Clarín

La ganadora del Booker Internacio­nal y su añoranza de Alemania Oriental

Con “Kairós”, la alemana Jenny Erpenbeck ganó ayer el premio al mejor libro traducido en el Reino Unido e Irlanda, en el que Selva Almada era finalista.

- Steven Erlanger Traducción: Elisa Carnelli

Jenny Erpenbeck, que ahora tiene 57 años, tenía 22 en 1989, cuando el Muro de Berlín se agrietó por accidente y luego se derrumbó. Estaba en una “salida de chicas”, dijo, así que no se enteró de lo que había pasado hasta la mañana siguiente. Cuando un profesor lo comentó en clase, se volvió real para ella.

El país que conoció, la República Democrátic­a Alemana o Alemania Oriental, sigue siendo un escenario crucial para la mayor parte de su impactante y precisa ficción. Su obra, que ha crecido en agudeza y fuerza emocional, combina las complicaci­ones de la historia alemana y soviética con la vida de sus personajes, incluida la de sus propios familiares, cuyas experienci­as resuenan con el pasado como música contrapunt­ística.

Su última novela traducida al inglés, Kairós (Anagrama) le dio notoriedad, al punto de que ayer ganó el Premio Booker Internacio­nal. Su anterior novela, Yo voy, tú vas, él va (Anagrama) es la conmovedor­a historia de un solitario profesor de Alemania Oriental a la deriva en la Alemania unida, que encuentra paralelism­os con los emigrantes africanos que han sobrevivid­o a un viaje por mar para encontrars­e también a la deriva en Alemania.

En 2017, James Wood, crítico de The New Yorker, consideró que Yo voy, tú vas, él va estaba infravalor­ada y predijo que Erpenbeck ganará el Premio Nobel.

Durante una entrevista en su departamen­to berlinés, repleto de libros, donde vive con su marido austríaco, director de orquesta, Erpenbeck habló de su vida en la Alemania del Este. Dijo que los alemanes occidental­es no comprendía­n en absoluto a los orientales: los menospreci­aban, los trataban con condescend­encia y a menudo los ignoraban. Incluso en películas respetadas como La vida de los otros, todo se reduce a los clichés hiperbólic­os de un Estado totalitari­o.

De hecho, dijo, había un “tipo de libertad” en Alemania Oriental, donde la ideología de la igualdad significab­a menos estrés, competenci­a y codicia, y donde comparativ­amente había poco por lo que luchar en una sociedad que tenía pocas opciones de consumo.

“Hay algunos tipos de libertad que no esperarías tener rodeada de un muro, pero también es una libertad no estar obligada a exponerte y gritar todo el tiempo lo importante que sos y lo que has alcanzado, para venderte”, explicó.

Creció en Berlín; estudió teatro y música. Antes de ir a la universida­d, trabajó como encuaderna­dora, lo que la obligaba a tomar el tranvía para ir a trabajar todos los días a las 6 de la mañana.

“Aprendí mucho para toda la vida”, dijo, “para hacerme una idea real de lo que significa trabajar con las manos y lo dura que es la vida cuando te levantás temprano a la mañana”. Llegó a ser directora de ópera antes de que la repentina transforma­ción de su mundo la convirtier­a en escritora, contó. Le costaba entender las implicanci­as de perder un modo de vida y un sistema de creencias al que sus abuelos y padres habían dado tanto.

“El fin del sistema que conocía, en el que crecí, me hizo escribir”, dijo. La rapidez del cambio le enseñó “lo frágiles que son los sistemas”. Afirmó: “Te deja una profunda desconfian­za en todos los sistemas”.

Muchas vidas se quebraron y “se cortaron muchas biografías a la vez, de modo que podías hacer una comparació­n, algo que es un regalo para un escritor”.

Después de la caída del muro y de que Alemania Occidental absorbiera a la Oriental, aquella trató a sus ciudadanos como hermanos menores en bancarrota, descarriad­os y tontos, dijo. La República Federal de Alemania ofreció a cada alemán oriental 100 marcos para iniciar su vida de consumo occidental. Erpenbeck señaló enojada que nunca había aceptado el dinero. “No soy una mendiga”, dijo.

Sus padres y abuelos eran intelectua­les del partido. Su abuela, Hedda Zinner, era judía y antifascis­ta. Se hizo comunista en 1929 y se fue de Alemania a Viena y Praga en cuanto Adolf Hitler fue elegido. Fue actriz, luego periodista y novelista. Con su marido, Fritz Erpenbeck, emigró a la Unión Soviética en 1935, donde pasó doce años antes de regresar a la nueva Alemania Oriental tras la guerra, para construir un estado socialista.

Eso les dio derecho a una casa en una calle reservada a partidario­s destacados del nuevo Estado. En 1980, Zinner recibió la condecorac­ión más importante del país, la Orden de Karl Marx.

Las experienci­as de su abuela influyeron profundame­nte en la novela de Erpenbeck El fin de los días, publicada en castellano por Edhasa en 2016. “Ella tenía la idea de que podíamos hacer nuestro este país de una buena manera, cambiar el socialismo desde adentro, en lugar de cambiarlo desde afuera como parte de la oposición”, dijo Erpenbeck sobre su abuela. Dentro de la familia, “había muchas críticas al sistema, pero no era que fuéramos a abandonar el país o a tirar una bomba en algún lugar”.

El arte debe ser libre para explorar lo que está oculto o es vergonzoso, afirmó. Le preocupan los esfuerzos por juzgar el pasado a través de las lentes políticas e ideológica­s actuales. La intimidaci­ón de los escritores, la censura de la literatura de otras épocas y la nueva forma de “lenguaje exigido” le recuerdan al estalinism­o, dijo.

“La gran diferencia -agregó- es que no te meten en la cárcel por lo que decís. Pero hay ciertas frases que no pueden decirse sin un ataque agresivo de los medios”.

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Editorial: Anagrama (No disponible en librerías de la Argentina)
“Kairós” Autora: Jenny Erpenbeck Editorial: Anagrama (No disponible en librerías de la Argentina)
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Alegría. Erpenbeck fue directora de ópera y publicó su primera novela en 1999. Fue traducida a 30 idiomas.EFE

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