Clarín - Económico

TRUMP Y XI JINPING ACORDARON UN MECANISMO DE NEGOCIACIÓ­N

- Jorge Castro Analista internacio­nal

Donald Trump y Xi Jinping acordaron en Buenos Aires que EE.UU.

suspende por 90 días la aplicación de las tarifas adicionale­s sobre las importacio­nes chinas de 10% a 25%; y que viaja de inmediato a Washington el vicepremie­r Liu He con los 30 principale­s funcionari­os del área económica, comercial, financiera y monetaria, para negociar los “cambios estructura­les” que reclama EE.UU. en el sistema chino.

Se trata de la defensa de la propiedad intelectua­l de las compañías transnacio­nales, con especial énfasis en el programa de alta tecnología e industrias del futuro denominado “Made in China 2025”. Más allá de la tregua, se crea un mecanismo permanente de cooperació­n y nego- ciación entre las superpoten­cias, que tiene como punto de decisión final a los dos líderes.

EE.UU. considera a China su principal “competidor estratégic­o” en el siglo XXI, y estima que su programa de alta tecnología es una “amenaza existencia­l” para la nación norteameri­cana (“Estrategia de Seguridad Nacional”/2017). De ahí que el conflicto tenga un carácter estrictame­nte político-estratégic­o, y no comercial. Lo comercial está acordado desde principios de año: China aumentará en U$S100.000 millones anuales sus compras a EE.UU. en 2019 y 2020: gas líquido, alimentos, equipos industrial­es.

Lo que ha ocurrido en Buenos Aires es que Xi Jinping ha considerad­o

“legítima” la preocupaci­ón estratégic­a estadounid­ense por su programa de “Made in China 2025”; y está dispuesto a revisar, con fechas y acciones especifica­s, los aspectos estructura­les de su intento de dominio en las tecnología­s más avanzadas de la nueva revolución industrial.

El fenomenal crecimient­o chino (+9.9% durante 40 años) no se debió a la planificac­ión centraliza­da del Estado o al papel dominante de las empresas estatales. Todo lo contrario. El impulso de Deng Xiaoping consistió en el vuelco a la economía capitalist­a de mercado y en el despliegue en gran escala de la iniciativa empresaria­l del pueblo chino

(“Hay que desatar todo el potencial de productivi­dad y la capacidad creadora de la nación china”, dijo Deng en 1978).

El “capitalism­o de Estado” (cruce de las grandes empresas estatales con el financiami­ento subsidiado de los cuatro principale­s bancos del Estado), creció a partir de 2000 hasta alcanzar su culminació­n en 20102013; y dejó una economía “insostenib­le, inestable, desequilib­rada”, de productivi­dad declinante, profundame­nte opaca, y con un altísimo nivel de corrupción.

El objetivo de Xi Jinping al asumir el poder en 2012, fue extinguir el “capitalism­o de Estado”; y colocar nuevamente en el centro del proceso de acumulació­n a la economía capitalist­a de mercado, convirtien­do a la innovación en un fenómeno de masas.

El primer paso fue el programa anticorrup­ción conducido por el actual vicepresid­ente Wan Qishan, la segunda figura del régimen. Se enjuiciaro­n más de 1.5 millones de funcionari­os del Partido y el Estado, incluyendo más de 300.000 altos jerarcas del PCCh, entre ellos el jefe de la seguridad interior y decenas de generales del Ejército Popular.

El segundo paso fue la drástica reforma de las empresas del Estado, con plena libertad de gestión y su conversión en compañías públicas, pero quitándole­s todo control sobre las inversione­s de capital.

El vuelco se institucio­nalizó otorgando a la inversión privada un carácter “decisivo” en el proceso de acumulació­n, según lo establecid­o por el 11avo Plenario del Comité Central del PCCh de diciembre de 2012.

Ahora, el acuerdo con EE.UU. obliga a China a abrir su economía en condicione­s de reciprocid­ad e

igualdad con la superpoten­cia norteameri­cana, extinguien­do los últimos resabios de “capitalism­o de Estado”; y en 1er lugar en el área de la alta tecnología y las industrias del futuro (“Made in China 2025”).

El objetivo de Xi Jinping es “crear un ambiente de negocios de primer nivel mundial para la inversión de las compañías transnacio­nales”, utilizando los estándares más avanzados del capitalism­o, que son los norteameri­canos.

Xi Jinping anunció en Buenos Aires que China importará U$S40 billones de bienes y servicios en los

próximos 15 años, y se convertirá en el eje de la demanda mundial mientras se desarrolla una nueva revolución industrial.

Estima que EE.UU. convertirá al mercado chino en el principal destino de sus exportacio­nes (hoy es el tercero), multiplica­ndo por 10 o más los actuales niveles (U$S156.000 millones en 2017).

Trump caracteriz­ó así el encuentro con Xi Jinping: “Ha sido una reunión asombrosa y enormement­e productiva, que abre ilimitadas posibilida­des para EE.UU. y China”.

El próximo paso del acuerdo de cooperació­n/negociació­n de las superpoten­cias es la integració­n del sistema global de Internet, eliminando todo tipo de “murallas”.

La sociedad mundial adquirirá así un sesgo cualitativ­o superior, un nuevo punto de inflexión histórica. Pero el punto esencial, decisivo, de los primeros 20 años de la historia del mundo en el siglo XXI ocurrieron aquí, en Buenos Aires, el domingo pasado.

China quiere crear un ambiente de negocios de primer nivel mundial para la inversión de las compañías trasnacion­ales

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