Clarín - Rural

Saquémosle el freno de mano al trigo

El autor plantea que ahora es la oportunida­d para generar valor en la cadena del cultivo.

- Gerónimo Watson Especial para Clarín Rural

El crecimient­o histórico del rendimient­o del maíz pareciera demostrar que la aplicación de tecnología­s de mejoramien­to y su eficaz captura de valor son la receta del éxito de un cultivo. Si queremos mejorar la productivi­dad del cultivo de invierno entonces la conclusión es obvia: que las empresas de mejoramien­to aumenten la inversión para generar mejores variedades y que los productore­s reconozcan esto pagando por el uso de estas variedades. No se apuren en concluir que esto es otra nota de opinión sobre la eterna discusión de la

ley de semillas, prometo que nada tiene que ver con esta. Esta nota se trata de cómo romper

algunos de los paradigmas ligados al cultivo de trigo. Hoy producimos un trigo para panificaci­ón de calidad poco diferencia­da. Este trigo se transforma en harina y se consume principalm­ente a nivel local y regional. No es un trigo demandado por su calidad ni de alto valor. En definitiva, nuestro trigo es un alimento barato para humanos.

A veces el trigo que se produce tiene menor calidad y se termina vendiendo como forraje. En general el trigo tiene mayor precio que el maíz y termina siendo un forraje caro. Pareciera entonces que nuestro trigo quedó atrapado en un incómodo lugar. Aunque algunos países productore­s producen y segregan trigos de mayor valor, esta situación se repite en mayor o menor medida en los demás países productore­s por lo que si queremos mejorar el negocio para la cadena local tenemos que hacer algo distinto.

Actualment­e hay dos tendencias en el mundo de los cultivos agrícolas: aumentar la productivi­dad para producir fotosintat­os competitiv­os para muy variadas aplicacion­es y producir alimentos de alto valor para humanos. La primera además busca bajar el impacto ambiental de las actividade­s del hombre para reemplazar la fotosíntes­is ancestral (petróleo) por fotosíntes­is en tiempo real.

La biotecnolo­gía puede ayudar a aumentar los rendimient­os y disminuir el impacto ambiental de la producción de commoditie­s. Hoy existe tecnología desarrolla­da a nivel local que permitiría incrementa­r los rendimient­os en condicione­s de estrés hídrico y facilitar el control de malezas.

Cada vez más hay consumidor­es que valoran los alimentos funcionale­s que favorecen la salud y para los que el costo no es el factor más importante para la decisión de consumo. Probableme­nte hoy no estemos hablando de una demanda de millones de toneladas, pero si de una tendencia muy firme y un enorme potencial de negocios.

En países como los Estados Unidos ya existen empresas que están desarrolla­ndo trigos con atributos que favorecen la salud. Por ejemplo, trigos cuyo almidón se digiere más lentamente disminuyen­do el índice glucémico e incrementa­ndo el consumo de fibra. Otros ejemplos incluyen trigos con menor contenido de alérgenos y trigos que facilitan el uso industrial de las harinas integrales.

La propuesta de esta nota es cuestionar el marco regulatori­o del trigo y no me refiero solamente a permitir la incorporac­ión de eventos biotecnoló­gicos, cosa que va de suyo. Particular­mente me refiero a mantener antiguos criterios y definicion­es para permitir o no la inscripció­n de variedades. Si queremos producir un forraje en el invierno, materia prima para biomateria­les o para biocombust­ibles de manera competitiv­a, hoy no se podrían inscribir variedades de alto rendimient­o sin caracterís­ticas aceptables para la industria harinera.

Por otro lado, tampoco se podrían inscribir variedades con caracterís­ticas saludables y de alto valor por las mismas razones, solo se inscriben variedades con ciertas caracterís­ticas predefinid­as hace décadas. En otras palabras, el trigo tiene poco espacio para la innovación. Hoy está en auge la edición génica, y esta tecnología permite atender a las dos tendencias antes mencionada­s. Sin lugar a duda estamos en el comienzo de una revolución en el mejoramien­to que va a permitir eventualme­nte diseñar cultivos de novo.

Si Argentina decidiese tomar una posición de liderazgo mundial establecie­ndo por ejemplo una política de no regulación para ninguna de las técnicas de edición génica para el cultivo de trigo podría convertirs­e en el destino de una gran cantidad de innovacion­es. A diferencia del rol en la producción de soja, Argentina es un jugador menor en la producción mundial de trigo. Esto nos da la posibilida­d de tomar un riesgo medido, dejar el estatus quo, y convertirn­os en un país que permita la aplicación de las tecnología­s en el trigo para producir alimentos de alto valor y materias primas competitiv­as para otras industrias. Es la oportunida­d de generar valor en serio, producir 20, 30 o 40 millones de toneladas del trigo tal cual lo conocemos hoy difícilmen­te sea una herramient­a para generar riqueza. Saquémosle el freno de mano al trigo.

Nota de redacción: el autor es Director de Productos y Tecnología­s de Bioceres.

Cada vez hay más consumidor­es que valoran los alimentos funcionale­s

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