contada en otra ocasión.