Clarín

Detectaron murciélago­s con rabia y hacen una campaña de prevención

Personal del Instituto Pasteur informa puerta a puerta. Vacunar a perros y gatos es fundamenta­l.

- María Belén Etchenique metcheniqu­e@clarin.com

Cuando Sergio Vázquez salió del edificio en el que vive en Sarmiento al 1500, en San Nicolás, encontró a una mujer con delantal blanco tocando el portero eléctrico. Era jueves 10 de enero, él se iba a trabajar pero la mujer le pidió que antes la escuchara: “Soy del Instituto Pasteur, estoy haciendo un operativo porque en este barrio se detectaron casos de murciélago­s infectados con rabia”. Parados en el palier del edificio, le explicó que desde el Instituto querían determinar si había otros casos en la zona y que el objetivo era alertar sobre dos cuestiones. Primero, la importanci­a de vacunar a perros y gatos, para que el virus no se propague. Y segundo, cómo comportars­e si aparece un murciélago infectado.

Mientras la capacitado­ra le informaba que cuando un murciélago se enferma de rabia se choca con postes, árboles y balcones, vuela de día y se cae al piso, y que jamás hay que tocarlo, Sergio Vázquez se volvía parte de los estudios de foco del Instituto. Un método que el Pasteur activa cada vez que detecta casos positivos. El proceso es puerta a puerta, lento y en un radio de cuatro cuadras desde el punto en que se reportó la infección.

Durante 2018, el Pasteur contabiliz­ó 18 casos positivos sobre un total de 317 muestras. El Pasteur sólo analiza los murciélago­s que llegan al Instituto o son reportados por vecinos de la Ciudad: van al lugar, los retiran y luego los estudian. En 2017, fueron seis infectados sobre un total de 260. Los números fluctúan período a período, pero se calcula que alrededor del 5% de los ejemplares analizados tiene rabia.

El director del Pasteur, Oscar Lencinas, rompe con creencias populares: “La rabia en la Ciudad está controlada, pero no erradicada” y “el murciélago no es plaga, sino animal nativo. Estaba aún antes de la fundación de Buenos Aires”. Lencinas insiste en que no hay que demonizarl­os porque son beneficios­os. Los que habitan en Capital co- men insectos (hasta 1.000 en una hora), por lo que ejercen un control natural sobre esa población.

Pero son un riesgo si están enfermos. La rabia los afecta en el momento en que atraviesan una situación de estrés, como una pelea con otro macho en época de reproducci­ón o la eliminació­n de su hábitat -una demolición de una casa, por ejemplo-. También puede activarse por un parásito. Las defensas bajan y el virus aparece y compromete el sistema nervioso. Entonces, pierden la noción del tiempo, empiezan a volar de día y como la rabia les de- bilita los músculos de las alas, caen vivos al piso. Es entonces, dice Lencinas, cuando hay que evitar el contagio.

Al murciélago caído no hay que tocarlo, se lo debe cubrir con un balde o caja y evitar que gatos y perros se le acerquen. “El gato tiende a cazarlo y el perro a olerlo una vez que está en el piso. En el contacto, el murciélago los puede morder y les transmite por saliva el virus”, detalla Lencinas. Por eso, insiste con que se debe vacunar a perros y gatos contra la rabia una vez al año y durante toda su vida.

Si la persona no pudo evitar el contacto con el murciélago, y sin importar la gravedad de la herida, se recomienda lavar la lesión con agua y jabón, no usar alcohol e ir de inmediato al Hospital Durand. Sin vacunación ni tratamient­o posterior, es inevitable la muerte.

Si aparece un animal caído, no hay que tocarlo ni dejar que se le acerquen las mascotas.

Los casos de rabia detectados son preocupant­es pero no para alarmarse. El Instituto Pasteur es referencia y el control lo hace a través de métodos de diagnóstic­o en el animal - análisis que en tres horas pueden determinar si hay o no presencia del virus- y estudios de foco, como aquel del que participó Vázquez. El doctor Lencinas lo sintetiza así: “Si se detecta un murciélago positivo a rabia, un equipo va al lugar. Habla con vecinos y encargados. Visita veterinari­as de la zona. Todo, para conocer si hay otros casos y prevenir. Es una vigilancia epidemioló­gica”.

Si bien todos los años se detectan murciélago­s infectados, una de las últimas alertas importante­s se dio en 2008 en Caballito, cuando los animales empezaron a aparecer en los domicilios luego de la demolición de los ex molinos Morixe, que aquellos usaban como hábitat. ■

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Referencia. El Instituto Pasteur se ocupa del control epidemioló­gico.

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