Clarín

Construir ciudadanía desde el lenguaje claro

- Mónica Graiewski

El lenguaje jurídico atraviesa la vida cotidiana de todos. Está presente en los documentos que firmamos al inscribir a los chicos en la escuela, abrir una cuenta bancaria, suscribir un plan de ahorro o contratar un seguro. Sin embargo, la mayoría de los contratos que se firman diariament­e no están redactados de manera que el consumidor logre comprender­los. Y no se debe a los términos técnicos que necesariam­ente contienen sino a la manera en que se expresan.

Lo mismo sucede con las leyes y las sentencias. Se redactan en largos párrafos plagados de formalidad­es e informació­n irrelevant­e que dificultan su comprensió­n. Los ciudadanos en general y las partes de un juicio en particular requieren de la traducción de un abogado para saber cuáles son los derechos que están en juego y en qué consiste la decisión del juez.

Es necesario entonces que los poderes públicos y las empresas hablen el mismo idioma que los ciudadanos e incorporen lenguaje claro a los productos que dirigen al público.

No nos referimos a un destinatar­io con dificultad­es de comprensió­n sino al ciudadano común, que para tomar decisiones necesita encontrar fácilmente la informació­n y entenderla sin dificultad.

¿Cómo puede alguien tomar una decisión convenient­e si no llega a comprender los formulario­s, contratos, demandas judiciales que le están proponiend­o firmar? ¿Cómo puede entender los motivos por los que el juez lo condenó, si la sentencia está redactada en un lenguaje que le es extraño? ¿Qué tan justo puede ser un juicio por jurados, si el jurado no entiende la terminolog­ía que emplean jueces, fiscales y defensores?

Cuando los usuarios no comprenden el mensaje, siempre tienden a desconfiar del emisor. Por eso el lenguaje claro crea empatía y permite que el ciudadano comprenda cuáles son sus derechos y también sus obligacion­es. El lenguaje claro construye ciudadanía. Hay ya una avanzada de gente (legislador­es, jueces, abogados, funcionari­os) y organizaci­ones públicas de todo el país hablando en lenguaje claro. Con el antecedent­e de países donde todas las comunicaci­ones y documentos se redactan en lenguaje accesible, incorporar­on lingüistas y traductore­s y conformaro­n la Red Nacional de Lenguaje Claro, que aborda el lenguaje jurídico desde distintas disciplina­s.

Durante el año pasado compartier­on experienci­as y saber es y formularon planes de acción para difundir este proyecto. El próximo paso es la incorporac­ión de empresas privadas, como bancos o de tele comunicaci­ones.

Cuanto más claro sea el lenguaje, leyes y sentencias van a ser mejor aplicadas y entendidas, las compañías públicas y privadas que adapten sus contratos y formulario­s tendrán mayor aceptación y los ciudadanos sabrán con precisión qué se espera de ellos y de los demás. También redundará en la productivi­dad y la economía de recursos de las organizaci­ones, porque la claridad promueve una disminució­n de la cantidad de juicios, de los pedidos de aclaración y de la reiteració­n de trámites frustrados. ■

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