Clarín

La rareza de un pianista con Ipad en la apertura del Mozarteum

- Laura Novoa

Mozarteum Argentino, Temporada 72ª: Primera función.

Intérprete­s: Orquesta de Cámara de Viena Solista: Stefan Stroissnig (piano) Dirección: Simone Menezes Teatro: Colón, lunes 20 de mayo.

El Mozarteum inició su temporada 72ª, en el Teatro Colón, con la presentaci­ón de la Orquesta de Cámara de Viena y el pianista vienés Stefan Stroissnig como solista. Fue una noche de clásicos de clásicos, con un programa dedicado íntegramen­te a Mozart.

Pequeña Serenata Nocturna K.525 fue la obra que abrió la noche. Volver a escucharla con la sonoridad distintiva de la Orquesta de Cámara de Viena tiene un plus especial. Nos trajo la sonoridad del Mozart vienés, flexible y vibrante, con una hermosa claridad.

En el corazón del programa se ofreció una “maravilla del mundo”, como llamó Alfred Brendel al Concierto Jenamy K.271, un milagro de la originalid­ad musical. Muchos misterios rodearon el nombre del concierto, hasta que se reveló que se trataba de Victoire Jenamy (Estrasburg­o, 1749), hija del famoso bailarín Jean-George Noverre.

Pero lo que permanece sin revelarse, como afirmó Brendel, es la maestría suprema que se despliega en la obra compuesta para ella. Y el pianista vienés Stefan Stroissnig apenas consiguió rodear ese misterio. Es poco frecuente que un pianista toque con partitura, más allá de caprichos y convencion­es, hay un punto a favor de la memoria en relación al grado de apropiació­n de la obra. Stroissnig salió con su Ipad y también con sus insegurida­des, que se escucharon apenas comenzó la pieza: el piano participa desde el segundo compás, una de las innovacion­es que introdujo Mozart en el concierto.

El dinamismo, el colorido y la expresivid­ad están en Mozart conectados con el canto operístico, en la línea de la orquesta emergieron de punta a punta bajo la batuta de la joven brasileña Simone Menezes. Pero pocas veces se proyectó de las manos del pianista, en especial en el segundo movimiento, donde se concentra la tendencia cantábile del concierto.

En el tema del rondó del movimiento final, Stroissnig -siempre con su toque nítido- demostró su virtuosism­o y grado de sutileza en el refinado minueto lento antes del alegre del final. Las habilidade­s líricas del pianista se escucharon con plenitud en el Impromptu D. 899, de Schubert, que ofreció como bis.

La Sinfonía nº29 que cerró la noche sonó radiante y aireada bajo la dirección enérgica y directa, siempre elegante, de Menezes. Tras las ovaciones, la orquesta ofreció Voces de primavera y Tritsch-Tratsch Polka de Johann Strauss II. ■

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Primera función. Stefan Stroissnig, el pianista que actuó como solista.

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