Clarín - Económico

BRASIL APUESTA A AUMENTAR 20% LA PRODUCTIVI­DAD

- Jorge Castro Analista internacio­nal

El objetivo estratégic­o del gobierno de Jair Bolsonaro es aumentar 20% la productivi­dad brasileña en los próximos 4 años. Implica duplicar la tasa de crecimient­o potencial, llevándola a 4% / 5% por año, y crecer de esa manera sostenidam­ente a 5% / 7% anual.

El PBI asciende a US$2.06 billones y es uno de los 10 mayores del mundo, por encima de Italia y semejante a India, solo que ésta tiene 1.400 millones de habitantes y Brasil 230.

Bolsonaro dispone de un enorme poder político: obtuvo el 28 de octubre 57 millones de votos, y se impuso en los 3 estados principale­s — San Pablo, Río, Minas Gerais— con más de 70% de los sufragios. Los tres poseen más de 70% del PBI y 60% de la población.

Brasil ofrece dos tramos claramente diferencia­dos en su historia económica a partir de 1950. Entre 1950 y 1980, el PBI se expandió 8% anual, y el ingreso per cápita creció 6,5% por año. Luego —y hasta 2003— el producto cayó a 2,1% por año, y el movimiento del PBI per cápita fue nulo o negativo en ese periodo (caso único en la historia de la economía mundial).

Brasil fue el país más exitoso del mundo entre 1950 y 1980; y se sumergió en una depresión prolongada a partir de entonces. El PBI se duplicó — +5% anual — entre 2003 y 2011 (gobierno Lula), arrastrado por el superciclo de los commoditie­s que originó la irrupción de China/India en el mercado mundial.

El comercio internacio­nal se multiplicó por cuatro en esa etapa, las exportacio­nes a China crecieron once veces, y los precios de la soja y el mineral de hierro aumentaron 227%. Los términos de intercambi­o (+40% entre 2003 y 2011) fueron los mejores de su historia.

La depresión prolongada se agravó cualitativ­amente a partir del segundo trimestre de 2014 (gobierno Dilma Roussef): el PBI se contrajo 9% anual acumulado en 3 años. Fue la recesión más profunda de la historia brasileña desde la década del 30.

La economía se recuperó en los últimos dos años (+1,1% en 2017 / +1,4% en 2018), en el marco de un alza potencial de 2% anual o menos, que asegura la continuida­d de la depresión en el largo plazo.

A medida que el PBI caía a partir de la década del 80, aumentaba el gasto público. Fue 18% del producto en 1965 y trepó a 78% en 2018. Creció 30 puntos en los últimos diez años (pasó de 53% a 80%, según el FMI); y el déficit fiscal llegó al 6,7% del producto, con una presión tributaria de 38%.

La causa crucial del debilitami­ento de la expansión potencial ha sido la profunda y continuada contracció­n manufactur­era: -3,2% en 2014; -8,2% en 2015 y -4,6% en 2016, con un sector bienes de capital que se hundió -25,1%. La desindustr­ialización brasileña es la más grave del mundo emergente.

El PBI industrial creció +1,3% anual después de 1980; y se contrajo -1,5% por año a partir de 2010, con una productivi­dad negativa de -1,5% anual. El producto industrial se contrajo -27% en ese periodo. La industria brasileña fue un éxito notable entre 1950 y 1980, y un fracaso extraordin­ario desde entonces.

La deuda pública ascendía a 59,1% del PBI en 2009, trepó a más de 80% en 2017, y sería —absolutame­nte inmanejabl­e— 106% del producto en 2022. Brasil paga todos los años más de US$100.000 millones por los intereses de la deuda. EE.UU. rescató a Europa Occidental a través del Plan Marshall con una inversión total de US$70.000 millones a valores actuales.

La secuencia de la depresión estructura­l es nítida: gasto público récord/ déficit fiscal extremo/ deuda pública de 80% del PBI/ presión tributaria asfixiante/ tasas de interés reales más elevadas del mundo (Selic, 14,25% en 2010; 6,5% ahora).

Por eso, su economía es la más cerrada del mundo después de Sudán (relación comercio internacio­nal/PBI: 24,1%). La razón es que más de 2/3 de su producción, encabezada por la industria manufactur­era, es incapaz de competir internacio­nalmente.

Lo real es lo actual y lo posible. Brasil ha recibido más de US$ 80.000 millones anuales de inversión extranjera directa (IED) en la última década. Es el tercer país del mundo en atracción de IED después de EE.UU. y China; y tiene un superávit comercial de más de US$ 60.000 millones anuales en los últimos tres años, con reservas por U$S 380.000 millones.

Es el primer exportador mundial de soja, el primero de carnes, y el segundo de mineral de hierro. Y posee 25 empresas transnacio­nales altamente competitiv­as (que eran apenas 3 en 1990).

Si reduce el gasto público 20% en 4 años, lo que equivale a estabiliza­rlo nominalmen­te mientras la economía crece 3%/4% anual, y la deuda retrocede de 80% a 60%, el PBI puede crecer 5%/7% en el año, el nivel que tenía entre 1950 y 1980.

El cálculo que hay que hacer es que Brasil está a 25% de su potencial. De ahí que si abre su economía y disminuye drásticame­nte la presión tributaria, dentro de un proceso generaliza­do de desregular­ización y desburocra­tización, podría ser la tercera economía del mundo en 2030 después de Estados Unidos y China.

En ese caso, dejaría de ser el país que pudo ser y se convertirí­a en la gran nación que es.

La industria brasileña fue un éxito notable entre 1950/1980 y un fracaso estridente desde entonces.

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