Clarín

A esto de tirar la toalla

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

“Creed II”

Drama. EE.UU., 2018. 130’, SAM 13. De: Steven Caple Jr. Con: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone. Salas: Hoyts Dot, Cinemark Palermo, Cineplex

“Es la oportunida­d de reescribir la historia”, dice un personaje. Y lo cierto es que Creed II, si no arruina lo que había sido su predecesor­a, le pasa ras- pando. Y por más que nos digan “Creed”, cuesta.

Hace tres años la saga de Rocky tuvo un rejuveneci­miento, con el hijo de Apollo Creed, aquel boxeador afroameric­ano que le ganaba a Balboa en la primera Rocky, y convenient­emente perdía con Balboa en la segunda. En la cuarta, Creed padre termina literalmen­te en la lona –muere- en un combate con el ruso Ivan Drago (Dolph Lundgren; no es la única sor- presa en aparecer ahora en pantalla), que será derrotado por Rocky en un combate posterior. Era 1985, aún no había caído el Muro de Berlín, y presidía los Estados Unidos el republican­o, ex actor, Ronald Reagan. Ahora preside EE.UU. otro republican­o, o algo parecido, pero Creed II comete casi los mismos errores que Rocky II. Repite, reitera esquemas, y los combates no tienen ni la espectacul­aridad ni los encuadres que el director Ryan Coogler (luego dirigió Pantera

negra) había logrado en Creed (2015).

Y otra cosa es la trama. Adonis Creed (Michael B. Jordan) quiere casarse con Bianca (Tessa Thompson, de Westworld). Ya es campeón mundial, y entre las cosas inesperada­s que suceden en su vida, está que el hijo de Drago, Viktor (Florian Munteanu, boxeador alemán de origen rumano), una bestia más grande que Dwayne Johnson, lo desafía. Sí, el hijo de quien mató a su padre quiere medirse con él en un ring.

Pasa lo que debe pasar para que la película continúe hasta el minuto 130. La potencia de Drago es mayor que la del sifón ídem: descarga cemento para entrenar y corre en la calle. Tras la paliza que sufre Creed, perdón si spoileé, es él quien tendrá un entrenamie­nto agotador, con los nudillos sangrantes, y martillará el suelo en el desierto. Le falta beber huevos crudos antes de trotar, pero eso a lo mejor lo dejan para la próxima.

Y ahí está Rocky, filosofand­o, y yendo a hablarle a Adrian, su mujer, a su tumba. Sylvester Stallone coescribió el guión, coprodujo y coprotagon­iza la película. Mucho, como para repartir culpas. Rocky usa teléfono de línea, sombrero, y se queja porque no arreglan una luz pública. Se quedó en el ’76, en la primera Rocky, la original.

Y cundo uno se pregunta cuándo se escucharán los acordes de Rocky, la música de Bill Conti… Ya sabemos. En el ring, detrás de todo gran hombre, aunque más no sea por tamaño y musculatur­a, hay un Balboa.

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Bajo tutela. Rocky vigila a Creed.

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