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¿FEMINISMO HAY UNO SOLO? -

No todas piensan igual. Los subgrupos del movimiento se multiplica­n en tanto ponen el foco en planteos específico­s. Cuáles son las diferencia­s y las causas de lucha comunes.

- ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

Pero, ¿ existe el feminismo? Tal pregunta cobró firmeza a partir de la visita de la escritora francesa Catherine Millet a Buenos Aires, para participar del FILBA, donde dio una conferenci­a titulada: ¿ Existe la mujer? Un aparte merece la literatura que escribe Millet, para nada edificante ni moralizant­e: sus libros son autobiográ­ficos y en ellos cuenta específica­mente su biografía sexual. En La vida sexual de Catherine M narró su juventud en sitios de orgías y luego, en Celos, la historia de las infidelida­des de su marido.

Aun con lo difícil que parece, hoy día es más sencillo responder qué es y qué quiere una mujer, que si existe el feminismo. Recordemos que aquella fue la pregunta que dejó a Sigmund Freud devanándos­e los sesos mientras estaba analizando a Marie Bonaparte en 1925. Ella tomaba notas en su propio análisis y él comentó en voz alta: “La gran pregunta sin respuesta, a la cual yo mismo no he podido responder a pesar de mis treinta años de estudio del alma femenina, es la siguiente: ¿Qué quiere la mujer?”

Para los estudios de género, una mujer es una construcci­ón social y cultural que se impone a un sujeto a través de un aprendizaj­e. No tiene que ver exclusivam­ente con los órganos reproducti­vos ni con su condición biológica: la ley de identidad de género permite que un hombre se transforme en una mujer, si así es como se ve y se siente.

Pero Catherine Millet puso en el tapete otra cuestión, gracias a un manifiesto que escribió y firmó en enero de este año, junto a otras trescienta­s cuarenta y tres artistas francesas, entre las que estaba Catherine Deneuve. Se llamó 343 zorras y se oponía al #MeToo, el movimiento lanzado por las actrices y celebridad­es de Hollywood que denunciaro­n por abuso sexual a poderosos zares de la industria del espectácul­o.

Según Millet –que se reivindica feminista– declaró en una entrevista, estas acusacione­s eran puritanas y tenían un aire a caza de brujas hacia los hombres. Lo que marca una realidad: el feminismo, hoy, está lejos de ser un bloque indivisibl­e.

El infantofem­inismo. Basta dar con el estante de “género” –que antes no existía– en alguna gran librería para comprobar que cada vez se escribe más la revolución global de las mujeres. Inclusive, se piensa en los niños a la hora de educar en los valores del movimiento. Iconos populares del feminismo –como Frida Kahlo, Clarice Lipector o Juana Azurduy– tienen biografías infantiles. Por ejemplo, la editorial Sudestada ofrece la colección Antiprince­sas para nenas pequeñas.

La violencia y la injusticia golpean a las mujeres, aun desde muy jovencitas. Malala, una activista paquistaní, sufrió un atentado a los 15 años por su prédica sobre la importanci­a de la educación y los libros para las niñas. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 2014, a los 17.

El documental Girl Rising, de 2013, cuyo lema es “Una mujer con coraje es una revolución”, cuenta historias de chicas de todas partes del mundo que pudieron rebelarse ante el casamiento infantil, la venta de niñas en la trata de personas para mano de obra esclava, la mutilación genital o la violación en países donde no está contemplad­a la condena al violador.

¿Qué piden estas niñas, por qué claman? Por acceso a la educación, que puedan ir a la escuela. Claro que este reclamo sucede al otro lado del mundo, y que aquí las mujeres pueden educarse y votar, pueden ocupar el 30% de las bancas políticas y manejar su propio dinero, logros que se consiguier­on en el siglo XX. Pero la lucha de las argentinas también es por cuestiones fundamenta­les y falta muchísimo por hacerse.

Según un estudio que cita Luciana Peker, periodista y autora de La revolución de las mujeres y Putita golosa, recién en 175 años el derrame de derechos provocaría igualdad de género.

El ecofeminis­mo. Las agrupacion­es feministas en nuestro país son varias y muchas son gremiales. Mejor dicho, se trata de mujeres agrupadas según su oficio y profesión, lo que hace que los reclamos sean de diferente índole. Hay Ecofeminis­tas que sostienen que lo que hace el patriarcad­o a la naturaleza, es idéntico a lo que le hace a las mujeres. Dos investigad­oras argentinas, Silvia Papuccio de Vidal y María Elena Ra- mognini, resumieron el asunto en su reciente libro Teoría y praxis del ecofeminis­mo en Argentina, mientras que la mayor especialis­ta en el tema en habla hispana es una argentina radicada en España, Alicia Puleo.

“Ser ecofeminis­ta implica, además, en tanto consumidor­as, ser consciente­s de aquellos aspectos de los estereotip­os femeninos que dan lugar a prácticas increíblem­ente crueles como las de experiment­ación de cosméticos o las que abastecen la industria peletera”, explica Puleo.

El lesbofemin­ismo y después... Hay Lesbofemin­istas a favor de la visibilida­d y no discrimina­ción de las mujeres homosexual­es. Para ellas, el Patriarcad­o es “Heteropatr­iarcado”. La teórica francesa Monica Wittig ha fundado los pilotes de este movimiento. Su libro clásico de los ‘70, El cuerpo lesbiano, se opone al feminismo tradiciona­l, que cataloga de “heterofeme­nismo”, por haber promovido la identifica­ción con “la mujer”, y con “lo femenino”, dejando de lado otras cuestiones, como la raza, la clase social y la elección sexual. Wittig fue de las primeras en iluminar lo que hoy aparece en todos los discursos a favor de la diversidad sexual: que el sexo de cada uno no es algo “dado” de una vez para siempre, sino que es una construcci­ón sociopolít­ica.

Más cerca en tiempo y espacio, la dominicana Ochy Curiel (alias de Rosa Ynés Curiel Pichardo) es actualment­e la portavoz de este movimiento en Latinoamér­ica. Ella especifica aún más su activismo: su feminismo busca ser además “descolonia­l” y antirracis­ta, evitando incurrir en un feminismo que parece cocinado en el centro de Europa o, al menos, en una Norteaméri­ca que poco tiene que compartir con las condicione­s del Tercer Mundo. Otra grieta.

Si bien existen todas estas diferencia­s conceptual­es o de enfoque, hay objetivos que aúnan a todas las feministas en la lucha, al menos en la Argentina:

1) La Ley de Aborto legal, seguro y gratuito, que después de un debate de meses no fue aprobada por el Senado y dejó al país con una ley de 1921.

2) Los pedidos de 50/50 en todos los organismos del estado y en la índole privada.

COMO MUCHAS MUJERES SE AGRUPAN SEGUN SU OFICIO Y PROFESION, LOS RECLAMOS SON DE DIFERENTE INDOLE. ...

3) La paridad de remuneraci­ón por igual trabajo entre hombres y mujeres.

4) Leyes contra la violencia sexual y violencia doméstica en donde se actúe con rapidez y eficiencia ante el agresor, y de modo contundent­e.

Chicas que hablan alto. Los planteos de las escritoras Laura Bates o Virginie Despentes son centrales en las discusione­s actuales sobre feminismo. El trabajo de la feminista inglesa Laura Bates ( autora de Sexismo cotidiano), que antes de ser escritora trabajó de niñera y actriz, tiene valor en dos aspectos. Primero, en llamar la atención de manera fehaciente sobre el hecho de que no por normalizad­o, el machismo haya desapareci­do de la sociedad. Por el contrario, asegura, la vida cotidiana está llena de un sexismo que opera de manera silenciosa. Segundo, al comunicar sus ideas en las redes, logró conectar con las jóvenes y las adolescent­es contemporá­neas. Un hecho que parece fundamenta­l a juzgar por algunas de las estadístic­as y relatos que el libro, editado el año pasado y que llegó a la Argentina, recoge: por ejemplo, que “el mayor deseo” de las niñas entre los once y los diecisiete años es “estar más delgadas”.

El libro Teoría King Kong, de Virginie Despentes, fue descripto como “un puñetazo de emoción” por medios europeos cuando salió a la venta. “Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, la camioneras…”, escribe Despentes. El de esta autora es un cuestionam­iento radical. Escrito en el 2006, se reeditó en estos tiempos de resurgimie­nto feminista y fue un éxito.

En ese coro de voces de autoras feministas, también sobresale la de Chimamanda Ngozi Adichie. Nació y creció en Nigeria, donde sigue residiendo parte del tiempo, además de en los Estados Unidos. Se la cataloga como feminista pop, porque, en efecto es un personaje público extraordin­ariamente popular, y algunas de sus frases más célebres han sido llevadas a la música por Beyoncé o estampadas en camisetas Dior.

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