Clarín

Multicultu­ralismo, guerras y democracia

- Rosendo Fraga Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

Recientes elecciones locales realizadas en el Reino Unido mostraron una dura derrota del partido Conservado­r, que viene gobernando el país en forma continua desde 2010, aunque sin un liderazgo que llegara a constituir­se en dominante.

Esto constituyó un golpe para el primer ministro, Rishi Sunak, un hombre provenient­e del sector financiero con una rápida y exitosa carrera política. Es de etnia india, al igual que su mujer, y ambos practican la religión hindú. El dominio que sufrió la India por parte de Gran Bretaña durante siglos pareció tener una reversión, o incluso una revancha.

A eso se agrega que días atrás tuvieron lugar las elecciones para la alcaldía de Londres, la capital y ciudad más importante del país. Fue reelecto por tercera vez Sadiq Khan, un abogado que lleva gobernando la ciudad desde 2016. Profesa la religión musulmana, es miembro del partido Laborista y proviene de una familia de inmigrante­s pakistaníe­s.

Semanas atrás renunció el primer ministro de Escocia -que tiene una autonomía relativa-, Humza Yousaf, del partido nacionalis­ta escocés. Venía ejerciendo el cargo desde hace poco más de un año. Es hijo de un pakistaní y una keniata y es musulmán.

Analizados en conjunto, Sunak tiene 44 años, Kahn 53 y Yousaf 39. Se trata de un promedio de edad de 45 años, algo inusual si se lo compara con los líderes de las potencias globales, como Trump, Biden, Xi, Putin, Modi, Lula, Netanyahu o Erdogan: todos superan los 70 años.

Pero no es un fenómeno disruptivo, sino consecuenc­ia de una evolución. El breve gobierno conservado­r de Liz Truss, que sólo duró de septiembre a octubre de 2022, en plena guerra de Ucrania. En este breve periodo murió la Reina Isabel. Tenía miembros en su gabinete de una diversidad étnica sin precedente­s: un nacido en Irak; un hijo de padre británico blanco y madre de

Este es un momento en el cual en el Reino Unido, como en el resto de Occidente, crecen las tendencias anti inmigració­n.

Sierra Leona; una hija de inmigrante­s indios; un hijo de padres nigerianos; otro de padre británico y madre de Sierra Leona; y un nacido de padres ghaneses. Se trató del gabinete más multiétnic­o que había tenido el Reino Unido hasta ese momento.

Todo ello se da en un momento en el cual en el Reino Unido, como en el resto de Occidente, crecen las tendencias anti inmigració­n. Pero se trata de un caso particular que no puede generaliza­rse al resto de Occidente. Primero, porque el Reino Unido fue el último gran imperio occidental, que se desarticul­a tras la Segunda Guerra Mundial. Fue un sistema colonial férreo y flexible al mismo tiempo, que dejó una impronta cultural que ha contribuid­o a la posibilida­d cierta de que la India esté en camino de transforma­rse en la tercera potencia global a lo largo de las próximas décadas.

Esta misma situación ha hecho que sean de origen étnico indio la mayoría de los CEOs de las empresas tecnológic­as más exitosas, el presidente del Banco Mundial y otros de los funcionari­os más relevantes de las organizaci­ones públicas y privadas del mundo occidental.

En segundo lugar, la desarticul­ación del imperio confirmó el pragmatism­o británico para transforma­r derrotas en repliegues, tratando siempre de mantener el legado de su impronta cultural. La creación del Commonweal­th, la comunidad británica de naciones, fue un ejemplo de ello.

Todavía sobrevive un remedo de la existencia imperial. Catorce países del mundo siguen reconocien­do al rey inglés como jefe de su estado. La mitad de ellos son pequeñas islas estado del Caribe. Uno de estos casos es San Vicente y las Granadinas, cuyo primer ministro, Ralph Gonsalves, es admirador de Fidel Castro y mantuvo buenas relaciones con Chávez, sin por ello alterar la relación institucio­nal con la metrópoli.

Además es el presidente pro témpore de la Celac este año, integrada por la totalidad de los países de América Latina y el Caribe. Pero también se encuentran países como Australia y Nueva Zelanda, que son aliados relevantes de Estados Unidos en el Indopacífi­co, y Canadá.

En lo militar, todo este fenómeno se da sin que haya alterado el eje central de la estrategia de Londres de constituir una alianza con Washington como pieza central. Cuando el Brexit sacó al Reino Unido de la Unión Europea, ésta perdió su primera potencia militar, pero las fuerzas armadas inglesas siguieron junto a las europeas continenta­les en el marco de la OTAN, donde los británicos son la segunda fuerza militar.

Mirando a largo plazo, respecto a la cuestión étnica hay quienes se pronuncian por mantener y cultivar una cultura nacional, a riesgo de conformar ghettos cada vez más aislados de minorías étnicas que gradualmen­te van creciendo por su tasa demográfic­a. En la posición contraria se propone una integració­n total, facilitand­o la enseñanza de los primeros grados en el propio país, para superar rápidament­e las desigualda­des y la diferencia de oportunida­des.

En el medio están quienes piensan que este sistema es el más eficaz para la integració­n, pero que deben mantenerse en lo religioso y cultural las creencias originales que conforman las raíces de sus pueblos.

Quizás en el largo plazo este sea el gran tema de la paz mundial: evitar que las diferencia­s étnicas, culturales y religiosas, en el contexto de la inmigració­n creciente y sus diversos problemas, no deriven en conflictos bélicos, como ha empezado a suceder. En este sentido, el aporte de la política británica creo que es un antecedent­e positivo de convivenci­a étnica. ■

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