Clarín

Elecciones 2019: previsione­s, imprevisto­s y “cisnes negros”

- Luis Tonelli

Los argentinos somos insaciable­s. No nos alcanza con la incertidum­bre cotidiana que signa nuestras vidas. Sino que, ahora, hasta nos preguntamo­s si puede aparecer un “cisne negro” en las próximas elecciones presidenci­ales (interrogan­te imposible, ya que, por definición, llamamos así a los eventos que nadie vio venir).

Por ahora, no aparece nadie que pueda romper la polarizaci­ón que impone la Grieta entre kirchneris­mo y antikirchn­erismo, pese a que los potenciale­s candidatos de ambos bandos -el presidente Mauricio Macri y la ex presidenta Cristina Fernández- tienen más imagen negativa que positiva.

Pero si Estados Unidos tuvo a su Donald Trump, Francia a su Emmanuel Macron, Reino Unido a su Brexit, Italia a esa coalición “imposible” entre populistas de izquierda y de derecha, y Brasil a Jair Bolsonaro, ¿cómo justo nosotros nos vamos a privar de tener un ‘Black Swan’ vernáculo?.

¿Acaso, no está nuestra historia electoral plagada de imponderab­les?. ¿Quién imaginaba en 1982 que Alfonsín iba a ser el presidente de los argentinos?; ¿quién lo veía a Menem instalándo­se en la Casa Rosada en 1988?; ¿quién a Kirchner en el 2002?. Por cierto, muy pocos creían en 2014 que Macri podía ganarle a Scioli -y aún menos confiaban en un triunfo de Vidal sobre Aníbal Fernández-.

Volviendo a las encuestas, si Cambiemos acapara un tercio de las voluntades electorale­s y el kirchneris­mo otro tercio de los votos, el tercio restante se estaciona en esa “ancha avenida del medio”. Son votos aparenteme­nte disponible­s, a la espera de un candidato -como los Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello-. Más aún, cualquier candidato del centro que pueda pasar a la segunda vuelta tiene muchas posibili- dades de ganarle al candidato del extremo, ya que en teoría juntaría su tercio con el otro del extremo contrario.

Pero ninguna de las personalid­ades políticas que suenan como posibles candidatos aparece como candidato exclusivo de ese Orbis Tertium. Algunos han manifestad­o sus intencione­s de participar de la carrera presidenci­al: Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Angel Pichetto y Felipe Solá. Otros parecen estár tanteando si el agua está más o menos templada para el zambullón presidenci­al, como Roberto Lavagna, cada vez más activo en su “descanso” en Cariló, Daniel Scioli o Marcelo Tinelli.

De todos modos, hay que tener cuidado en no equiparar a las urnas electorale­s con las góndolas de un hiperrmerc­ado, en donde uno pasa, paga y se lleva lo que quiere. Las elecciones presentan una lógica que asemeja a una compra comunitari­a en la que todos dispone- mos de un billete del mismo valor (un voto) y para adquirir algo, se tiene que alcanzar una mayoría del modo que lo establecen las reglas.

Así y todo, uno no elige en las elecciones presidenci­ales como ante un estante rebosante de variedades de chocolate, sino quizás solo entre chocolate negro y chocolate blanco (o, quizás correrá el riesgo de malgastar su cuota parte de un voto en una opción meramente testimonia­l, chocolate con pasas al rhum, y encima tener que comer el chocolate negro que odia).

Son épocas en donde la mayor parte del electorado carece de una identidad política. El votante en la actualidad, frente a esta oferta reducida de candidatos, vota la mayor de las veces a la defensiva, o sea, eligiendo la boleta de quien puede ganarle a quien no quiere que de ninguna manera gane. Máxime, cuando impera una Grieta del tamaño de la que se ha producido en la Argentina.

En la polarizaci­ón, hasta el momento, Cristina Fernández de Kirchner es la que más chances tiene de ganarle al resto de los opositores y pasar a una hipotética segunda vuelta, pero es una de las que menos chances tiene de ganarle a Mauricio Macri en el ballotage. ¿Por qué debiera dejar su lugar la que más mide, para cederle su lugar de liderazgo a otro peronista, que la jubilará así para siempre?.

Lo que le conviene a la oposición en su conjunto no es lo que le conviene al resto de los opositores, y el peronismo sufre el ser hoy un conjunto variopinto de archipiéla­gos desperdiga­dos. Y por definición, lo que padecen los “compañeros” lo disfruta un Cambiemos cuyas chances dependen de esa combinació­n de polarizaci­ón con los K y fragmentac­ión del peronismo de centro.

Una posibilida­d es que se arme una gran PASO para que ella resuelva el problema de la congestión de candidatur­as en la “ancha avenida del medio” y ese electorado deje de sufrir del “síndrome de cuzco de barrio”, quien no sabe a cuál de los autos que pasa chumbarle. Pero si todos los candidatos miden más o menos igual, a ninguno le convendrá quedar fuera en la Primaria, si puede pasar por sí solo a probar suerte a la Primera vuelta.

En estas democracia­s agrietadas que son mayoría en el mundo, la única manera de ganarle a ambos polos de la grieta es, paradójica­mente, creando una nueva grieta en contra de ellos. Pero, con tuits picantes y youtubes papelonero­s, como lo hacen algunos personajes ultramonta­nos del mercado, parece no bastar.

Es que, finalmente, lo que sigue en juego en estas elecciones es proseguir con un cambio que ha enfrentado más problemas de los que el Gobierno quiso reconocer inicialmen­te (y no bastándole, ha generado los suyos propios) o recaer en un populismo agrio, que en épocas de vacas flacas como las actuales, no se sabe qué cosa va a repartir graciosame­nte. Los candidatos del centro-peronismo: ¿pretenden el cambio o la continuida­d?.

Si siguen así las cosas, el verdadero cisne negro que no vemos venir es, quizás, que no va a haber ningún cisne negro. ■

Hay que tener cuidado en no equiparar las urnas electorale­s con las góndolas de un hipermerca­do.

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