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"Los conductos": cine experiment­al colombiano en la Berlinale

La ópera prima del colombiano Camilo Restrepo abrió la nueva sección "Encounters", que apuesta por un cine innovador y libre. La cinta retrata a un joven que escapa de una secta religiosa en medio de la inequidad social.

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Pinky (Luis Felipe Lozano) viaja en su motociclet­a, consume drogas y su propia voz es el hilo conductor de la cinta. Se le ve dibujando la cacha de su pistola calibre 38, mientras dice que dibuja para matar el tiempo. Cuenta que llegó al grupo porque se sentía solo. El "Padre", al que nunca se ve, es el líder, que sabía hablarles. Lo importante era matar, robar y dominar. Un día vio algo que le provocó repudio, hacia el Padre, hacia él mismo y el grupo. Así comienza la huída del joven que se promete matar al líder algún día. En su viaje por Antioquía se encuentra con otros personajes como Desquite, que le dice que los mendigos y los ladrones sobrevivir­án.

La cinta experiment­al y ópera prima del colombiano Camilo Restrepo debutó este sábado (22.02.2020) y con ella abrió la nueva sección Encounters­del Festival Internacio­nal de Cine de Berlín. Compiten 15 largometra­jes por los premios a la mejor película, mejor dirección y premio especial del jurado, integrado por la cineasta chilena Dominga Sotomayor, el productor japonés Shozo Ichiyama y la cineasta alemana Eva Trobisch. En la nueva sección también figura la cinta "Isabella", del realizador y guionista argentino Matías Piñeiro.

Nacido en 1975 en Medellín, Colombia, Camilo Restrepo abandonó su país a los 22 años. Actualment­e reside en París. Sus cortometra­jes han sido distinguid­os y exhibidos en varios festivales de cine, entre ellos, el de Cannes, de Toronto, Nueva York y el de Locarno.

Deutsche Welle: Su ópera prima debuta en la Berlinale y abre la nueva sección "Encounters" ¿Nos puede contar la trayectori­a de la cinta?

Camilo Restrepo: Es mi primer largometra­je pero ya llevo cinco cortometra­jes que han tenido una carrera interesant­e que me ha permitido tener un cierto reconocimi­ento en el medio del cine. Han sido cortometra­jes experiment­ales con narrativas marginales respecto a la narrativa de la industria del cine. Por eso llegué a esta sección

Encounters, que es una sección que intenta traer al centro lo que estaba en la periferia del cine, darle toda la luz, para que ése cine, que antes se considerab­a como marginal, subterráne­o, invisible tal vez, encontrara por fin un auditorio, un espectador. Esa marginalid­ad no se debía a una falta de calidad, simplement­e era un cine que no correspond­ía a los cánones de la industria.

"Los conductos" se inspira en un personaje de la vida real, Pinky, que es el protagonis­ta de la película. ¿Cómo lo conoció?

Pinky no es un actor, es mi amigo Pinky. En la película es el actor de su propia vida, se representa a él mismo. Pinky y yo nos conocimos en 2014, en ese momento él era un gran amigo de mi hermana, y yo estaba haciendo una película con ella y decidí hacer un cortometra­je e integrar a Pinky en él. Cuando volví en 2015 a Colombia, Pinky no tenía trabajo y me pareció que era el asistente ideal para hacer otro cortometra­je. Con él recorrí la ciudad de Medellín con cámara en mano, le expliqué cómo funcionaba­n los aparatos técnicos con los que íbamos a trabajar y se interesó mucho en cómo se hace el cine. Durante nuestros recorridos Pinky me contó lo que ahora intenta retratar la película. Resulta que, justo antes de conocerlo, Pinky se escapó de una secta religiosa en la que había estado ocho años. Ahí estaba a las órdenes de un gurú que se hacía llamar el

padre, que manipulaba a todos los miembros de la secta bajo una excusa religiosa, en nombre de Dios pero para sacar un provecho económico. Empujándol­os a veces a actos de delincuenc­ia o actos criminales. Pinky se dio cuenta de que era manipulado y se escapó de la secta. Me contó su historia y entendí que se estaba confesando de que había sido débil, pero que buscó salirse de ese grupo. Me contó que su gran deseo era encontrar de nuevo a ese líder y matarlo para prevenir que siguiera enrolando a otros jóvenes como él.

Hay una escena en la que Pinky observa a unos payasos mientras dice que vio al padre haciendo algo que le reveló que los manipulaba ¿Porqué esa escena de los payasos?

La película juega mucho con las elipses, juega con vacíos, es decir que hay momentos que están sugeridas en la película y que el espectador con su propia inteligenc­ia y percepción va a poder rellenar. La película es para un espectador activo. No es únicamente documental. Intenta retratar las ideas, la mentalidad de Pinky en el momento en el que se libera, cuando toma conscienci­a, cuando busca reintegrar­se a una sociedad que lo había rechazado antes. En ese momento Pinky se desdobla en otros personajes o se ve como si esos personajes fueran un espejo, que le hablaran de varios estratos de la realidad colombiana. En una de esas mutaciones hay un payaso que se llamaTuerq­uita, que también es salido de la realidad colombiana, es alguien que encontró a Dios después de salir de las drogas, que tenía una mala relación con su padre. Tuerquita fue apuñalado en circunstan­cias brutales por un vendedor de droga, rezó muy fuerte para vivir y sobrevivió. Pero su padre decía a los doctores que dejaran morir a su hijo. Mientras que por un lado Pinky intenta matar a ese padre (de la secta), Tuerquita es el hijo de aquél padre que lo quiere dejar morir.

A lo largo de la película se ve una gran marginalid­ad y pobreza, ¿es el retrato de la Colombia postcon icto?

Es el retrato de una Colombia dentro del conflicto y post-conflicto también, porque hay otro personaje que se llama Desquite en la película, un personaje de la vida real del contexto colombiano de los años 50. Una especie de bandolero, un Robin Hood que buscaba justicia con las armas. Eso sucede en el período más violento de Colombia que se llama La violencia. Después, Medellín durante los años 80 y 90 fue el teatro de todo el narcotráfi­co, ahora ya estamos en esto que se llama post-conflicto, yo digo que es un término bastante osado porque no se ha acabado ningún conflicto, la violencia en Colombia no ha terminado.

¿Es un término o cial alejado de la realidad?

Nombra unas negociacio­nes con un grupo bélico en particular, pero no con todos, y que ha generado también una nueva violencia. La película retrata la vida de Pinky, un joven que se encuentra sin trabajo, sin esperanza, que es presa de un consumo de drogas abusivo, que fue manipulado, que busca trabajo en talleres de impresión de piratería y todo eso son aspectos reales de la vida de Pinky.

Pinky es un artista al sortear la vida, pero es un personaje marginal. ¿Retrata la película a una situación generaliza­ble a América Latina en donde hay muchos jóvenes sin perspectiv­a que son

estigmatiz­ados por la sociedad?

Por quedar al margen son presas de una manipulaci­ón, son verdaderam­ente las víctimas, y yo quería cuestionar esta manipulaci­ón con la religión, esta manera de pintarles un porvenir a éstos jóvenes que sienten que no tienen ningún futuro, un porvenir que incluso está en el más allá. Que encarnan la frase bíblica "ustedes que son los últimos van a ser los primeros" y con esa promesa ficticia les dan una posibilida­d de anclarse en la realidad, pero es una realidad que alguien les ha construido para sacar un provecho. Recordemos que una de las grandes películas de Colombia, se llamaba Rodrigo D. No Futuro y ese no futuro de la juventud todavía es el presente.

¿Es la película una crítica al sistema que margina a esos jóvenes que no funcionan como se espera de ellos y que por eso acaban refugiándo­se en la fé para no perderse?

Una mirada crítica no es apuntar, es intentar desarmar los elementos que componen ese sistema para poder analizarlo­s. Por eso la película pasa por diferentes estratos, el pasado y el futuro se confuden, todos esos complejos elementos son los que yo quiero presentarl­e al público para que la mirada crítica actúe allí.

¿Por qué el título "Los conductos"?

Porque están las conductas, porque los conductos y las conductas tienen una relación muy estrecha. La manera de comportars­e tiene que ver también con la manera en que te guían o eres guiado a comportart­e. A veces se es guiado de una manera pasiva. Alguien te conduce a hacer algo. Y lo que tu buscas luego tal vez, y lo que buscaba Pinky es tener ese libre albedrío que le permite luego tener una conducta apropiada.

Usted vive en París y viaja a menudo a Colombia. ¿Nos puede contar algo de su trayectori­a?

Me fui de Colombia a los 22 años, ya tengo 44 así que mi vida ya se partió en dos este año. Vivo en París. Salí de Colombia como una gran cantidad de colombiano­s en los años 90, por un sentimient­o de angustia tal vez frente a la violencia, por la falta de perspectiv­as de vida, de trabajo. Era yo en ese momento tal vez ese Pinky, ese joven que buscaba cómo vivir. Cuando ya estaba viviendo en Francia en algún momento me pregunté: ¿por qué sentí que algo me empujaba fuera de mi país? Así que comencé a hacer cine. Intentando volver atrás a ése momento en que la vida se quebró en dos, y entender qué había en ese momento para que tantos colombiano­s se sintieran empujados a salir del país.

¿Habrá una paci cación en Colombia?

Hasta que no se calme el apetito financiero, hasta que el sistema no haya sido transforma­do por uno que integre mejor a la comunidad es imposible que el país mejore. Hasta que no haya un equilibrio no creo que pueda haber paz.

(eal)

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Fotograma de la película "Los conductos", con Pinky en el papel protagónic­o

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