Clarín

El desafío de adaptar un clásico de un referente del nuevo periodismo

“Todo un hombre” (1999), de Tom Wolfe, se convirtió en una miniserie de seis capítulos con altibajos, donde se destaca el protagónic­o de Jeff Daniels.

- Diego Jemio Especial para Clarín

En la primera escena de Todo un hombre (Netflix), hay un plano cenital del cuerpo sin vida de Charlie Croker. Está tirado en el piso de la habitación de una casa lujosa, con traje y zapatos. Una voz en off dice: “Cuando yo muera, voy a dejar muchos recuerdos en las personas, incluso en las que no me soportan. Las personas tienen que vivir con valentía. Si no, ¿de qué sirve todo?”.

La producción de la plataforma de streaming, que consta de seis de unos 45 minutos, está basada en la novela homónima que el escritor y periodista Tom Wolfe publicó en 1999 sobre un magnate de bienes raíces radicado en la ciudad estadounid­ense de Atlanta.

El primer episodio comienza con una fiesta por el cumpleaños número 60 de Croker, interpreta­do con gran habilidad por Jeff Daniels (The Newsroom). El hombre parece tenerlo todo: dinero, fama en su comunidad, poder y muchos millones de dólares que gasta sin ningún reparo. Todo hasta que su banco le pide una junta para comunicarl­e lisa y llanamente que pague lo que debe: nada menos que unos 800 millones de dólares.

A partir de allí, los episodios giran en torno a la suerte -en realidad, al calvario- de Croker y a las parcelas de poder salpicadas por su caso, desde los ejecutivos del banco al alcalde que va por la reelección. Y pasando por su ex mujer. Además, como subtrama aparece la historia del esposo negro de su secretaria, que cayó preso en un caso de violencia policial.

En sus libros, Tom Wolfe construyó radiografí­as lúcidas de la sociedad estadounid­ense, principalm­ente sobre la fragilidad de esa torre de cristal llamada sueño americano. La producción de David E. Kelley le hace honor a ese espíritu. En los episodios aparece el rencor racial en el estado de Georgia, las disparidad­es en el sistema judicial y el deseo feroz por exhibir la fuerepisod­ios za económica, a base de aviones privados, fiestas y mujeres varias décadas más jóvenes.

La serie muestra la caída de un gigante, pero también va hilando la historia más pequeña del hombre negro al que una y otra vez le niegan su excarcelac­ión. Aunque los minutos fluyen a lo largo de seis episodios sólidos, en algunos momentos la historia se hace monótona en sus historias vinculadas con el dinero y las audiencias judiciales.

Quizá el gran placer de Todo un hombre radica simplement­e en ver a la criatura que construye Jeff Daniels. Su protagónic­o es profundo, carismátic­o y lleno de matices. Aunque resulta obvia la comparació­n con Donald Trump, su Charlie habita multitudes, como decía el poeta Walt Whitman.

Por momentos, se trata de un personaje fanfarrón y deleznable dispuesto a cualquier cosa menos a la humillació­n de perderlo todo; en otros, es un señor que se apena por el paso del tiempo y se pregunta para qué vive. Y hasta decide ponerse una rodilla robótica que actúa por motu proprio.

También son deliciosas algunas de las escenas de Charlie con el banquero que le reclama el pago. Adaptar una novela de casi 800 páginas en seis episodios no es tarea sencilla. La miniserie sale airosa del desafío, pese a algunos pasajes donde languidece y al lavado de cara que la maquinaria Netflix suele hacer con los libros.

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Croker. El personaje que Jeff Daniels sabe interpreta­r con maestría.

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