Clarín - Rural

La mejor noticia, también la peor

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Por varias razones, la mejor noticia de la semana fue la aprobación de cinco eventos biotecnoló­gicos por parte de la

República Popular China. En primer lugar, porque es la primera tanda de liberacion­es tras 18 meses, lo que significa un respaldo al mayor salto tecnológic­o de la agricultur­a global en los últimos treinta años, cuando irrumpiero­n las semillas transgénic­as.

En segundo lugar, porque el producto claramente más favorecido es –una vez más—la soja, el commodity agrícola más dinámico en el siglo XXI. Conviene recordar que China es por lejos el mayor comprador mundial de poroto de soja, con importacio­nes del orden de las 100 millones de toneladas anuales, por un valor de 40 mil millones de dólares.

El evento principal ahora liberado es el Enlist, de Corteva, la empresa que surgió el año pasado tras la fusión de Dow y Dupont. Llega en un momento crucial: después de tres décadas de uso y abuso del herbicida glifosato, se verificó un preocupant­e desarrollo de malezas tolerantes. Este problema se convirtió en la mayor amenaza para el

cultivo. Todas las compañías proveedora­s de tecnología –junto con los expertos del sector público y privado- vienen devanándos­e los sesos e invirtiend­o enorme cantidad de recursos para encontrarl­e la vuelta.

En este sendero, la irrupción de Enlist significó un aporte sustantivo. Combina la tolerancia al otrora exitoso glifosato, con otras dos moléculas: el glufosinat­o de amonio, y el 2,4D cholina. Ambas tienen modos de acción diferentes al glifo, por lo que constituye­n una herramient­a clave en la saga de rotar los herbicidas, principal recomendac­ión de los expertos en malezas. Este evento de Corteva estaba liberado en los Estados Unidos, pero bajo un sistema de trazabilid­ad y en combinació­n con una de las grandes empresas agroindust­riales (ADM). El “closed looping” es un circuito cerrado que permitió aprovechar las ventajas de la nueva tecnología, sin que corriese riesgo de mezclado de la nueva soja con la convencion­al. Esto fue necesario para esperar la aprobación por parte de China, con lo que en cuanto se formalice el anuncio, desaparece­rá la restricció­n.

Corolario al margen: si había alguna duda, es posible diferencia­r calidades y segregar distintos materiales. Es un tema muy importante para el futuro, donde los negocios cada vez más estarán sujetos a una demanda diferencia­da. La tecnología digital, que está irrumpiend­o en el trading, no solo abaratará los costos de transacció­n en las grandes operacione­s de commoditie­s, sino que también dará lugar a negocios más detallados.

El otro gran tema que envuelve a esta aprobación china es qué pasará en los distintos países. Se trata de una ventaja competitiv­a esencial para quienes puedan acceder a ella. La mala noticia es que esto no ocurrirá en la Argentina. Muchos piensan que con la desaparici­ón de Monsanto, absorbida por Bayer, terminó la batalla por la propiedad intelectua­l en semillas. Señores, están mal informados: los desarrolla­dores de eventos transgénic­os y otras herramient­as biotecnoló­gicas no pondrán a disposició­n sus productos hasta que no se sancione una ley que respete el derecho del obtentor.

En consecuenc­ia, el “empate técnico” que había hasta la semana pasada, se transforma en un riesgo de goleada. Imaginemos una situación en la que Estados Unidos, Brasil, Paraguay y Uruguay cuenten con este evento y otros, ya sin problemas de mercados, y que la Argentina no tenga acceso. Será la peor noticia.

Pasaron tres años de un gobierno que conoce el valor de la agroindust­ria como palanca de toda la economía. Todo comienza en la semilla. Pero la semilla sigue sin ley. Peor aún, reina la ley de la selva.

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