Un crimen, espejo del tiempo
Dice el muchacho que conoce casi todas las provincias argentinas. Veintipocos, conduce un auto juiciosamente, la mirada fija en la autopista, y dice que solo le falta la Patagonia.
De todas, agrega, la que más le gusta es Catamarca. “Viví ahí. Conozco mucho”, explica. Pero cuando suena el nombre de María Soledad Morales, desvía la vista del asfalto y con los ojos en el espejo retrovisor preguntará: “¿Quién?”.
Hace casi siete años, los periodistas Osvaldo Aguirre y Javier Sinay publicaron ¡Extra!, la primera antología de la crónica policial en la Argentina. Recorrían entonces los crímenes que habían quedado fijados en la memoria nacional.
¿Por qué algunos casos son recordados en un país? Sinay tenía entonces, en 2017, esta hipótesis: “Hay varios problemas sociales en un determinado momento, y un crimen que sobresale los engloba”.
Con su tortuosa muerte, María Soledad Morales capturó ciertamente varios problemas sociales y políticos de aquellos primeros meses de la década de los 90. Tenía 17 años y cursaba el último año del secundario cuando su novio, llamado Luis Tula, se la entregó –como se entrega un paquete, una cosa– al hijo del diputado nacional Ángel Luque, que la usó –como se usa un trapo, una cosa– en una fiesta.
Ahí, los sobrinos del intendente de la capital catamarqueña, un primo del gobernador y el hijo del jefe de la policía, la drogaron y la violaron entre todos. No se usaba en 1990 la expresión “en manada”, tampoco era delito el femicidio. En aquel entonces se hablaba de los “hijos del poder” para nombrar a quienes usaban el cargo de un familiar para obtener privilegios.
El privilegio de la impunidad, por ejemplo. “Cuando uno habla de los grandes delincuentes –completaba el otro autor de ¡Extra!, Osvaldo Aguirre–, puede distraerse con esas figuras, verlos como encarnaciones del mal que no tienen nada que ver con nosotros. Me parece que la mejor crónica policial va en otro sentido: en la búsqueda por ubicar a esos personajes en la época y en la sociedad en la que actuaron. No se trata de abrumar al lector con una historia terrible sino más bien de intentar comprender esa historia”.
Fueron condenados, los asesinos de María Soledad. Muchos años después. El muchacho que conduce un auto por la autopista no lo sabe. Estos son otros tiempos y tienen crímenes distintos. Aunque no tanto.w