“Siempre jugué al fútbol descalza”
Soledad Jaimes. La estrella de la Selección habla de sus orígenes, de su salto a Europa y del Mundial.
En Nogoyá, el pueblo entrerriano donde nació, no era extraño verla corriendo descalza por una plaza detrás de una pelota. Soledad Jaimes, la única mujer entre seis hermanos varones, conocía las limitaciones económicas de su mamá. Por eso, nunca hubo un reproche. Al contrario. “Soy luchadora y guerrera porque ví todo lo que mi mamá guerreó para criarnos”, dice desde Francia, donde acaba de firmar su contrato como jugadora del Olympique de Lyon, el mejor equipo de Europa y el que cobija a la primera ganadora de un Balón de Oro.
“Yo no siento vergüenza de contar que jugaba descalza, esa era mi situación. Que mi mamá me comprara botines era difícil: con seis hermanos, primero tenía que pasar por todos ellos para comprarme a mí. Y la situación estaba difícil hasta para comer”, recuerda ahora, a días de cumplir 30 años (el 20 de enero) y con la satisfacción de haber podido ayudar a Aurora a terminar la casa familiar con el fútbol.
Hoy no le falta nada. Pasó por Boca, River, Brasil (Foz Cataratas, Sau Paulo y Santos), China (Dalian Quanjian) y, ahora, Francia. Pero de chica las carencias eran muchas; por eso jugar al fútbol descalza tenía una explicación: “Yo sólo tenía unas zapatillas. Y si las usaba y las rompía no tenía con que ir a la escuela; ahí sí mi mamá me mataba y no me iba a dejar jugar a la pelota”. “Era súper chica pero siempre fui consciente de ellos. Todo eso me ayudó en la vida a valorar, a ayudar a las personas. A mí nadie me ayudó. Nadie, nadie, nadie. Cuando estaba haciendo las pruebas en Boca, pedí una beca para pagar los pasajes pero la Municipalidad no me ayudó. Mi carrera fue muy difícil hasta cuando llegué a Boca. Mi vida sólo mejoró cuando me fui afuera. Pero mi infancia me ayudó a nuncar desistir y el fútbol, a ayudar a mi mamá, porque le debo todo a ella”, explica.
La tonada entrerriana la perdió hace rato. En cambio, adquirió una brasileña desde que a los 25 años, y después de ir a Brasil para disputar tres Copas Libertadores, aceptó la propuesta de jugar en la limítrofe ciudad de Foz. Nunca más volvió; por el contrario, pasó a los gigantes brasileños de San Pablo y Santos. En ese último, su rendimiento fue tan alto que en 2017 se convirtió en la primera mujer extranjera en ganar el prestigioso premio Bola de Prata. Por eso, la tentaron para que se nacionalizara brasileña y luchara por un lugar en una de las mejores selecciones del planeta.
“Aunque lastimosamente en nivel estamos lejos, no cambiaría nunca a mi Selección. Lucharía para intentar cambiar con mis compañeras esa idea que tienen del fútbol femenino y que crezca lo que más pueda. Cualquier atleta anhela llegar a la selección de su país, poder representar una bandera no tiene precio”, remarca. Y, del otro lado del océano, se suma al pedido de las futbolistas de la Selección de tener más apoyo por parte de la AFA, algo que comenzó (lentamente) a notarse hace unos meses. “Hay que enfocarse en la Copa del Mundo, tienen que estar entrenando fuerte, la AFA debe brindarle todo. Es la Selección Argentina. Es un tiempo nada más. No es que estamos sacando ventaja, estamos queriendo representar a nuestro país”, remarca con vehemencia. “Las chicas tienen sus familias, sus trabajos, algunas sus hijos. Cada una tiene preocupaciones, cuentas para pagar. Si va a la asociación y pierde el día de trabajo, se hace difícil”, diferencia Jaimes, una de las privilegiadas que sí puede vivir del fútbol. “Ojalá nos valoren un poco más, al menos en ese momento. No es todo el año: es un momento que precisamos del apoyo de toda la gente y en sí de la AFA para dejar a nuestra Argentina lo más alto que podamos”, repite, convencida.
Aunque no estuvo en el reciente Repechaje contra Panamá, en el que Argentina consiguió su pasaje al Mundial de Francia (”Gracias a Dios fue todo bien: nosotras salimos campeonas en China y ellas lograron clasificarse”, explica), Soledad jugó la Copa América de Chile y luchará por ganarse un lugar entre las convocadas. Hasta el 7 de junio, cuando comenzará la Copa del Mundo, tendrá uno meses para demostrar su juego justamente en el estadio donde se disputarán las semifinales y la final del mundo. Antes, en el Olympique irá por otro objetivo. “Jugar en el Lyon es un sueño: yo quería participar de la Champions y este equipo ganó las últimas tres”, se entusiasma. En marzo retornará la competencia en el torneo más importante de Europa, donde el Olympique enfrentará al Wolfsburgo alemán en cuartos de final. Los otros equipos en esa instancia son Barcelona (España), LSK (Noruega), Slavia Praha (República Checa), Bayern Munich (Alemania), Chelsea (Inglaterra) y París (Francia). -¿Cómo te llegó la propuesta del Lyon? -Mi pensamiento era volver a China. Estaba de vacaciones y me llamó mi representante y me dijo ‘el Lyon te quiere, el Lyon va a mandar una propuesta. -¿Qué pensaste? -Yo no lo podía creer, fue muy emocionante. Esperé y de un día para el otro me mandaron el pasaje, hice las valijas y me fui. Es un contrato de seis meses, porque ese es el tiempo que queda para que se termine la temporada europea. -¿Y cómo fue el primer entrenamiento en el equipo que tiene a Ada Hegerberg, la mejor jugadora del mundo? -Fue muy lindo. Es increíble porque a las chicas las veía jugando en sus selecciones. Fue muy loco ver a la 10 de Alemania jugando conmigo, a la 10 de Francia jugando conmigo. Está la chica que ganó el Balón de Oro a la mejor del mundo. Todas son súper conocidas, es súper loco. Es un sueño. -¿Y cómo te recibieron? -Me integraron súper bien y me intentan hablar un poquito en español, un poco en portugués, algunas me entienden. Buscan integrarme, joden o dicen ‘hola, qué tal’ y tiran chistes para que yo me sienta bien. Me deja tranquila que el ambiente sea tan bueno. -Hace unos días que estás allá pero comparándolo con tus otras experiencias, ¿qué podés decir del fútbol femenino en Europa? -En Brasil yo no tenía otra preocupación que jugar. En China, si bien es inferior futbolísticamente, el dinero te permite ayudar a tu familia. Acá es otro mundo, ni un equipo de Primera de Argentina, Brasil o China tienen la estructura del Lyon. Y si bien el tema del dinero es diferente, el presidente trata de la misma forma al equipo masculino que al femenino. -¿Sigue habiendo mucho machismo? -Cuando yo era más chica siempre había alguno que te decía ‘machona’. Y era chocante. Hoy ya no. La modalidad creció bastante y es visto de otra forma. Eso es bueno. -Dan ganas de seguir ligada al fútbol. -Claro, a mí me gustaría estudiar y agarrar la licencia de entrenadora. Haría mucha diferencia que una jugadora que ya vivió las dificultades y entiende al atleta sea entreadora.
“Pasar al Lyon es un sueño: yo quería jugar la Champions y este equipo ganó tres”.