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Alemania: el injusto placer de la carne barata
Cada vez es más barato comprar carne en Alemania. Los clientes aprovechan las ofertas de los supermercados, mientras ganaderos y ambientalistas protestan. El asunto ocupará al Gobierno de Merkel en los próximos días.
"Cuando los agricultores y el comercio negocian, es como David y Goliat", dice la ministra alemana de Agricultura, Julia Klöckner, del partido democristiano CDU. Las protestas de los agricultores contra las ofertas baratas de carne y otros alimentos sorprendieron a Klöckner en los últimos meses.
La ministra trata ahora de defender los intereses de los productores, que se sienten presionados por cuatro grandes cadenas alemanas de supermercados: Aldi, Rewe, Lidl y Edeka, que ofrecen precios cada vez más bajos. El problema no es nuevo y ya dio titulares en el sector concreto de la leche, cuando los productores se quejaron de que los beneficios de las ventas no cubrían los costos de su producción. Por eso Klöckner quiere asumir una directriz de la UE para dificultar "la competencia comercial desleal”.
Los puntos de venta al consumidor, por su parte, se rebelan contra esa iniciativa. El lunes 3 de febrero de 2020 habrá una reunión de crisis en la cancillería, en Berlín, para tratar esta problemática. Merkel quiere hablar con ambas partes sobre "precios justos”.
El objetivo, según el portavoz de la canciller alemana es "cómo conseguir precios adecuados para alimentos de buena calidad y de un alto estándar”. Pero precisamente esa esa es la cuestión. El poder de mercado de las cuatro grandes cadenas alemanas de supermercados es grande, abarca el 85 por ciento. El 70 por ciento de sus productos cárnicos carne llevan la etiqueta de "oferta”, lo que eleva la presión. Y a los alemanes les encanta comer carne barata. En 2018, los más grandes consorcios cárnicos alemanes manejaron un volumen de unos 27 mil millones de euros. Los empleados en mataderos y centros de crianza están muy mal pagados, los animales tienen muy poco espacio para moverse dentro de las enormes instalaciones en las que habitan y son cebados en poco tiempo para proceder en poco tiempo a ser sacrificados.
Los alemanes pagan cada vez menos por los alimentos
A los alemanes les encanta comer carne, un hecho que tiene razones históricas. Sobre todo en los años de la posguerra, el asado del domingo simbolizaba el creciente bienestar económico. A pesar de las tendencias vegetarianas y veganas, el gusto por la carne se ha mantenido. Según las estadísticas, en los primeros seis meses de 2019 se mataron 30 millones de piezas de ternera, cerdo, oveja y cabra. Es una cifra muy elevada, si se la compara con otros países.
Los consumidores parecen además haberse acostumbrado a adquirir la carne a precios muy asequibles. Los alemanes pagan por los alimentos menos que en otros países. Y la tendencia va en aumento.
Carnicería orgánica
Por supuesto que hay productores y negocios que hacen las cosas de otra manera. Es el caso de la pequeña carnicería de Jörg Erchinger, situado en el berlinés barrio de Prenzlauer Berg. Los productos de Erchinger no contienen aditivos artificiales ni potenciadores del sabor. El empresario trabaja con los agricultores de la región, con animales que viven en condiciones adecuadas, como el propio Erchinger tiene ocasión de comprobar en sus habituales visitas a centros de cría. Pero todo eso hay que pagarlo: "La gallina de granja cuesta en nuestra tienda entre 15 y 16 euros por kilo, mientras que en el supermercado se puede adquirir por 2,99”, dice.
En otras palabras: quien compra en la carnicería de Erchinger, es un tipo muy especial de cliente, diferente a la mayoría de los alemanes, que valora mucho los alimentos de buena calidad y dispone del dinero necesario para pagarlos. Erchinger siente que la política no representa sus intereses como pequeño empresario carnicero: "Ellobby cárnico es tan grande, que, lamentablemente, se imponen sus intereses, no los de los comercios pequeños”, dice.
¿Mayores impuestos al valor añadido a la carne?
Ahora en Alemania está sobre la mesa la petición de incrementar del 7 hasta el 19 por ciento el impuesto al valor añadido de la carne. Los ingresos adicionales, que los expertos estiman en 3,5 mil millones de euros, se podrían utilizar para mejorar las condiciones de vida de los animales. Greenpeace, por su parte, pide la introducción de una cuota para el bienestar animal, de la que estarían exentas la agricultura ecológica y, sobre todo, la ganadería preocupada por el bienestar animal. (ms/few)
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cular palabra. Los tres acabaron en un campamento de refugiados en la isla de Samos: “No había buena comida ni higiene y vi muchos niños enfermos”. La lluvia inundaba su tienda y su marido enfermó. Huyeron hacia Alemania, donde hizo dos cursos de alemán para aprender el idioma lo más rápidamente posible.
Difícil conseguir buena mano de obra en el área de los cuidados
Nos encontramos de nuevo en la residencia Seelscheid: Sarra Belmostefaoui entrega a una anciana con demencia su comida del mediodía: “¿Le gusta?”, inquiere Sarra. “Muy rica”, responde la señora y posa su mano sobre la de la cuidadora. De fondo suenan los gritos de otra mujer: “¡No, no!” Sarra dice que, al principio, tenía miedo de acudir a la habitación de la dama que chilla, “pero es muy buena persona”, asegura. “Le acaricié la mano, la tranquilicé, la mujer lloró, tomó mis manos y me las acarició”, relata y añade que casi se le saltaron las lágrimas, “pero tuve una buena sensación”.
Klaus Weede, uno de los jefes de servicio de la residencia, dice de Sarra: "Está ávida de conocimiento, llega muy bien a las personas mayores y conecta bien con los colegas”. Y considera que la joven argelina debería ponerse en contacto con la institución una vez concluya su formación: “Cada vez es más difícil encontrar buena mano de obra especializada”. “Respeto por esta profesión” El cuidador Florian Theus advierte que quienes trabajan en este sector deben prestar atención a su propia salud. No solo por la corpulencia física de algunos pacientes, que requiere mucha fuerza, sino porque también “hay que aprender a poner límites para no llevarse la carga a casa”.
Sarra Belmostefaoui ha tenido mucho miedo de ser deportada porque su petición de asilo fue rechazada. La mujer desea seguridad para su hija y recalca: "Quiero demostrar que hago algo aquí en Alemania”. Y también desea desempeñar bien su trabajo: "Tengo respeto por esta profesión", dice.
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